Mi hijo se arrojó sobre el ataúd gritando que quería irse con su padre: el internado que arruinó a cientos de niños en Francia

"Mi hijo se arrojó sobre el ataúd gritando que quería irse con su padre": el internado que arruinó a cientos de niños en Francia Alexandre Dimou Reuters

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"Mi hijo se lanzó sobre el ataúd y dijo que quería irse con su padre": 200 víctimas denuncian abusos en un internado francés

El escándalo de Notre-Dame de Bétharram implica a 200 víctimas, 90 denuncias por violencia sexual y salpica al primer ministro francés, François Bayrou, cuya hija también fue víctima y cuya esposa impartió clases allí.

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Pascal Gélie tenía 14 años cuando convenció a sus padres de enviarlo a Notre-Dame de Bétharram, un internado católico en los Pirineos franceses.

El folleto prometía actividades deportivas, valores cristianos y una formación de élite. La realidad fue otra: “La primera noche la pasé de pie, castigado bajo la lluvia por hablar en voz baja. Lo siguiente fueron años de golpes, humillaciones y terror”, recuerda.

Hoy, Gélie es una de las más de 200 personas que han denunciado agresiones en el colegio entre 1957 y 2004, como cuenta The Guardian.

El escándalo, que ya se considera el mayor caso de abusos infantiles en instituciones educativas de Francia, salpica a figuras de alto perfil.

El actual primer ministro, François Bayrou, envió a sus hijos a ese mismo colegio. Su esposa fue profesora de catequesis allí. Y su hija, Hélène, reveló recientemente que fue víctima de una paliza durante un campamento organizado por la escuela.

Bayrou ha sido interrogado por una comisión parlamentaria que este miércoles presenta un informe con 50 recomendaciones. Él niega toda implicación y denuncia una ofensiva política contra su figura.

La ministra de Educación, Élisabeth Borne, ha calificado el caso como una especie de “#MeToo escolar”. Y no es para menos: 90 de las denuncias implican violencia sexual, desde agresiones hasta violaciones.

Muchas no se han podido llevar a juicio por haber prescrito. Solo dos han derivado en cargos penales: un exsupervisor ha sido acusado de violaciones a menores entre 1991 y 1994 y permanece bajo custodia.

Boris, otro denunciante de 51 años, llegó al colegio buscando protección. Su madre, desesperada, quiso alejarlo de una red de pederastas que lo había explotado en Burdeos.

Para obtener una plaza en Bétharram, Boris relató al director del centro, el sacerdote Pierre Silviet-Carricart, los abusos que había sufrido, incluso el hecho de que su agresor le entregaba siempre un sobre con 50 francos.

A los pocos meses, Carricart lo violó y repitió el mismo gesto: el sobre con dinero: “El sadismo fue absoluto”, recuerda Boris.

Carricart, que dirigió la institución durante años, también fue acusado por Martine, madre de un alumno de 11 años.

El niño fue agredido sexualmente el mismo día del funeral de su padre. Martine lo recogió en el colegio y notó su estado de angustia: “En el crematorio, mi hijo se arrojó sobre el ataúd gritando que quería irse con su padre”.

Años después, fue arrestado por exhibicionismo y confesó los abusos en comisaría. Carricart fue imputado, encarcelado brevemente, trasladado a Roma y se suicidó en 2000 tras una nueva denuncia.

“La vida de mi hijo ha sido una sucesión de ingresos psiquiátricos, dolor y aislamiento”, dice Martine. Y añade: “Tiene la piel destrozada de tanto intentar limpiarse. Nunca ha podido rehacer su vida”.

La congregación religiosa que administraba el internado ha reconocido su responsabilidad en marzo y anunció una investigación interna sobre los “abusos masivos”.

Sin embargo, las víctimas piden más: la supresión de los plazos de prescripción para los delitos sexuales contra menores: “El tiempo no cura. El trauma sigue. Queremos justicia, no gestos simbólicos”, reclama Gélie.

Laurent, otro exalumno, fue agredido sexualmente y noqueado de un puñetazo por lanzar una bola de nieve en la dirección equivocada: “No eran castigos. Era violencia gratuita, estructurada, constante. Dos años de infierno que arruinan una vida entera”, denuncia.

El grupo de víctimas ha puesto en marcha una red internacional para contactar con antiguos alumnos de otros países. La orden religiosa tenía presencia en Reino Unido, Brasil, Tailandia y Costa de Marfil: “No creemos que esto se limite a Francia”, advierte Gélie.

Bétharram fue, durante décadas, un refugio para depredadores sexuales con sotana. Hoy, gracias al valor de sus víctimas, ese refugio se tambalea.