Vladímir Putin, durante la ceremonia del Día de la Unidad Nacional, en Moscú. Reuters
Putin pone a prueba a Trump al anunciar que Moscú está listo para retomar los ensayos nucleares 35 años después
Intencionadamente o no, el presidente estadounidense ha provocado una escalada retórica en el ámbito nuclear que solo beneficia a la narrativa que mantiene el Kremlin desde el inicio de la guerra de Ucrania.
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En diciembre de 2018, a mediados de su primer mandato, Donald Trump anunció en Twitter la retirada de Siria de las tropas estadounidenses. Poco antes, había utilizado la misma plataforma para comunicar a Rex Tillerson su cese como secretario de Estado. La noticia sorprendió a sus aliados occidentales y sorprendió a Rusia, con quien Estados Unidos mantenía una fuerza conjunta destinada a acabar con las bases del Estado Islámico en la región.
Sin embargo, el anuncio nunca se llegó a cumplir. Recibió más publicidad que cualquier orden interna, provocó el caos en las cancillerías de medio mundo, pero no era sino el desahogo de un adicto a las redes sociales con tendencia a los cambios de humor. En cualquier caso, el precedente debería haberle servido a Trump para valorar y moderar su tendencia a legislar vía tuit, algo que copiaría posteriormente el presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Desgraciadamente, no ha sido así.
La semana pasada, Trump volvía a las andadas publicando en Truth Social, su propia red social, un mensaje en el que avisaba de que Estados Unidos iba a reanudar pruebas nucleares en su propio territorio, algo que no sucedía desde 1992. El post era ambiguo y falaz, como es habitual en el presidente estadounidense. Presentaba las pruebas como una respuesta a las que estaban haciendo Rusia y China, y tampoco presentaba un calendario claro.
El asunto es que ni Rusia ni China han hecho una prueba nuclear desde 1990 y 1996, respectivamente. De hecho, como tal Estado, Rusia jamás ha probado sus armas nucleares o no lo ha hecho de forma oficial. La prueba de 1990 fue aún en tiempos de la Unión Soviética y con fines autodenominados “pacifistas”. Lo que sí han probado ambos países recientemente son armas convencionales que pueden llevar cabezas nucleares llegado el momento. Por ejemplo, el misil de crucero Burevestnik o los torpedos del submarino nuclear Poseidón.
So far everything Medvedev is nuking is vodka bottles pic.twitter.com/8KKvQxfFVl
— Vatnik Soup (@P_Kallioniemi) November 6, 2025
La respuesta de Medvédev y Putin
El caso es que el Kremlin ha conseguido la excusa perfecta para escalar la tensión nuclear, que es lo que lleva haciendo al menos desde 2022. El primero en salir al quite fue, como es habitual, el expresidente Dmitri Medvédev, quien dejó claro que, fuera en una red social o fuera en la Casa Blanca, el anuncio provenía del presidente de Estados Unidos y era obligatorio tomárselo en serio. Rusia firmó en su momento el Tratado de Prohibición Total de Ensayos Nucleares (CTBT, por sus siglas en inglés), pero revocó su ratificación en noviembre de 2023.
A Medvédev le ha seguido directamente Vladímir Putin. El presidente ruso afirmó este miércoles que Rusia no tiene pensado salirse de las directrices del CTBT… salvo que así lo haga Estados Unidos. Incluso el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, reconoció que no había nada decidido y que solo estaban esperando recabar información para ver si era necesario iniciar los preparativos. En definitiva, que lo más probable es que ni Estados Unidos ni Rusia acaben haciendo nada… pero el pánico nuclear ya está activado en la opinión pública mundial, que es justo lo que beneficia a Moscú.
Hay que recordar que Rusia es el país con más cabezas nucleares del mundo, con una cierta ventaja sobre Estados Unidos. En qué estado permanecen dichas cabezas es lo que está por determinar después de tantísimos años. La inteligencia estadounidense detectó en octubre de 2022 que el Kremlin estaba contemplando seriamente el uso de un arma nuclear táctica sobre algún objetivo militar en Ucrania, pero la presión de la Administración Biden y del conjunto de la OTAN hizo cambiar a Putin de idea.
Un nuevo giro de 180 grados
Lo curioso de toda esta escalada retórica es que Trump llegó al poder prometiendo justamente lo contrario. Su idea y la del movimiento MAGA era que convenía invertir menos en armas, reforzar los tratados comerciales, parar todas las guerras y evitar que el mundo volviera a estar al borde de un holocausto nuclear. En repetidas ocasiones, acusó a su antecesor, Joe Biden, de alimentar la tensión bélica no se sabe muy bien en favor de qué intereses difusos.
Este razonamiento fue el que llevó a la Casa Blanca a parar la venta de armas a Ucrania e incluso la directora de Inteligencia Nacional de EE UU, la conocida prorrusa Tulsi Gabbard, publicó un dramático vídeo en el que avisaba de que el mundo estaba “al borde de la aniquilación nuclear” y culpaba de ello a los “belicistas y los políticos que están fomentando imprudentemente el miedo y las tensiones entre potencias nucleares”. También señalaba que eso se debía a que estos “belicistas” —la referencia pretendía ser a Biden y Zelenski— confiaban en poder librarse del holocausto escondiéndose en sus búnkeres.
La publicación del vídeo coincidió con el acuerdo entre Zelenski y Trump para retomar la venta de armas, así que Gabbard quedó claramente desautorizada. Ahora, directamente, es Trump el que parece “fomentar imprudentemente” estas tensiones nucleares, en lo que solo se puede calificar de un nuevo giro de 180 grados en su argumentario político. Se podría decir que de las palabras a los actos hay un trecho importante, y es cierto, pero la historia nos demuestra que los pequeños gestos y los pequeños malentendidos son los que luego pueden llevar a grandes catástrofes. Cuidarlos no debería costar tanto.