Joana Rei Alfredo Cunha (fotos)

La democracia salió a la calle en Portugal el 25 de abril de 1974. Lo hizo vestida de camuflaje, con las botas militares puestas, un clavel rojo en la solapa y en forma de revolución. Ese día, los militares tomaron Lisboa y pusieron fin a una dictadura que gobernaba el país hace más de 40 años.

Cuenta la Historia que los tanques bajaron la Avenida de la Libertad en el centro de la capital respetando los semáforos en rojo. La marcha se detuvo en el Terreiro do Paço, junto al río, donde el capitán Salgueiro Maia orientaba a los militares. 

Agazapado detrás de un coche, Alfredo Cunha registraba con su cámara de fotos el momento en el que un policía saludaba a los militares. Salgueiro Maia le vio y le riñó: “¿A ver, qué haces ahí escondido? Si estás en contra del régimen, estás en el sitio correcto y si estás a favor lo mejor es que te pires a otra parte. Pero no te escondas que lo que estamos haciendo es para que la gente pueda caminar libremente”.

Alfredo Cunha tenía 20 años y pronto entendió que lo que allí se fraguaba cambiaría la Historia. Se levantó y se pegó al capitán. “Donde iba él, yo iba detrás”, recuerda. Sus imágenes de ese día serían las más icónicas de la Revolución de los Claveles. 

En el aniversario de la revolución, el fotoperiodista publica el libro 25 de Abril, 45 años (Tinta da China), donde reúne las imágenes de la revolución. De aquel día, Alfredo recuerda “la felicidad desmedida”. “Fue cuando conocí lo que era la libertad, porque hasta entonces no sabía lo que era vivir sin miedo”, dice. 

El golpe militar se había empezado a urdir esa noche. Sólo 30 altos mandos sabían los planes. Cuando la segunda señal sonó en la radio, la canción Grándola Vila Morena de Zeca Afonso, Salgueiro Maia reunió a los 200 soldados que estaban en el cuartel: “Señores, hay tres tipos de organización de los Estados: el Estado socialista, el Estado comunista y el estado al que hemos llegado. Os propongo terminar con el estado al que hemos llegado”. Sólo quería a voluntarios y todos dieron un paso al frente.

“Salgueiro Maia era un líder nato. Allí había coroneles, tenientes coroneles pero todos le obedecían a él”, cuenta Cunha. El cuerpo de Caballería irrumpió en el centro de Lisboa para detener el golpe pero terminó posicionándose al lado de los revoltosos. “Yo suelo decir que hasta el régimen estaba en contra del propio régimen. Los que deberían defenderlo se unieron al golpe militar. Y cuando la gente perdió el miedo, salió a la calle y se puso de lado de los militares me di cuenta de que ya no era posible parar esto. El golpe se había transformado en una revolución”. 

Lo demás es conocido: los militares destituyeron a Marcelo Caetano, el dictador que había heredado el poder de Oliveira Salazar, y el régimen cayó.

"Volvimos a nacer todos"

De ese día, Alfredo Cunha no es capaz de elegir un momento. “Fue todo tan arrollador, de una intensidad tan frenética que no puedo elegir un momento. Yo era un crío de 20 años y el 25 de abril cambió toda mi vida, mi carrera, todo”.

Alfredo Cunha estuvo luego en muchos otros escenarios donde la Historia se escribió. Acompañó la descolonización portuguesa, la caída del régimen comunista en Rumania, en 1989, y la guerra de Irak, en 2003. Pero siempre vuelve a aquel 25 de abril de 1974: “El día más feliz de mi vida”.

La revolución que trajo a Portugal la libertad y la democracia, abrió el país al mundo, a lo avances sociales en la sanidad, la educación y los derechos de las mujeres. “Éramos un país de analfabetos, con una población paupérrima, desamparada en muchos sentidos y todo empezó a mejorar. Y aunque hayamos pasado por muchas dificultades en estos 45 años nada se compara a lo que vivimos antes del 25 de abril. Volvimos a nacer todos ese día”. 

Todos los años, la Avenida de la Libertad se vuelve a llenar de claveles rojos y los portugueses marchan para recordar a esos militares que un día robaron el poder a una élite dictatorial para entregárselo al pueblo. Y en un momento en el que en Europa se consolidan movimientos de extrema derecha, Portugal resiste. “Todavía tenemos muy presente lo que pasó, aún hay mucha gente que vivió la revolución. Podemos irnos más a la derecha o más a la izquierda pero ya está. En Portugal no hay extrema derecha porque sabemos qué es el fascismo y no lo olvidamos”.