
Macron y Starmer, antes de reunirse con otra treintena de líderes europeos en París. Reuters
Macron y Starmer sólo enviarán una "fuerza de seguridad" a Ucrania si Trump logra antes un acuerdo de paz con Putin
El paso adelante del presidente francés y el primer ministro británico deja más dudas que certezas: aún no hay una configuración concreta de la "coalición de los voluntarios" y no se sabe qué hará Europa si no se concreta el alto el fuego.
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Sensaciones agridulces y contradictorias tras la reunión de los principales líderes europeos en París con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. Aunque Emmanuel Macron y Keir Starmer quisieron dar imagen de unidad y mandar el mensaje de que no necesitaban el permiso estadounidense para enviar tropas a Ucrania, los detalles siguen sin concretarse y las preguntas siguen siendo más que las respuestas.
De entrada, seguimos sin saber quién formará parte y quién no de la llamada “coalición de los voluntarios”. Sabemos que se reúnen regularmente, que hay países dispuestos, que hay países que no quieren saber nada del asunto y que hay países que dicen tener la voluntad, pero no los medios necesarios para llevarla a la práctica. De vez en cuando, el presidente o el primer ministro de tal o cual Estado sale ante sus medios a fijar una postura oficial, pero no hay una rueda de prensa definitiva, conjunta, en nombre de la propia coalición, que determine quiénes la forman y qué están dispuestos a hacer.
Eso es un problema a la hora de ganar credibilidad, y la sensación, en ocasiones, es que Francia y Reino Unido van por su cuenta, los países bálticos van por la suya y el resto de Europa mira para otro lado con la probable excepción de Alemania. De Hungría, mejor ni hablamos. La decisión de Macron y Starmer de mandar a sus jefes del Estado Mayor a Ucrania para evaluar las necesidades de Kiev no parece contar con el apoyo de los demás países ni se ha presentado como una medida conjunta y consensuada, sino como un paso adelante efectista pero poco práctico.
Tampoco está claro qué podrían hacer ahí las tropas británicas y francesas. Según sus líderes, estarían en la retaguardia, haciendo labores de intendencia y sirviendo de disuasión a Rusia en caso de que quiera romper el alto el fuego atacando alguna de las grandes ciudades del oeste de Ucrania o alguna de sus principales infraestructuras. Como todo lo demás, este plan depende de demasiadas cosas: la principal, sin duda, que se consiga un alto el fuego al que llamar por ese nombre. Y eso, desgraciadamente, no está en manos de Europa.
La importancia del paraguas nuclear de seguridad
De quien está en manos, precisamente, es de los enemigos de Europa, es decir, de Trump y de Putin. De que el segundo acepte firmar algún tipo de tregua con los ucranianos, algo que aún no ha sucedido, y de que el primero, es decir, el presidente estadounidense, ejerza suficiente fuerza como para convencerlo y se deje de las lisonjerías habituales. La Casa Blanca vende como éxito cada principio de acuerdo, pero no hay manera de que luego se firmen esos acuerdos ni se materialice progreso alguno.
Macron y Starmer quisieron dejar claro que no necesitaban el permiso estadounidense para mandar sus tropas a Ucrania, pero eso solo tendría algún valor si dijeran que lo van a hacer ahora, en pleno conflicto, enfrentándose directamente a las tropas rusas y declarando la guerra a Moscú si fuera preciso en caso de que sus hombres se vieran atacados en su misión. De lo contrario, si lo único que ofrecen son garantías para un alto el fuego que no llega, todo queda en una especie de brindis al sol.
Porque separarse de Estados Unidos en esto presenta, además, otro problema: los aliados europeos de Ucrania pueden intentar garantizar la seguridad de quien quieran… pero ¿quién garantiza la suya? La Casa Blanca ya ha dejado claro que ellos no van a ser, y contar con la OTAN para una acción que desafía la autoridad estadounidense es una quimera. No es casualidad que los dos únicos países que estén dando públicamente pasos al frente sean los dos países occidentales, aparte de Estados Unidos, que cuentan con armamento nuclear. Sin ese paraguas, cuesta unirse a coalición alguna.
La separación de Occidente lleva a un círculo vicioso
Y es que, aunque Trump cambiara de idea, a JD Vance se le pasara su antieuropeísmo y el movimiento MAGA se diera cuenta de que Putin no es un aliado fiable, lo cierto es que todo sigue en manos del Kremlin, que es quien empezó esto y quien debe acabarlo con una retirada de tropas y el fin de la agresión armada. Algo a lo que, por supuesto, no está dispuesto. Y si ya está costando dios y ayuda lograr que se comprometan a cualquier tipo de alto el fuego, incluso a los que ellos mismos proponen, lo que está claro es que nunca van a aceptar a los europeos como mediadores ni mucho menos que envíen tropas para garantizar nada.
De esa manera, entramos en una especie de bucle o de círculo vicioso que ya conocíamos y que de alguna manera habrá que romper: Europa se autoerige como mediadora de un conflicto del que una parte ha decidido excluirla. Lo dicho: o entra ella misma en guerra con Rusia, como Corea del Norte lo ha hecho con Ucrania, o todo lo demás son fuegos de artificio. Lo curioso es que algo parecido, pero a la inversa, le pasa a Estados Unidos, incapaz de llegar a compromisos económicos con Rusia que dependen en buena parte de Europa.
Y es que, por mucho que se la ningunee desde Washington, Europa sigue siendo una potencia militar y, sobre todo, financiera. En decadencia, sí, pero con armas nucleares y varios de los bancos más importantes del mundo. De hecho, la Casa Blanca ya ha tenido que reconocer públicamente que no puede contentar al Kremlin en su petición de reducción de sanciones y reinserción en el mapa del comercio mundial, sistema SWIFT incluido, porque la mayoría de esas represalias económicas dependen de Europa y de la Unión Europea.
¿Negociación o saqueo?
Si se hubiera mantenido el frente unido que había bajo la Administración Biden, es difícil determinar qué avances habríamos visto, pero desde luego haciendo la guerra cada uno por su cuenta y con el empeño estadounidense en separarse de su aliado atlántico, los acuerdos ya son directamente imposibles. Ni, militarmente, Europa va a tener posibilidad de intervenir en el conflicto, ni, económicamente, Estados Unidos va a poder prometer cosas que no dependen de ellos.
Tarde o temprano, Trump tendrá que entender que, igual que, en lo militar, Rusia no es tan fuerte como el Kremlin vende; en lo diplomático, Estados Unidos no puede permitirse humillar a todo el mundo. La última oferta por los “minerales raros” ucranianos era directamente insultante, un intento de saqueo más que un negocio propiamente dicho. Por supuesto, Zelenski se ha negado a firmarla y así llevamos ya más de dos meses sin que el “esto lo arreglo yo en veinticuatro horas” se acabe de concretar en nada. Como, por otro lado, era de esperar.