Un militar con una bandera rusa en su uniforme hace guardia cerca de la planta de energía nuclear de Zaporiyia.

Un militar con una bandera rusa en su uniforme hace guardia cerca de la planta de energía nuclear de Zaporiyia. Reuters

Europa

Los motivos del ejército de Rusia para dejar de jugar con fuego en la central nuclear de Zaporiyia

Rusia probablemente utilice la central para proteger armamento y Ucrania no esté siendo todo lo cautelosa que debe con sus bombardeos. 

14 agosto, 2022 02:00

El 4 de marzo, apenas ocho días después del inicio de la invasión rusa de Ucrania y culminando su avance por el sur desde Crimea, las tropas de Vladímir Putin tomaban la central nuclear de Zaporiyia. Eran los días de vino y rosas para Putin, esas tensas horas en las que parecía que en cualquier momento Zelenski podría entregar el país. Zaporiyia, de hecho, era la segunda central nuclear que caía en manos rusas: la primera había sido, días antes, la de Chernobyl, con su reactor inutilizado y su alta radiación descontrolada.

El protocolo que se siguió en Zaporiyia fue idéntico al seguido en el norte: el ejército entró en la planta, puso una pistola en la cabeza a los ucranianos que allí trabajaban y les dejaron claro quién mandaba. Desde entonces, y va la cosa para más de cinco meses, las cosas siguen igual: los técnicos que conocen la planta hacen el trabajo del día a día mientras las autoridades rusas supervisan dicho trabajo y procuran que toda la energía generada pueda gestionarse desde Moscú, en concreto, desde las oficinas de Rosatom, la agencia estatal rusa.

La central nuclear, pegada al río Dniéper y construida junto a la ciudad de Energodar, una extensión del complejo para albergar a sus trabajadores, acabó convertida en una especie de frontera. Mientras las hostilidades se centraron el este, con la defensa agónica de Lugansk, la parte invadida de Zaporiyia disfrutó de cierta tranquilidad. Solo los partisanos de Melitopol parecían suponer un problema y tampoco demasiado serio. Ahora que Ucrania parece decidida, gracias en parte a sus equipos de misiles de media distancia (HIMARS), a recuperar el terreno perdido durante esa infausta primera semana, la región vuelve a estar en el ojo del huracán.

Un hombre cruza una carretera cerca de la central nuclear de Zaporiyia en el curso del conflicto entre Ucrania y Rusia

Un hombre cruza una carretera cerca de la central nuclear de Zaporiyia en el curso del conflicto entre Ucrania y Rusia Reuters

"El apocalipisis nuclear"

Aunque la contraofensiva local haya tenido a Jersón como principal objetivo, los bombardeos sobre las zonas ocupadas de Zaporiyia también han aumentado conforme ha ido avanzando el verano… hasta llegar a las inmediaciones de la propia central nuclear. El pasado mes de julio, las fuerzas rusas convertían el área en un complejo militar, con el despliegue de lanzacohetes. El 3 de agosto, el Organismo Internacional de Energía Atómica advertía de que la central "estaba completamente fuera de control" y urgía una inspección con la reparación correspondiente de todo cuanto hubiera sufrido daños.

La ONU, a través de su secretario general, el portugués Antonio Guterres, ha sido lo más explícita que uno recuerda al respecto: primero aseguró que el mundo estaba "a un mal cálculo del apocalipsis nuclear" y, días más tarde, pedía a ambas partes que dejaran de utilizar una central nuclear como campo de batalla. La reacción tanto de Rusia como de Ucrania fue idéntica: culpar al otro de los ataques y asegurar que ellos no tenían culpa alguna en la escalada militar.

Antonio Guterres aseguró que el mundo estaba a "un mal cálculo del apocalipsis nuclear"

[La ONU, tras el ataque de Rusia a la central de Zaporiyia: "El riesgo de desastre nuclear es real"]

Según Ucrania, los rusos están jugando la carta del miedo con sabotajes y bombardeos sobre la zona de cara a un posible referéndum de anexión. Quieren vender al mundo y, sobre todo, a los habitantes de la región de Zaporiyia, que los ucranianos están dispuestos a todo, incluso a jugar con su vida con tal de recuperar territorio. El problema de esta acusación es que no cuadra demasiado con la de usar la central como "escudo" para colocar armamento, lo que la hace poco creíble.

Rusia, por su parte, insiste en que es Ucrania la que bombardea la central y que, por eso, el pasado 5 de agosto, los operadores tuvieron que parar momentáneamente la actividad anormal de uno de los reactores. Lo cierto es que es imposible culpar sin más a unos o a otros de lo que está pasando y lo más lógico es pensar que hay responsabilidades que ambos comparten: Rusia probablemente esté utilizando la central para proteger armamento que quiere mantener seguro… y Ucrania, o grupos aislados del frente sur, no esté siendo todo lo cautelosa que debe con sus bombardeos.

La ironía y las armas nucleares

En cualquier caso, el escenario que pinta Antonio Guterres sigue siendo válido: un mal cálculo, un proyectil mal dirigido, un despiste mínimo… y podemos estar ante una catástrofe como la de Chernobyl. Una catástrofe que, sobra decirlo, perjudica a todos: a Europa, al sur de Ucrania… pero también a Rusia, que debería dejarse de juegos cuanto antes y abandonar la planta, como le pide el G7 (algo que, obviamente, no va a hacer), o al menos retirar las armas y convertir la zona, como sugiere Estados Unidos, en un territorio neutral… aunque mantenga el control de la energía resultante.

Una vista muestra un sistema de cohetes de artillería de alta movilidad M142 ( HIMARS ) disparado en un lugar no revelado, en Ucrania.

Una vista muestra un sistema de cohetes de artillería de alta movilidad M142 ( HIMARS ) disparado en un lugar no revelado, en Ucrania. Reuters

Si hay algo que desequilibra esta guerra en favor de Rusia es precisamente su capacidad nuclear. Rusia lleva desde febrero amenazando a todo el mundo de los destrozos que pueden causar sus misiles. Sería una catástrofe para el Kremlin que, después de todo, efectivamente, hubiera una explosión nuclear… pero que los afectados fueran, primero, sus tropas desplegadas en torno a la central; a continuación, las ciudades que han ido ocupando a lo largo de estos meses y que pretende anexionarse, y, por último, su propio territorio. La central nuclear de Zaporiyia está a menos de cuatrocientos cincuenta kilómetros de Rostov al este y de Sebastopol al sur.

Una catástrofe de este tipo afectaría de lleno a Crimea y provocaría miles de muertes de ciudadanos rusos. Todo por empeñarse en jugar al ratón y al gato sin demasiado que ganar. Por supuesto, los ucranianos asumirían un número igual o superior de víctimas, pero digamos que los ucranianos llevan contando con el uso en su contra de algún tipo de arma no convencional desde el principio de la guerra. Un miedo que, en principio, a los rusos no les afecta.

[La explosión en una base de Crimea destruye 8 aviones rusos, según las imágenes del satélite]

Por lo demás, agosto ha sido un mes de frentes casi estáticos. Pese a que Ucrania ha recuperado iniciativa gracias a los HIMARS e incluso Crimea ha pasado a ser objetivo militar (aún no sabemos con qué tipo de armamento), lo cierto es que no ha recuperado territorio alguno. Tampoco ha avanzado demasiado Rusia en el Donbás. Hace más de un mes de la toma de Lisichansk y todos nos figurábamos un ataque en tromba contra Sloviansk y Kramatorsk… pero de momento lo más lejos que han llegado los invasores ha sido a Soledar y sus minas de sal.

Quedan, pues, a quince kilómetros de Artemivsk siguiendo la T1302. Ahora bien, o llegan remplazos o Rusia tendrá muy difícil vencer a corto plazo las defensas de la ciudad y del resto del Donetsk ucraniano. El Grupo Wagner sigue buscando nuevos mercenarios, pero no son suficientes. Cuando lo sean, volverán al ataque.