Un soldado ucraniano dispara un obús hacia las tropas rusas en una línea del frente en la región de Donetsk..

Un soldado ucraniano dispara un obús hacia las tropas rusas en una línea del frente en la región de Donetsk.. Oleksandr Ratushniak Reuters

Europa

Por qué entregar a los rusos lo que no han ocupado de Donetsk sería (demasiado) peligroso para el resto de Ucrania

Las ciudades de Sloviansk, Kramatorsk, Druzhkivka y Kostiantynivka forman una barrera de 50 kilómetros que Kiev lleva más de una década fortificando. Tan es así que los rusos tardarían varios años en tomarlas por la fuerza.

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La evolución de las negociaciones a cuatro bandas entre Estados Unidos, Rusia, Ucrania y Europa apunta –según ha informado el canciller alemán Friedrich Merz– a un encuentro entre Volodímir Zelenski y Vladímir Putin en una ciudad europea todavía por decidir –¿Budapest?, ¿Ginebra?– antes de que termine el mes de agosto.

Si finalmente tiene lugar dicho encuentro una de las exigencias de Putin para detener su ofensiva será, casi seguro, la retirada de las tropas ucranianas del trozo de la región de Donetsk que todavía controla Ucrania.

Una exigencia que, a ojos de algunos observadores internacionales, parece no solo realista sino lógica. Y una exigencia que, según ha podido saber EL ESPAÑOL, lleva siendo contemplada por varios altos funcionarios ucranianos desde, por lo menos, el pasado otoño.

Sin embargo, entre quienes siguen la guerra de cerca cada vez hay más voces diciendo que Ucrania no puede –o no debería– prescindir de la parte occidental de Donetsk que todavía controla. O que hacerlo implicaría cometer un error mayúsculo. No tanto desde el punto de vista simbólico como desde un punto de vista estratégico y militar.

El ‘cinturón fortificado’

“La rendición del resto de la región de Donetsk […] obligaría a Ucrania a abandonar su ‘cinturón fortificado’, que es la principal línea defensiva ucraniana en la zona desde 2014”, señalaban los expertos del think tank estadounidense Institute for the Study of War en un informe publicado el pasado 12 de agosto.

“Dentro de la región que exige Putin se encuentra un ‘cinturón fortificado’ formado por varias ciudades a lo largo de la carretera N-20 muy bien defendidas por los ucranianos”, señalaba días después el académico británico Mark Galeotti, uno de los principales expertos occidentales a la hora de analizar las dinámicas del Kremlin, tanto en un episodio de su pódcast –In Moscow’s Shadows– como en un artículo publicado por la revista The Spectator.

“El verdadero objetivo [detrás de la exigencia de Putin] es obligar a Ucrania a abandonar su ‘cinturón fortificado’, que es una línea defensiva de 50 kilómetros estratégicamente crítica que comprende cuatro ciudades y varios pueblos, y que no sólo impide a Rusia ganar todo el Donbás sino también amenazar a otras regiones”, publicaban los editores especializados en Defensa de la revista The Economist este mismo lunes.

Esas cuatro ciudades son Sloviansk, Kramatorsk, Druzhkivka y Kostiantynivka. Localidades que, en conjunto, todavía alojan a unas 250.000 personas, protegen el 30% de Donetsk que todavía no ha caído en manos de Putin y cuya puesta a punto para resistir el envite ruso ha costado un auténtico dineral a Kiev.

“La zona, bastante urbanizada y densamente poblada por edificios y polígonos industriales, ha sido reforzada con capas de alambre, hormigón, grava y dientes de dragón [estructuras que dificultan el avance de vehículos blindados]”, señalaba la revista británica. A eso hay que sumar la construcción de un gran número de búnkeres y trincheras desde la caída de Bajmut, en la primavera del 2023, así como la implantación de campos de minas y trampas anti-tanque.

Aunque no ha ofrecido cifras concretas el exministro de Defensa ucraniano, Andriy Zagorodnyuk, ha calificado la inversión de “masiva”.

Debido a todo lo anterior son muchos los analistas que coinciden al señalar la cantidad de tiempo, esfuerzo, dinero y sangre que tendría que poner Rusia para conquistar la zona. “Hablamos muy probablemente de varios años”, dicen desde el Institute for the Study of War. Los mismos años que, en caso de que la paz no llegue a buen puerto tras el cambio de manos, tendría que dedicar Ucrania para recuperar lo cedido. Como mínimo. Y si es que consigue recuperarlo algún día.

Por eso la cesión de ese tercio de la región de Donetsk es vital para el Kremlin. Además, parece que Putin quiere obtenerlo sin que medie no ya la paz sino un mero alto el fuego. “Primero os retiráis y luego ya nos sentamos a negociar”, parecen decir desde el Kremlin.

Un requisito –orquestar una retirada con la ofensiva todavía en marcha– que, según Galeotti, puede llegar a generar episodios de rebeldía dentro del estamento militar ucraniano si Zelenski acepta. Principalmente por el peligro que encerraría para las tropas de Kiev un escenario semejante.

Garantías ‘made in Russia’

Al margen de los mapas de batalla en los ambientes diplomáticos la gran pregunta, ahora mismo, tiene que ver con esas “garantías de seguridad” que harían sentirse realmente protegidos a los ucranianos. Y que parecen, por tanto, fundamentales para que exista un acuerdo de paz duradero.

De momento no hay nada concreto, pero ya se han tanteado varias posibilidades. Una de ellas, por ejemplo, implicaría el despliegue de tropas europeas en suelo ucraniano. Otra se refiere a la venta de miles de millones de dólares en armamento a Kiev durante los próximos años.

Con lo que la diplomacia estadounidense no parecía contar, a juzgar por las muestras de sorpresa que se han registrado este miércoles en Washington, es con las declaraciones realizadas por el ministro de Asuntos Exteriores ruso: Sergei Lavrov. Unas garantías “realmente seguras” deben contar con el visto bueno del Kremlin, ha dicho. En otras palabras: Lavrov exige poder vetar cualquier garantía de seguridad que no sea del agrado ruso.

Lo cual supone una línea roja para Ucrania, claro. Y es que en Kiev están convencidos de que, si no se cuenta con una verdadera capacidad de disuasión, Rusia volverá a atacar el país antes o después. De ahí la necesidad de unas garantías de seguridad de verdad.

De modo que las declaraciones de Lavrov, quien también ha arrojado dudas sobre la cumbre entre Putin y Zelenski, han agriado el optimismo expresado por la Casa Blanca después de las reuniones de estos últimos días –con Putin en Alaska y con los principales líderes europeos además de Zelenski en Washington– sobre la posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz en el corto plazo.