Los souvenirs de la Casa Blanca.

Los souvenirs de la Casa Blanca. Tomás Serrano

Europa

Trump cierra la puerta a la venta de misiles Tomahawk a Ucrania tras su llamada con Putin: "Quiere acabar la guerra"

El presidente Zelenski trata de seducir a la Casa Blanca ofreciendo miles de drones a cambio de acceder a estos misiles de crucero que utilizaría para castigar la industria petrolera y militar de Rusia.

Más información: Putin no aclara cómo viajará desde Moscú a Budapest para la cumbre con Trump pero Orbán le garantiza inmunidad

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Las claves

Donald Trump considera que Vladimir Putin desea terminar la guerra en Ucrania, pero aún no ha tomado una decisión sobre la venta de misiles Tomahawk a Ucrania.

La compra de misiles Tomahawk por parte de Ucrania podría cambiar el equilibrio en el conflicto al permitir atacar objetivos rusos a larga distancia.

Trump ha propuesto una reunión privada con Putin en Budapest antes de recibir a Volodímir Zelenski, lo que genera preocupación en Bruselas y Kyiv.

Rusia ha intensificado sus ataques en Ucrania, mientras Trump acelera el apoyo militar a Kyiv y fomenta la colaboración de inteligencia entre EE.UU. y Ucrania.

La primera vez salió muy mal. En febrero, los estadounidenses sacaron de la Casa Blanca a Volodímir Zelenski a escobazos después de acusarle de "jugar con la Tercera Guerra Mundial". El motivo: el mandamás ucraniano se negó a firmar la rendición ante Rusia.

En la segunda cita, en marzo, el tono mejoró. Muchos analistas se preguntaron, de hecho, si Donald Trump estaba a punto de cambiar de bando. Si había llegado a la determinación de fortalecer al invadido para darle más cartas negociadoras ante un agresor con armas nucleares. En su tercera aventura americana del año, en agosto, Zelenski viajó acompañado de los gobernantes europeos mejor relacionados con esta administración.

Pero ni la primera visita ni la segunda ni la tercera generaron tantas expectativas como esta, la cuarta. Los europeos daban ayer por sentado que Estados Unidos, al fin agotado de más promesas que hechos consumados, presionaría al Kremlin para que negocie la paz con Ucrania dándole a Zelenski lo que le piden sus generales: acceso a los misiles Tomahawk. Unos misiles capaces de golpear objetivos militares a más de mil kilómetros de distancia. Por ejemplo: refinerías, cuarteles, fábricas o almacenes de drones.

Pero el presidente Trump arruinó las esperanzas aliadas sobre la venta de estos poderosos misiles de crucero —sufridos recientemente por los iraníes— de un plumazo. "Necesitamos Tomahawks y muchas otras cosas que hemos estado enviando a Ucrania durante los últimos cuatro años", explicó en primer lugar a los periodistas. "Ojalá no los necesiten, ojalá podamos terminar la guerra sin pensar en ellos". Puertas adentro, sin cámaras, la conversación fue "dura", "incómoda", reveló la cadena CNN.

El presidente Zelenski ofreció, a cambio, drones ucranianos. Son rápidos. Son precisos. Son fáciles de fabricar. Son muy baratos. Y son los que impresionaron a Trump en la Operación Telaraña. Aquella que infiltró 117 aparatos en cinco bases rusas para destruir 41 bombarderos y debilitar la fuerza aérea de Moscú por un tiempo. Pero Trump le negó los misiles y le volvió a hablar de congelar el frente.

Sus dudas coinciden con la conversación "productiva" y de más de dos horas con Vladímir Putin en la que tantearon, además, la construcción de un túnel subterráneo entre Siberia y Alaska —con Elon Musk como beneficiario—. Ambos acordaron ayer verse pronto en Budapest. La noticia pilló a la delegación ucraniana y las capitales europeas con el pie cambiado. Bruselas y Kyiv consideran que Hungría rema a favor de Moscú.

Trump repitió en la Casa Blanca que Putin "quiere acabar la guerra" sin ofrecer más detalles. Zelenski lo cuestionó. "Putin no está preparado", respondió. Antes de recordarle, por cierto, que "Rusia no está teniendo éxito en el campo de batalla, está perdiendo muchos soldados y su economía va cuesta abajo".

En Alaska, a mediados de agosto, Trump prometió una cumbre trilateral —con Putin y Zelenski— que todavía no se ha producido y que no parece que se vaya a dar en Hungría.

Lo que sucedió, en cambio, es que Rusia apostó por la escalada. Atacó un edificio ministerial y los aledaños de la oficina de la Unión Europea en Kyiv. Lanzó drones contra Polonia, violó el espacio aéreo de varios países, alteró el GPS del avión de Ursula von der Leyen.

Y ocurrió algo más: Trump perdió la paciencia con Putin, aceleró la venta de armamento para Kyiv y permitió que las agencias de inteligencia americanas colaboraran con las ucranianas en la selección de objetivos Rusia adentro, como adelantó el Financial Times.

Putin ha reaccionado a toda prisa ante la posibilidad de que Kyiv multiplique el daño contra la industria que sostiene la maquinaria de guerra enemiga. Los drones y misiles ucranianos están golpeando su talón de Aquiles. Rusia ha perdido más de la quinta parte de su capacidad de refinado de petróleo. Sus exportaciones de crudo bajaron un 13% en septiembre. La escasez de gasolina es un problema muy serio en varias regiones del país.

Ucrania, mucho más desprotegida de los bombardeos que el año pasado, sabe que su mejor defensa es reducir la potencia de fuego rusa. Si los misiles Tomahawk caen en sus manos, advierte el equipo de Zelenski, aumentarán las probabilidades de que Putin acepte sentarse a negociar seriamente la paz. Lo contrario sería una victoria estratégica para el Kremlin.