
Protesta contra el ataque estadounidense a las instalaciones nucleares de Irán, en Teherán. Wana
Arabia Saudí y los aliados de EEUU en Oriente Medio activan la "alerta máxima" por miedo a las represalias de Irán
El escenario más probable ahora es una escalada regional parcial, con ataques cruzados entre Irán, Israel y posiblemente bases de EEUU en el Golfo, sin llegar aún a una guerra abierta.
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El mayor ataque militar de la historia de Estados Unidos contra Irán puede reordenar el tablero en Oriente Medio y una escalada controlada, con represalias limitadas por parte de Teherán.
Los países del Golfo que albergan bases militares estadounidenses reaccionaron con cautela al ataque de EEUU contra instalaciones nucleares iraníes: expresaron preocupación pero evitaron condenas directas, conscientes del riesgo de represalias iraníes sobre su territorio.
Arabia Saudí, Catar, EAU y Kuwait optaron por declaraciones ambiguas, mientras Omán fue el único en denunciar explícitamente a EEUU. Paralelamente, han intentado mejorar sus relaciones con Irán para reducir tensiones, aunque temen que una escalada violenta ponga en peligro sus proyectos de diversificación económica.
Incluso los hutíes de Yemen, tradicionalmente hostiles a EEUU, evitaron amenazas concretas tras el bombardeo.
Aunque son numerosas las comparaciones con la invasión estadounidense de Irak en 2003, expertos en la región consultados por EL ESPAÑOL discrepan.
“¿Podrían todos dejar de hacer analogías con la guerra de Irak? Se trata de una crisis diferente, con riesgos distintos y errores estratégicos por parte de Estados Unidos y sus adversarios iraníes. Quedarse estancado analíticamente en el mundo de 2003 es una señal de pereza intelectual”, explica Alexander Clarkson, del King’s College London, que atribuye la errónea comparación a que la generación dominante de analistas estaban al inicio de su carrera en 2003, y la invasión de Irak moldeó y distorsionó en ellos la valoración de otros conflictos con dinámicas propias y diferenciadas.
“No hay posibilidad de una ocupación terrestre”, prosigue Clarkson en declaraciones a este diario.
Los planes estadounidenses para la posguerra en Irak eran ilusorios, pero al menos se pensó en lo que vendría después. Este no es el caso, continúa. “Con la excepción de cierto apoyo israelí a los Pahlavi (el Sha de Persia), en sí mismo absurdo, no existe una estrategia coherente por parte de Estados Unidos e Israel para lograr un orden regional estable tras la guerra. Se trata únicamente de destruir las capacidades iraníes —que han enriquecido uranio más allá de usos civiles— o incluso el Estado iraní y luego marcharse”, puntualiza.
En esa misma línea, Robert Satloff, analista del Washington Institute, señala a este diario: “Es difícil entender cómo personas inteligentes y bien informadas pueden equiparar los 20 minutos de operaciones aéreas estadounidenses para neutralizar las instalaciones nucleares de Irán con el envío de más de 150.000 soldados a Oriente Medio para librar una guerra total contra el régimen de Sadam Husein. Tenemos que ser capaces de distinguir entre diferentes tipos de operaciones militares sin meterlas todas en el mismo saco”.
¿Qué será lo próximo?
La declaración del ministro iraní de Exteriores Abbas Araqchi de que “la puerta de la diplomacia está definitivamente cerrada” marca un giro decisivo en la crisis y aumenta de forma clara el riesgo de escalada.
El escenario más probable ahora es una escalada regional parcial, con ataques cruzados entre Irán, Israel y posiblemente bases de EEUU en el Golfo, sin llegar aún a una guerra abierta.
La posibilidad de contención con represalias limitadas pierde fuerza, mientras que el riesgo de un conflicto regional amplio —con impacto en el estrecho de Ormuz y potencial implicación de actores como Turquía o Rusia— crece significativamente. El colapso del régimen iraní sigue siendo, por ahora, el escenario menos probable.
La mayoría de los países árabes han reaccionado con mucha moderación al ataque de Washington, cuando todavía no está confirmado el daño a las instalaciones nucleares iraníes.
“Los ataques aéreos estadounidenses contra la infraestructura nuclear de Irán suponen un cambio significativo en la dinámica de disuación regional”, explica a este diario Erdem Ozan, ex embajador y analista turco. A diferencia de enfrentamientos anteriores, como el asesinato de Qasem Soleimani en 2020, esta acción afecta a las capacidades estratégicas y a la disuación nuclear de Irán.
El líder supremo, Alí Jamenei, “se enfrenta a presiones externas y a retos internos en materia de credibilidad. Debe sopesar la represalia como una contrapresión sistémica y no como una simple señal. Una respuesta moderada podría debilitar la estrategia, mientras que una escalada podría desencadenar un conflicto más amplio con resultados inciertos”, vaticina Ozan.
Irán tiene ahora varias opciones, según el diplomático: represalias convencionales (ataques con misiles dirigidos contra activos estadounidenses en Irak, Siria o el Golfo), que podría desencadenar una contraescalada por parte de Washington; activación de proxies como Hezbolá y las milicias iraquíes, cuya eficacia podría verse diluida por Israel y EEUU; y la aceleración de la ruptura nuclear, escalando a un conflicto mundial en el que Teherán quedaría más aislado diplomáticamente.
Antes de los ataques, el programa nuclear de Irán había alcanzado su fase más avanzada desde el colapso del acuerdo multilateral de desnuclearización (JCPOA), explica Ozan.
Teherán había acumulado uranio casi apto para armas y reactivado instalaciones clave como Fordow, Natanz e Isfahán, lo que motivó los bombardeos de EEUU para desmantelar esa infraestructura.
Sin embargo, el conocimiento, las redes y la intención del programa nuclear iraní siguen intactos, y aún no está claro cuánto han logrado frenar los ataques. Es también posible que Irán ponga en marcha sus herramientas cibernéticas e híbridas con el fin de perturbar los mercados financieros en EEUU.
Es probable que Teherán se presente como “blanco de una agresión ilegal, buscando la simpatía de la región y del Sur Global”.
El posible cierre del estrecho de Ormuz, por donde pasa más del 20% del petróleo y gas mundial, ya ha elevado los precios y alterado rutas marítimas. Un cierre total agravaría el conflicto y podría desatar una crisis energética global, involucrando incluso a potencias como China. Según Ozan, “Teherán lo sabe y podría usarlo como presión antes de escalar militarmente”.
¿Cómo queda la región?
Turquía se ve atrapada entre su papel en la OTAN y su vecindad con focos de conflicto como Irán, Siria e Irak. Su equilibrio diplomático entre Washington y Teherán será cada vez más difícil de sostener y podría verse presionada por ambos lados.
Siria representa un riesgo elevado por la debilidad del nuevo gobierno y la presencia de milicias proiraníes, restos del régimen y tropas de EEUU, lo que podría reactivar un conflicto transnacional en esa zona sin control efectivo.
El mundo árabe, por su parte, carece de una respuesta unificada. “Todas las líneas rojas se han desintegrado, redefinirlas es una necesidad geopolítica”, de lo contrario, explica Ozan, el territorio árabe corre el riesgo de en un campo de batalla por poder para las rivalidades externas.
Para Robert Satloff, “Estados unidos acaba de enviar un mensaje claro sobre la profunda asociación entre Washington y Jerusalén.
La profundidad de esta asociación ha quedado clara tanto para amigos como para enemigos. Fue visible tanto para amigos como para enemigos”. Es decir, el ataque a Irán refuerza la credibilidad militar estadounidense ante sus potenciales socios en la región que estaban valorando con qué gran potencia aliarse: EEUU, Rusia o China.
Según este experto, la respuesta en general ha sido moderada en todo Oriente Medio ante los ataques estadounidenses contra Irán. “Arabia Saudí, por ejemplo, solo ha expresado su ‘profunda preocupación’, lo que supone un nivel bastante bajo en la escala diplomática de condena. Incluso Catar, favorable a Irán, solo ha mostrado su ‘pesar’ por el ataque estadounidense”.
“Nada tiene tanto éxito como el éxito: pasará algún tiempo antes de que podamos determinar si la acción militar de EEUU contra Irán ha logrado todos sus objetivos a un coste aceptable, o incluso mínimo”, prosigue Satloff.
El analista espera que el uso limitado de la fuerza por parte de EEUU, centrado en instalaciones nucleares y no en el régimen, refuerce su credibilidad sin desatar temores regionales sobre un cambio político impuesto desde fuera. “No por ningún afecto hacia la República Islámica, sino por las incertidumbres que pueden surgir de un cambio político provocado desde el exterior”, matiza.
En cuanto a la reacción de Europa, Clarkson cree que intentarán mantener las distancias con Israel y EEUU, al tiempo que ofrecerán a Irán incentivos comerciales y de inversión extranjera directa para que acepte un acuerdo.
Hay tres grandes problemas, entre muchos otros, con esta postura europea, prosigue el analista.
El primero es que, aunque la UE puede ejercer una influencia considerable una vez que el proceso se encamina haci un marco de normalización estable, al igual que China, pero la UE no tiene suficiente poder duro en la región para ejercer influencia sobre Trump una vez que este se lance de lleno a la acción militar, o sobre Israel e Irán si ambos entran en modo guerra.
En segundo lugar, Europa asume que Irán seguirá siendo un interlocutor válido, pero si EEUU e Israel destruyen el Estado iraní o provocan un cambio de régimen más radical, la UE no tiene un plan B ni tendrá margen de influencia si el país se desestabiliza internamente.
En tercer lugar, si se ataca el tráfico de petroleros en el Golfo, Europa no podrá mantenerse al margen, porque, como China, depende mucho más que EEUU de esa ruta energética. Además, Bruselas tiene más capacidad técnica que Washington para responder a amenazas como minas o drones navales, por lo que una "guerra de petroleros" arrastraría inevitablemente a Europa y al Reino Unido al conflicto.
Por último, en cuanto a la supuesta asfixia de China, que compra el 90% del petróleo iraní, Grant Rumley, del Washington Institute, indicaba en sus redes sociales.
“Yo sería cauteloso con las hipérboles en este caso. Sin duda, se trata de un revés para China, pero Pekín ha diversificado deliberadamente sus relaciones regionales. Irán solo representa una parte de las importaciones energéticas totales de China, y Pekín seguirá siendo el lugar de encuentro para los países que deseen expresar su frustración con Estados Unidos”.