El primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, durante una visita militar conjunta al centro MARCOM, centro de mando marítimo en Northwood, el 10 de julio de 2025 en Londres, Inglaterra.

El primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, durante una visita militar conjunta al centro MARCOM, centro de mando marítimo en Northwood, el 10 de julio de 2025 en Londres, Inglaterra. Leon Neal Reuters

Europa

Francia y Reino Unido avanzan en el "paraguas nuclear" para Europa ante Putin: juntos suman 500 cabezas nucleares

Macron y Starmer llegan a un principio de acuerdo para manejar de forma conjunta el arsenal nuclear de sus países en defensa de las posibles amenazas exteriores al corazón de Europa.

Más información: Starmer y Macron acuerdan poner en marcha un programa piloto de retornos: "Inmigrante que entra por el que sale"

Publicada
Actualizada

La visita del presidente francés Emmanuel Macron a Reino Unido acabó este jueves con una reunión telemática de la llamada “coalición de los dispuestos”, es decir, el conjunto de países europeos resueltos a ayudar a Ucrania en su guerra con Rusia. Horas antes, Macron y Keir Starmer, primer ministro británico, habían anunciado un principio de acuerdo para coordinar el uso de sus armas nucleares en caso de amenaza para la integridad propia o la de sus aliados.

En ambos casos, el trasfondo es la ambigüedad de Donald Trump respecto a la relación que quiere con sus socios europeos y su disposición o no a ayudar a Ucrania frente a la agresión rusa. La Administración estadounidense es absolutamente imprevisible y no hay garantías de que la tendencia de esta semana —profunda frustración y hartazgo hacia Vladímir Putin— no se convierta la semana que viene en lo contrario —críticas a Volodímir Zelenski y confianza en retomar las relaciones comerciales con Rusia— sin que nadie sepa muy bien por qué.

El mismo día que Kyiv recibía un salvaje ataque en el que murieron civiles de todas las edades y obligó a la población a refugiarse en el subsuelo, el secretario de Estado, Marco Rubio, se reunía en Kuala Lumpur con el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. Mientras Trump anuncia el envío de baterías antiaéreas Patriot a Ucrania, nadie sabe aún quién ordenó que se detuviera la entrega de las armas ya prometidas a Kyiv. A la vez que el senador Lindsey Graham presiona a su partido para sacar adelante unas sanciones de hasta el 500% a todo país que comercie con Rusia, el omnipresente enviado especial Steve Witkoff pide que se levanten las ya existentes.

El odio a Europa

Toda esta incertidumbre obliga a los países de la OTAN y en concreto a los europeos a replantearse su estrategia de defensa. La exigencia del 5% de gasto público puede que sea una manera de obligarlos a tomarse en serio su seguridad… o puede que sea una excusa para desligarse de la Alianza Atlántica, una organización que Trump nunca ha valorado en su justa medida y que ve, poco más o menos, como una banda de gorrones dispuestos a beneficiarse del gasto militar estadounidense.

El problema, como se reflejó en la conversación de Signal filtrada el pasado mes de marzo por el diario The Atlantic, es que ese desprecio por el otro lado del Atlántico es compartido por los altos cargos de su Gobierno, empezando, especialmente, por su vicepresidente, JD Vance. Aunque el propio Rubio calificara en su momento de “histerismo” el miedo europeo a que Estados Unidos se retirara de la OTAN, lo cierto es que Trump, dentro de su imprevisibilidad, ha dado motivos para ello.

En ese sentido, Macron, en especial, pero también Boris Johnson, Rishi Sunak y ahora Keir Starmer por parte británica, han repetido en numerosas ocasiones la necesidad de crear algún tipo de sistema de autodefensa únicamente europeo. El canciller alemán, Friedrich Merz, también se ha pronunciado en ese sentido, lejos de la prudencia, por llamarlo de alguna manera, de su antecesor, el socialista Olaf Scholz. Italia y España, por razones distintas, han mostrado mayores reticencias y los países bálticos, en la diana imperialista rusa, siempre se han quejado de que no se cuenta lo suficiente con ellos.

El ”paraguas nuclear”, ¿amenaza o realidad?

Ahora bien, para que este sistema de seguridad tenga algún sentido frente a la amenaza de Putin, tiene que estar respaldado por el principio de destrucción mutua asegurada. En otras palabras, tiene que haber una importante fuerza nuclear detrás.

En Europa, los únicos países que tienen cabezas nucleares son precisamente Reino Unido y Francia, como vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Entre los dos cuentan con más de quinientas de estas armas (290 los franceses, 225 los británicos). Son muy pocas si se comparan con las 5.500 de Rusia o las 5.177 de Estados Unidos… pero son suficientes como para provocar el fin de la humanidad tal y como la conocemos.

En ese sentido, el principio de acuerdo entre Macron y Starmer para utilizar este arsenal nuclear de forma conjunta debe entenderse como un “paraguas” para Europa… si es que, al final, Estados Unidos retira el suyo. Lo que será más difícil de determinar será el alcance de ese paraguas, es decir, a quién protegerá y a quién no. Es de entender que, dentro de los países que Francia y Reino Unido consideran aliados están todos los de la Unión Europea y la OTAN, pero lógicamente la cosa se complica según uno se va acercando al este.

La razón de ser de la Alianza Atlántica se refleja en el famoso artículo cinco que establece la defensa mutua, es decir, que el ataque sobre cualquiera de los miembros de la organización se considerará como un ataque a todos los miembros y recibirá una respuesta inmediata. ¿Están dispuestos a algo parecido Reino Unido y Francia? ¿Se atreverán a establecer una cláusula similar en su acuerdo que incluya a Polonia, a Hungría, a Rumanía, a Letonia, a Lituania, a Estonia, a Finlandia y al resto de países de la Europa oriental que Putin considera su “espacio vital”?

Esa es la gran pregunta que deben responder ambos países y, en general, los “dispuestos”. Todo el mundo entiende que la sola amenaza es suficiente para mantener la paz. Así lo ha sido durante ochenta años. Sin embargo, la historia nos dice que tarde o temprano aparece alguien capaz de hacerlo saltar todo por los aires con tal de salirse con la suya. Europa debe prepararse no solo para la amenaza, sino para el cumplimiento de esa amenaza. En ese salto, se juega su futuro.