
Militantes de Hamás acuden este viernes al funeral de un líder de la organización muerto por un ataque israelí en la Franja de Gaza. Reuters
La negociación de la segunda fase de la tregua, en punto muerto: Netanyahu exige ahora a Hamás que abandone Gaza
Netanyahu aboga por la liberación de todos los prisioneros de Hamás a cambio del exilio de sus líderes y el abandono del control político en la Franja de Gaza.
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La polvareda creada por la insólita propuesta de Donald Trump de expatriar a todos los habitantes de Gaza y ubicarlos en otros países para crear en la Franja una especie de “resort” turístico ha hecho olvidar una cuestión clave: la guerra aún no ha terminado y está llegando el momento de decidir si habrá una fase dos o si volverán los bombardeos. El próximo 1 de marzo acaba la primera fase y, por lo que sabemos, las negociaciones de ambos bandos para continuar el alto el fuego están en punto muerto.
Si Israel acepta continuar la tregua, tiene que desalojar sus tropas del corredor de Philadelphia y de la frontera entre Egipto y Gaza antes del 9 de marzo. En otras palabras, el acuerdo tiene que negociarse cuanto antes para poder mover a los diversos batallones que las FDI tienen en la zona y asegurarse de que Hamás cumple con su parte y libera al resto de rehenes. Para ello, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha hecho públicas una serie de condiciones que Hamás no ha tardado en rechazar.
El plan de Netanyahu consiste en la liberación total de los dirigentes de Hamás que siguen en prisiones israelíes, incluso aquellos que tengan delitos de sangre a sus espaldas, a cambio de que todos los rehenes aún en poder de los terroristas, vivos y muertos, vuelvan a Israel.
A continuación, Hamás cedería el control político de la Franja a una autoridad por determinar -Netanyahu se ha negado a mencionar directamente a la Autoridad Palestina, pero esa fue siempre la idea de la administración Biden y probablemente sea lo más rápido y sencillo- y tanto sus líderes como sus militantes marcharían al exilio.
De esta manera, Israel no se apoderaría de Gaza como tal, sino que quedaría en manos de dirigentes árabes, condición mucho más realista que la propuesta por Trump, por mucho que, en público, Netanyahu la alabe y elogie. De hecho, si Estados Unidos pretende que sean los propios árabes los que corran con los gastos de la reconstrucción de la Franja, es impensable que así sea si esta pasa a manos de Israel. Ninguno lo aceptaría, como no piensan aceptar acoger refugiados, un punto en el que Egipto y Jordania están completamente de acuerdo.
Hamás saca músculo
El problema es que Hamás, obviamente, nunca va a considerar una solución así. No hay intención alguna entre los líderes del grupo terrorista, según informa el periodista de Axios y la CNN, Barak Ravid, de abandonar Gaza.
De hecho, las exhibiciones de fuerza en las que Hamás ha convertido cada liberación de rehenes invitan a pensar en que la banda quiere transmitir al mundo que está tocada, pero no hundida, y que aún controla a la población con sus milicias desde las afueras de Gaza City hasta el sur de Jan Yunís.
Este punto muerto era algo esperable para cualquiera que haya seguido el proceso de cerca. La presión de la administración Trump y la negociación continua de Antony Blinken y el resto de la administración Biden consiguieron que ambas partes aceptaran el alto el fuego y el intercambio de rehenes, pero ir más allá sin solucionar las cuestiones previas es muy complicado. Israel no quiere que su ejército abandone Gaza hasta que no tenga garantías de que no se va a repetir otro 7 de octubre y de que Hamás no va a seguir controlando política y militarmente la Franja.
A su vez, los terroristas no quieren oír hablar de una negociación seria del futuro de Gaza mientras las FDI permanezcan sobre el terreno. En esas llevan 16 meses: Israel ha conseguido convertir Gaza en un solar y liquidar a casi toda la cúpula terrorista, pero siguen saliendo voluntarios bajo las piedras y, como dijo en su momento Herzi Halevi, aún jefe de las FDI aunque haya anunciado su próxima dimisión, es imposible derrotar a Hamás mientras no se ofrezca una solución mejor a los gazatíes. Una solución que no pase por una deportación masiva, obviamente.
La primera gira de Marco Rubio
Otro factor que complica la negociación es la necesidad de contar con distintos mediadores para cada propuesta. Egipto, Jordania y Qatar son los encargados de recibir las exigencias de cada bando y transmitirlas a la otra parte. Eso no solo ralentiza el proceso, sino que exige múltiples autorizaciones y provoca malentendidos, con lo que los avances son escasos. Habrá que ver si Steve Witkoff, el enviado especial de Trump a Oriente Próximo, consigue imponer la “paz mediante la fuerza” que anuncia el presidente estadounidense. No parece fácil.
Mientras tanto, todo apunta a que el nuevo secretario de estado, Marco Rubio, viajará en breve a la zona, en lo que será su primera gira por Oriente Próximo. Según apuntan fuentes de la Casa Blanca, Rubio visitaría Israel, Arabia Saudí, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos del 15 al 18 de febrero, con la posibilidad de extender la misión a otros países.
De entrada, resulta chocante que ni Egipto ni Jordania estén en la agenda cuando son los países más involucrados en el plan de paz. Puede que las intenciones de Rubio sean otras, más en la línea de la ampliación de los Acuerdos de Abraham que firmó la primera administración Trump.
Ahora bien, dicha ampliación no podrá lograrse, al menos en lo que a Arabia Saudí respecta, si la situación en Gaza no se soluciona. A los saudíes no les hace ninguna gracia Hamás ni, en general, la politización de la religión musulmana, menos aún con fines expansionistas. Les hace sentirse débiles, de ahí su cercanía diplomática con Estados Unidos, un socio que siempre estará ahí para protegerlos. Otra cosa es que vaya a tragar con un éxodo palestino o con la anexión en la práctica de Gaza por parte de Israel. Si Estados Unidos quiere que el príncipe Mohammed bin Salmán financie la reconstrucción de la Franja, tendrá que buscar una solución que le ayude a salvar las formas ante su pueblo.
En lo que llega el acuerdo definitivo, sigue la destrucción, el dolor y el sufrimiento. Hay más de cincuenta rehenes cuyo futuro aún se desconoce, pues no están incluidos en ningún listado. Por otro lado, cientos de miles de palestinos no tienen hogar ni saben si lo tendrán en algún momento. Rehuir el aspecto humanitario de esta tragedia y centrarse en el inmobiliario parece un error de bulto. Siempre se acusó a la administración Biden de su falta de contundencia en las negociaciones, puede que tampoco sea buena idea irse al extremo contrario.