Una adolescente ucraniana aprende a usar el kalahnikov durante un entrenamiento táctico de la organización Centuria.

Una adolescente ucraniana aprende a usar el kalahnikov durante un entrenamiento táctico de la organización Centuria. María Senovilla

Europa

Los vástagos de Azov, menores con un kalashnikov en las manos: "Debo proteger a mi familia, si no lo hago yo ¿quién?"

Más de 3.000 adolescentes pertenecen a la organización Centuria, donde reciben instrucción en medicina táctica y técnicas de combate.

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"Tengo que proteger a mi familia, si no lo hago yo ¿quién lo va a hacer?", coinciden en apuntar varios chavales ucranianos –de entre 15 y 17 años– que participan en un entrenamiento de la organización Centuria. Están en un campo de maniobras donde les enseñan a usar el kalashnikov y a poner torniquetes. Pero también les inculcan la necesidad de forjar una “identidad nacional” como única solución para crear una nación que no vuelva a ser agredida. Y el discurso está calando cada vez más en este segmento de la población.

Hoy es frecuente ver grupos de adolescentes vestidos con ropa de estética militar por las calles de Ucrania. Hablan de las diferentes brigadas de las Fuerzas Armadas como si se tratara de sus equipos de fútbol favoritos, y dialogan sobre la necesidad de implementar más drones de ataque en el frente u otras cuestiones de estrategia bélica.

También emplean términos como “ideología” con naturalidad, han dejado de utilizar el ruso como lengua materna, e incluso catalogan a sus amigos como “los que son afines ideológicamente”.

Bien es cierto que a esa edad se actúa por imitación, les mueve el sentimiento de pertenencia al grupo y la necesidad de encajar en él. Pero la realidad en Ucrania es que la mayoría de los jóvenes ya ha tenido que asistir a varios funerales –de familiares, vecinos, profesores, amigos– y han empezado a expresan abiertamente y a muy corta edad el odio que sienten hacía el “agresor ruso”.

La guerra les ha robado los últimos años de su infancia y la oportunidad de entrar en la adolescencia con ese sentimiento de despreocupación que ya no sentirán jamás.

El ejército "es lo más"

“Me uní a Centuria el año pasado, mis amigos me hablaron de la organización. Yo simplemente les escribí y me invitaron a un evento al día siguiente”, explica Yulia, de 15 años de edad. “En realidad vine sin ningún objetivo concreto: al principio no tenía motivación, pero luego vi cómo entrenaban los demás y me motivé para mejorar. En el futuro también quiero defender a mi país, quiero alistarme en la 3 Brigada de asalto”, asegura la joven.

Jóvenes ucranianos pertenecientes a la organización Centuria aprenden a utilizar el kalashnikov durante un entrenamiento.

Jóvenes ucranianos pertenecientes a la organización Centuria aprenden a utilizar el kalashnikov durante un entrenamiento. María Senovilla

Es sorprendente la cantidad de chicas que hay en el campo de entrenamiento donde hacen la instrucción táctica. El kalashnikov que sostienen entre las manos es casi más grande que algunas de ellas, como Yulia, a la que el instructor está enseñando a sostener el arma correctamente.

Pero Yulia no es la única que ha decidido ser militar después de unirse a Centuria. Valentín, de 16 años, también lo tiene claro: “Yo llevo 10 meses en la organización, y vine para aprender física e ideológicamente”, dice a modo de presentación. “Seré militar en el futuro”, añade.

“Ahora sólo me comunico con la gente que es igual que yo… es decir, que con las personas que no entienden mucho de la guerra me limito tener conversaciones cortas”, confiesa Valentín.

Un adolescente ucraniano recibe un entrenamiento táctico en medio de la guerra.

Un adolescente ucraniano recibe un entrenamiento táctico en medio de la guerra. María Senovilla

Mi círculo social está formado por mis hermanos de Centuria y la mayoría también piensa en alistarse en el Ejército. No todos, porque Centuria no te obliga a alistarte, pero compartimos el desarrollo físico, ideológico y moral”, zanja el joven, que antes de la invasión a gran escala pensaba en ser bombero, pero que ahora cree “que el Ejército es lo más…”.

¿Un niño puede hacer un torniquete?

En medio de una guerra, la respuesta es sí. "Saber medicina táctica puede ayudar a cualquier persona, de cualquier edad, no es algo que sirva sólo si vas a entrar al Ejército", explica uno de los instructores de Centuria. Su nombre es Stas y es veterano, y entrena de forma simultánea a reclutas reales y a los adolescentes de Centuria.

"La diferencia es muy grande, porque los adolescentes no se van a enfrentar a las situaciones que se ven en primera línea. En el frente se ven heridas completamente diferentes, infringidas por otro tipo de armas. Ellos, en las ciudades se van a enfrentar a la amenaza de misiles y drones, y para eso les preparo", aclara.

"Aquí estamos apoyando a estos jóvenes: no les estamos preparando específicamente para el Ejército, sólo queremos que sean fuertes, que tengan confianza en sí mismos, para que cuando se produzca una situación de acción y haya un herido no se bloqueen. Queremos que sean capaces de ayudar", afirma Stas.

Unos minutos antes, en el campo de maniobras, el grupo escuchaba las explicaciones de Stas sobre cómo colocar y apretar el torniquete –aparentemente– de manera distraída. Sin embargo, cuando pasaron a la práctica, todos colocaron los torniquetes a la perfección en unos pocos segundos.

“En realidad son muy atentos, hacen pocas preguntas porque van al grano, pero tienen curiosidad por aprender”, explica el instructor. “Aún así, la carga que soportan es completamente diferente que la del personal militar en activo. Ellos son niños, y les tratamos como a niños”, asegura.

Stas, instructor de Centuria, imparte clases de medicina táctica a los jóvenes que pertenecen a la organización.

Stas, instructor de Centuria, imparte clases de medicina táctica a los jóvenes que pertenecen a la organización. María Senovilla

Nuevas generaciones, viejos principios

Sin embargo, la pedagogía con la que Stas enseña medicina táctica a estos jóvenes choca con el entorno. Ellos comparten el campo de maniobras con los reclutas reales que partirán al frente de combate cuando completen su formación. Les ven entrenar, sudar, les ven manejarse mientras aprenden a asaltar trincheras. Están más cerca de la guerra real de lo que reconoce Stas.

De hecho, en los principios fundacionales de Centuria sí se habla claramente de la finalidad de dar formación militar. La organización se creó en 2020 por veteranos del entonces Regimiento Azov “con el fin de crear un espacio en el que los jóvenes –mayores de 14 años– interesados en la idea de unirse a la defensa de Ucrania adquirieran estos conocimientos militares en torno a la idea de la identidad nacional”, puede leerse en su página web.

Con la reorganización del Ejército de Ucrania en 2023, ya en medio de la guerra contra Rusia, los integrantes de Azov se repartieron entre la 12 Brigada Azov de la Guardia Nacional y la 3 Brigada de Asalto, bajo cuya responsabilidad quedó entonces la organización juvenil.

En su sitio web se presentan como “una nueva organización de nacionalistas ucranianos, que se basa en los fundamentos ideológicos del Estado ucraniano y la tradición europea", que luchan contra el enemigo externo, pero también contra “el enemigo interior que está debilitando al país”.

"Una nación que no educa a su juventud está condenada al fracaso. Ningún gobierno en Ucrania se interesó en educar a su juventud; solo pensaba en su propio enriquecimiento, no en construir un futuro nacional. Nuestra tarea es educar a un ucraniano fuerte y orgulloso", añaden.

Explicárselo a sus padres

En la actualidad más de 3.000 adolescentes son miembros de esta organización –que no deja de crecer–. Tienen sucursales en varias ciudades ucranianas y organizan desde torneos deportivos, hasta jornadas de entrenamiento y charlas motivacionales.

“Cuando llegué a casa y dije que me había afiliado a una organización local para jóvenes, mis padres preguntaron qué tipo de organización era. Al explicarles que se trataba de Centuria, ¡se preocuparon por si me llevaban al Ejército!”, confiera Yulia, casi riendo, cuando la pregunto qué opina su familia al respecto.

“Pero yo les expliqué que no, que aquí nos estamos desarrollando, que tenemos nuestros propios puntos de organización, no sé, esas cosas. Ahora sólo están preocupados de que no haga nada malo aquí. Lo normal”, añade, sin saber explicar muy bien en qué consiste lo de los “puntos de organización”.

Jóvenes ucranianos pertenecientes a la organización Centuria realizan un entrenamiento táctico de combate con un humo.

Jóvenes ucranianos pertenecientes a la organización Centuria realizan un entrenamiento táctico de combate con un humo. María Senovilla

En la web de Centuria también afirman que “sólo hay dos bandos en el mundo: el bando de la luz y el de la oscuridad. El orden y el caos. Y el camino del guerrero es una elección consciente de cada legionario de alinearse con la luz y el orden”.

Citan la Biblia, dan 44 reglas de vida –entre las que se incluyen valorar la natalidad como fuente de continuidad de la nación o cumplir con gusto los deberes que se les asignen– y hablan de la importancia de la lealtad. “Quien no pueda ser leal a un grupo pequeño, no podrá serlo a un grupo grande: la Nación”.

Un lenguaje, casi épico, que podría ser confuso para un chaval de 14 años que actúa más por imitación de sus congéneres que por convicción ideológica. "Todos vienen aquí voluntariamente, pero la mayoría de ellos tienen familiares o amigos en el frente, y algunos han perdido a sus padres o madres por la guerra”, apostilla Stas.

“Aquí les enseñamos a gestionar sus sentimientos, y a convertirlos en objetivos y oportunidades. La finalidad es crear ucranianos fuertes, que no se sientan incapaces de ayudar, que confíen en que pueden hacerlo”, concluye el instructor.

La convicción con la que estos jóvenes aseguran que deben proteger a los suyos frente a los ataques rusos y la naturalidad con la que se responsabilizan de una tarea tan enorme, respaldan las palabras de su instructor. Son casi niños, se sonrojan de vergüenza cuando un periodista les hace preguntas; y sin embargo, son capaces de montar y desmontar un arma con sus propias manos y dicen estar dispuestos a usarla para defender su país.

Probablemente ninguno de ellos alcance a entender la diferencia entre nacionalismo y otras identidades de grupo a la hora de unirse a Centuria. Y sólo ven en este tipo de organizaciones un refugio, un espacio común donde todos sienten los mismos miedos, los mismos odios y la misma sensación de que su vida está en pausa desde hace 1.314 días que dura ya esta guerra.

Rusia les ha arrancado demasiadas cosas, y lo que va a recibir en forma de futuras generaciones de ucranianos es una rabia y un odio que van a definir al país durante los próximos años, impidiendo que las cicatrices sanen y engendrando ¬más violencia, como la que ellos mismos han recibido.