Donald Trump conversa con Mark Rutte durante la cumbre de la OTAN en La Haya.

Donald Trump conversa con Mark Rutte durante la cumbre de la OTAN en La Haya. Ludovic Marin Reuters

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La UE necesita 300.000 millones de euros (o más) para protegerse de la mayor amenaza de Trump: el apagón de Internet

La dependencia tecnológica de Amazon, Microsoft y Google pone a Europa a merced de decisiones unilaterales de Washington. Bruselas plantea una inversión inaudita para recuperar el control digital.

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El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha encendido todas las alarmas en Bruselas.

No por una decisión política o militar, sino por una amenaza menos visible y potencialmente devastadora: la posibilidad real de que EEUU desconecte a Europa de la infraestructura que sostiene su vida digital.

Desde el correo electrónico hasta la gestión de datos industriales y gubernamentales, el continente depende de tres gigantes tecnológicos estadounidenses -Amazon, Microsoft y Google- que controlan más de dos tercios del mercado europeo de computación en la nube.

Esta concentración ha otorgado a Washington una palanca estratégica sin precedentes, capaz de paralizar servicios esenciales con una simple orden ejecutiva.

La preocupación no es nueva, pero el actual contexto geopolítico ha hecho saltar las alarmas: “Trump odia Europa. Cree que la UE existe para fastidiar a EEUU”, afirma Zach Meyers, director de investigación en el think tank CERRE, en declaraciones a Politico.

En este clima, añade, la idea de que el presidente pueda ordenar un "apagón digital" deja de parecer descabellada.

Los antecedentes no invitan al optimismo. En mayo, el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, perdió acceso a su correo de Microsoft tras las sanciones impuestas por EEUU por emitir órdenes de arresto contra dirigentes israelíes.

Aunque la empresa niega haber cortado el servicio directamente, el caso ilustra cómo las decisiones políticas pueden traducirse en interrupciones tecnológicas inmediatas.

La dependencia europea se remonta a años de inacción estratégica: “Nos centramos en la tecnología, no en la política. Pero debimos alzar la voz antes”, reconoce Alexander Windbichler, CEO de la firma austríaca Anexia.

Benjamin Revcolevschi, director de OVHcloud -uno de los pocos actores europeos del sector- lo resume con una metáfora inquietante: “La nube es como el grifo del agua. ¿Qué pasa si alguien lo cierra?”.

Consciente del riesgo, Microsoft ha incluido una cláusula en sus contratos con gobiernos europeos para prometer continuidad del servicio y pleitear si EEUU ordena lo contrario.

Amazon, por su parte, ha rediseñado su estructura de gobernanza para reforzar su “oferta soberana” en Europa.

Pero muchos expertos dudan de que puedan resistirse a una presión real de la Casa Blanca: “¿Qué poder tienen las empresas, por muy bienintencionadas que sean, para enfrentarse a su presidente?”, plantea la economista Cristina Caffarra.

Ante este panorama, Europa empieza a reaccionar. El plan más ambicioso sobre la mesa es el proyecto “EuroStack”, una iniciativa industrial respaldada por expertos y empresas tecnológicas que busca construir una infraestructura digital completamente autónoma, desde los centros de datos hasta el software.

Su coste estimado es de 300.000 millones de euros, aunque sus detractores —como la patronal tecnológica estadounidense— elevan la cifra por encima de los 5 billones.

El objetivo es triple: comprar europeo, vender europeo y financiar europeo. Para ello, el plan propone cuotas en los contratos públicos y un fondo específico para apoyar el desarrollo de tecnología propia.

“No es nada extraordinario”, sostienen los impulsores: Y añaden: “EEUU lleva décadas usando estas herramientas para impulsar a sus gigantes”.

Sin embargo, las resistencias internas persisten. Una propuesta de ciberseguridad que limitaría el uso de servicios cloud extranjeros está bloqueada desde hace meses, por miedo a tensar aún más la relación transatlántica.

Francia lidera el bando soberanista, mientras que países como Países Bajos, tradicionalmente aliados de Washington, han empezado a virar debido al clima de incertidumbre.

Henna Virkkunen, comisaria europea de Soberanía Tecnológica, ha reconocido que el bloque se enfrenta al “riesgo de la instrumentalización de nuestras dependencias tecnológicas”.

El equilibrio entre autonomía y proteccionismo es delicado, pero cada vez más voces claman por una Europa que no dependa de nadie para garantizar el acceso a sus sistemas digitales.

“Basta una orden ejecutiva para dejarnos fuera”, advierte la experta Francesca Bria. Y apostilla: “Europa confió ciegamente en EEUU. Ahora la situación es muy distinta”.