El pensador indio Sundeep Waslekar durante su entrevista con EL ESPAÑOL.

El pensador indio Sundeep Waslekar durante su entrevista con EL ESPAÑOL. Alejandro Ernesto

Europa

Sundeep Waslekar, el hombre que sabe cómo evitar la guerra mundial: "Este lustro es el más peligroso para la humanidad"

El pensador indio alerta del riesgo de una guerra nuclear propiciada "por accidente" por la inteligencia artificial, pero insiste: "Aún podemos evitarlo". 

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La corbata de Sundeep Waslekar (1959, Mumbai, India) podría leerse como un espejo del mundo actual. El agitado cielo de La noche estrellada de Van Gogh parece reflejar las turbulencias geopolíticas de nuestro tiempo. "Puede ser, pero también tengo una con un cuadro de [Gustav] Klimt; no ha sido a propósito", responde con humor este pensador indio, experto en mediación y resolución de conflictos.

De gesto afable y trato cercano, Waslekar ha dedicado toda su vida a estudiar la guerra para comprender la paz. Fundador del think tank internacional Strategic Foresight Group, que asesora a gobiernos sobre la gestión de los desafíos futuros, es también investigador principal en el Centro para la Resolución de Conflictos de la Universidad de Oxford.

A su juicio, en un contexto marcado por la modernización de los arsenales nucleares, la carrera armamentística impulsada por la inteligencia artificial (IA), el auge del nacionalismo y el deterioro del orden multilateral, Waslekar considera que el riesgo de una guerra global es real. "Podría desencadenarse por un simple error de cálculo de la IA", advierte. En Ucrania, país que ha estudiado a fondo, o en cualquier otro lugar.

Esa es una de las conclusiones a las que llegó tras participar durante años en un equipo de trabajo con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia) para mitigar el riesgo de una escalada nuclear. Pese a ello, el filósofo no confía en esas grandes potencias. "Son inútiles para la paz; se necesitan actores independientes", sentencia.

En ese escenario, Waslekar presenta a España como un país valiente… pero incoherente. En Madrid, a donde ha viajado para presentar la edición en español de su libro Un mundo sin guerra (2025, Nola Editores) —un análisis histórico y filosófico en el que defiende que la guerra es una decisión política, y por tanto, evitable— ha entregado un ejemplar al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, quien ha liderado en Europa la condena a Israel y el reconocimiento del Estado palestino.

Sundeep Waslekar durante su entrevista con EL ESPAÑOL en España.

Sundeep Waslekar durante su entrevista con EL ESPAÑOL en España. Alejandro Ernesto

"Un paso importante, pero insuficiente", admite. Porque el autor sostiene que sólo en la unión los más pequeños encuentran la fuerza necesaria para plantar cara a los más fuertes. "No lo digo yo, lo dijeron Freud y Einstein", apunta. En medio de una vorágine de reuniones, Waslekar recibe a EL ESPAÑOL durante sus primeros días en la capital española. 

¿En qué punto de la historia nos encontramos?

En el momento más peligroso de la historia de la humanidad. Primero, porque la carrera armamentística está fuera de control. Y aunque el número de ojivas nucleares ha pasado de unas 80.000 en los años 80 a unas 10.000 hoy, su letalidad ha aumentado. Y segundo, porque casi todos los acuerdos de control de armas, como el Tratado de Misiles Antibalísticos (AGM) han desaparecido. El New START está al borde del colapso.

Sin embargo, durante la Guerra Fría la amenaza nuclear también era permanente. ¿Qué distingue aquella época de la actual?

Hoy no hay un diálogo estratégico entre potencias, como sí ocurría en la Guerra Fría, y se suma ahora un peligro nuevo: la inteligencia artificial. Pronto se trasladará a las máquinas el control del destino humano. Eso es un fracaso moral. Antes las decisiones, incluso terribles, las tomaban personas. Ahora, con la IA impulsando la carrera armamentística, una guerra accidental es posible.

¿Cuál podría ser el detonante?

Podría ocurrir por decisión intencional, por un incidente, como que una guerra convencional se deslice hacia una nuclear, o simplemente, por accidente, por un error de cálculo. El arsenal nuclear sigue en manos de personas, no de la tecnología, pero esos mandos militares podrían tomar la decisión de usar armas nucleares basándose en la información que reciben a través de sistemas de inteligencia artificial. Esa combinación es mortal. Los próximos cuatro o cinco años serán extremadamente peligrosos. Si no frenamos la deriva actual, es posible que la humanidad entera desaparezca de la Tierra en 10 ó 15 años.

¿No le parece un tanto catastrofista?

No digo que vaya a pasar, sino que el riesgo existe porque no hay mecanismos de diálogo. Eso impulsa los extremismos de todo tipo, que compiten entre sí. Vivimos en una era de extremismos competitivos y de guerras sin fin. Si uno mira a Ucrania, a Oriente Medio, o a las tensiones entre China y Taiwán se encuentra con que estamos atrapados en una situación donde ni los estadistas ni los diplomáticos saben cómo poner fin a los conflictos. Simplemente, no saben cómo hacerlo.

"Vivimos en una era de extremismos competitivos y de guerras sin fin"

¿Por qué hemos perdido la capacidad de diálogo?

Porque estamos atravesando una crisis. Tres, en concreto. Una primera crisis conceptual y moral. Mire, durante la Guerra Fría y hasta 1999 se sabía que el mundo estaba dividido en dos bloques —el soviético y el estadounidense—, pero había distintas formas de comunicación entre ellos, había claridad sobre cómo funcionaba el sistema. Después, surgió el concepto en Estados Unidos del "choque de civilizaciones" [una teoría de las relaciones internacionales que explicaba cómo los conflictos ocurrían entre grupos culturalmente distintos], y en menos de diez años se vio que ese modelo no funcionaba.

¿Y hoy? ¿Qué concepto guía el orden mundial?

Ninguno. Ese es el problema. No existe un concepto que unifique a comunidades, naciones, etnias o religiones, ni una visión común del futuro. A esto se suma una pérdida de moralidad. Nuestra idea de lo que es bueno o malo ha colapsado. ¿Ejemplo? En Oriente Medio se mata a inocentes y casi nadie se atreve a criticar a Israel. Y de ahí surge la segunda crisis, la institucional. Hoy el presidente de EEUU rechaza acuerdos previos e incluso plantea invadir países aliados como Dinamarca o Canadá. Y no hay un mecanismo eficaz para resolver conflictos, ni a nivel local ni global. Eso me lleva a la tercera crisis, que es la tecnológica. La tecnología se está escapando del control humano. Así que bueno, en conjunto, enfrentamos una situación sin precedentes, una combinación de peligros como nunca antes.

Sostiene que no hay un mecanismo eficaz para resolver conflictos. ¿No se creó precisamente la ONU para garantizar la paz y la seguridad?

El Consejo de Seguridad de la ONU no funciona. Está roto, porque está compuesto por grandes potencias que solo ven el mundo desde el punto de vista de la seguridad. Ahora bien, si se quiere promover la paz, países como EEUU y Rusia son completamente inútiles. Inútiles por definición, porque tienen conflictos de interés entre ellos. Para resolver las guerras del mundo se necesitan poderes independientes.

¿Por ejemplo?

Países que tengan algo de fortaleza económica, de historia, de capacidad de pensar con independencia. Y deben trabajar juntos para crear esperanza, establecer justicia y reunir a las partes en conflicto. El futuro del mundo no depende de las grandes potencias, sino de otros que son relativamente neutrales —aunque la neutralidad perfecta no existe— y que pueden decir la verdad, mediar.

¿Un país como España puede influir en el camino hacia la paz? Nuestro país ha encabezado en Europa la condena a Israel por la guerra en Gaza y el reconocimiento del Estado palestino.

España puede ayudar a construir un futuro positivo para la humanidad. El mensaje que está enviando sobre Oriente Medio es importante, pero es insuficiente. Ni siquiera junto a Noruega o Irlanda. Se necesita una coalición de Estados neutrales e independientes para cambiar las reglas que hoy gobiernan el mundo. De los 193 países, al menos 100 estarían dispuestos a asumir ese papel, pero algunos deben dar el paso de liderar. 

Es difícil pensar en que alguien dé un paso en contra de los intereses de la actual Administración estadounidense.

Es cierto, pero hay que pensar que un grupo de países, aunque sean pequeños o débiles, pueden ejercer dos tipos de poder: moral y real. Las cadenas de suministro están repartidas por todo el mundo, y si un centenar se unen y adoptan una postura firme —por ejemplo, impedir el tránsito de barcos— entonces tienen fuerza. Un solo país sería castigado por EEUU, China o Rusia; pero varios juntos pueden desafiar a los grandes. Pero creo que, en ese marco, si España busca justicia en Oriente Medio, debería mantener la misma postura en Ucrania. No puede ser imparcial con Israel y a la vez no alinearse completamente con la OTAN frente a Rusia.

Imagino que se refiere a las reticencias del Gobierno español de aumentar el gasto militar al 5% para 2030.

Sí, creo que España, con su acto de independencia, fue muy valiente, porque aunque seguir a Alemania o Francia en esa carrera armamentista sería, en realidad, seguir un plan de EEUU para convertir a Europa en su colonia. Ese 5% se destinaría sobre todo a armas, energía y tecnología procedentes de EEUU, incluida la inteligencia artificial. En otras palabras: el dinero europeo terminaría financiando su industria.

Sundeep Waslekar durante su entrevista con EL ESPAÑOL.

Sundeep Waslekar durante su entrevista con EL ESPAÑOL. Alejandro Ernesto

¿Qué alternativa propone al Consejo de Seguridad de la ONU?

Una coalición de Estados neutrales, institucionalizada dentro de la ONU. No basta con reformar el Consejo de Seguridad, que seguirá promoviendo guerras. Hace falta un Consejo de Neutralidad, y en última instancia, una revolución moral: nada puede cambiar institucionalmente si no cambia primero la ética. ¿Es eso posible? Sí. Nada está perdido, aunque nos quieran hacer creer lo contrario. Si se resolvieron problemas como la esclavitud, también podemos resolver el odio y la desconfianza. Pero necesitamos un cambio de pensamiento, y el tiempo corre en contra: la carrera armamentista amenaza con hacerlo desaparecer todo.

¿Puede el mundo escapar de esta espiral de la confrontación con líderes como Trump, Putin o Netanyahu?

Todas las guerras son por elección, porque unos dirigentes han decidido empezarlas, no porque fueran inevitables. El error es personalizar los problemas; vivimos cambios estructurales y necesitamos soluciones estructurales. Putin o Netanyahu son solo la superficie, el síntoma de las dinámicas de los últimos años. El economista Thomas Piketty señalaba que la desigualdad está creciendo y seguirá haciéndolo. En las últimas décadas, unos pocos se han beneficiado, mientras muchos han quedado excluidos y sin raíces. Eso a nivel económico, al que se le suma un problema aún mayor: el psicológico. A escala global, la mente humana está colapsando frente a la complejidad. Antes los líderes y los ciudadanos entendían que la política y la diplomacia eran asuntos complejos. Hoy, buscan respuestas simplistas. Y cuando se pierde la capacidad de manejar la complejidad, también se pierde el sentido del espacio y el tiempo.

Suena un poco filosófico...

Sí, lo sé, pero lo explicaré. El grupo terrorista ISIS operaba en Siria e Irak, pero la mayoría de sus combatientes venían de Marruecos, Argelia y Túnez. No había conexión directa, pero se identificaban por religión o ideología. El sentido del espacio se había perdido. Hoy, algo ocurre en un lugar y la gente en otro lo toma como propio. Si es una injusticia, se identifican; si es algo positivo, no. España, por ejemplo, muestra cierto crecimiento económico, pero nadie se reconoce en ello. En cambio, un atentado en otro país sí genera reacción. El sentido del espacio se está desvaneciendo.

¿Y el sentido del tiempo?

Esto es más grave aún. Trump dice: "Hagamos América grande de nuevo", como si hubiera que volver a un pasado mejor. En India recuerdan injusticias de hace mil años y piden venganza hoy. En Oriente Medio, el conflicto entre israelíes y palestinos se enraíza en hechos de hace siglos. Así justificamos el presente con un pasado lejano.

"El Consejo de Seguridad de la ONU está roto: las grandes potencias son inútiles para la paz"

¿Cómo se traduce esa pérdida de complejidad en fenómenos políticos?

En todo el mundo, quienes se sienten privados económica y psicológicamente buscan respuestas simples: giran hacia la extrema derecha o la extrema izquierda. En Francia, por ejemplo, la extrema derecha de Marine Le Pen defiende a los trabajadores en lo económico, pero en identidad es ultraderecha. En Estados Unidos, Trump cuenta con un apoyo genuino de la clase trabajadora blanca, sobre todo en el centro del país. Y aunque su comportamiento sea errático, lo siguen porque sienten que están perdiendo y culpan a factores externos o a decisiones pasadas.

¿Es una tendencia reversible o vamos hacia una radicalización creciente?

Creo que en las próximas décadas —no sé si en 5, 10 o 15 años—, la gente se dará cuenta de que ese extremismo competitivo, esa ida a los extremos, no les da resultados. No les da empleo, felicidad, seguridad ni justicia. La gente no solo quiere comida, una casa y vacaciones. Quiere sentirse segura cuando regresa a casa por la noche.

Usted sostiene que el nacionalismo se ha convertido en un arma de manipulación para justificar la guerra. ¿Por qué?

Todo extremismo surge de la pérdida psicológica de la complejidad. El nacionalismo, llevado al extremo, se convierte en una religión. Lo vimos con los yihadistas y hoy ocurre en muchos países, incluso en Estados Unidos. El nacionalismo puede ser positivo cuando moviliza a la sociedad ante una tragedia o en movimientos de liberación. Pero cuando se transforma en odio hacia otras naciones, religiones o identidades, se vuelve destructivo. Y ese es el nacionalismo que está creciendo y el que aplican muchos para perpetuarse en el poder. 

¿Por qué Occidente se une en torno a Ucrania pero no frente a Gaza?

Bueno, porque necesitas un vínculo común. Necesitas un lazo. Con ISIS, por ejemplo, la religión fue ese vínculo que movilizó a personas desde Marruecos y otras partes del mundo. Los europeos sí encuentran un vínculo con Ucrania, por la cultura, por la religión —no en un sentido abiertamente religioso, sino más sutil—, por el estilo de vida. Hay un vínculo emocional e histórico. Pero la gente fuera de Oriente Medio no encuentra ese vínculo con el sufrimiento del pueblo palestino en Gaza.

Cabría esperar que los países árabes fueran ellos los principales defensores de los palestinos, pero tampoco se percibe una reacción contundente.

La mayoría de los líderes árabes hablan de justicia, pero en realidad buscan mantener buenas relaciones con Israel. Todos saben por qué ocurrió el ataque del 7 de octubre: no solo por el conflicto histórico, sino porque Israel y Arabia Saudí estaban a punto de sellar una unión económica con EAU, Baréin o Jordania. Los Acuerdos de Abraham buscaban integrar a Israel en el mundo árabe, incluso a costa de marginar a los palestinos. Hamás atacó para romper ese plan. No lo justifico, pero esa fue la lógica: sabían que Israel respondería con dureza y confiaban en que el castigo generara simpatía hacia su causa. Estrategicamente, han perdido: Israel ha destruido recursos palestinos y árabes. Pero el fracaso mayor es de Israel, porque esa unión económica ahora es inviable durante décadas.

Sundeep Waslekar durante la entrevista.

Sundeep Waslekar durante la entrevista. Alejandro Ernesto

Señala en su libro que algunos países pueden pasar fácilmente de ser enemigos a aliados, y viceversa. ¿Qué salidas ve posibles en ese caso?

Solo hay una manera de resolver el problema de Oriente Medio: crear una mesa de diálogo permanente e inclusiva. Como en los años 70 con la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), cuando EEUU y la URSS se sentaron a negociar. Solo si Israel, Palestina, los estados árabes, Turquía e Irán participan podrá encontrarse una solución.

¿Cree que es posible la convivencia pacífica?

Es difícil. Las acciones de Israel —atrocidades, genocidio— muestran que todo esto puede destruir a la humanidad, pero no traer nada positivo. Israel ha ganado una batalla militar estratégica, pero a costa de la seguridad de su propio pueblo. Los israelíes viven ahora con miedo e inseguridad permanente; no saben cuándo habrá otro atentado. El pueblo de Israel ha perdido, incluso si el Estado ha obtenido una ganancia estratégica.

¿Qué papel puede jugar la comunidad internacional en el proceso de paz?

La comunidad internacional es hipócrita. Apoya a Israel, incluso con armas, y como mucho emite condenas. Pero si el agresor es Rusia, pide sanciones. El principio es claro: ningún Estado debe violar la soberanía de otro; si se aplica contra Rusia, también debería aplicarse contra EEUU, contra Israel o contra cualquiera.

"El 70% del mundo no apoya del todo a Ucrania porque los europeos callaron ante Irak o Siria"

En Europa Occidental muchos creen sinceramente que Rusia es la única culpable y debe ser castigada. Pero en África, Oriente Medio, Asia y América Latina, buena parte de la población piensa que Rusia fue provocada y que sus preocupaciones de seguridad se ignoraron. Por eso, el 70% del mundo está de su lado, o al menos no apoya del todo a Ucrania. Nadie justifica una invasión, pero muchos creen que Rusia tenía razones legítimas para actuar. Y ocurre porque los europeos callaron ante la invasión estadounidense a Irak o los ataques a Siria, y ahora calla ante Israel. Ese doble rasero es el colapso moral. Hoy vivimos en un mundo sin moral.

¿Sigue creyendo que es posible un mundo sin guerra?

Sí, si la humanidad sobrevive a los próximos 20 años, veremos un gran cambio psicológico. No solo se podrá evitar la guerra, sino que se podrá construir un mundo más próspero, justo e inclusivo. Pero si no actuamos con valor moral y cambiamos nuestros instrumentos, alianzas y pensamiento... todo puede terminar. En 20 horas se puede destruir lo que ha tardado 200.000 años en construirse. Todos los seres humanos podríamos convertirnos en esqueletos y huesos, y lo único que quedaría en el planeta serían cucarachas, porque pueden sobrevivir a una guerra nuclear. Pero también hay esperanza: tras la medianoche viene la mañana. Solo tenemos que atravesar esta noche. Ese es el reto de la humanidad.