La gestión de la crisis de refugiados ha dado alas a la ultraderecha alemana.

La gestión de la crisis de refugiados ha dado alas a la ultraderecha alemana. Fabrizio Bensch Reuters

Europa

¿Puede la ultraderecha tomar Alemania?

AfD, partido xenófobo erigido segunda fuerza en Mecklemburgo-Pomerania Occidental el domingo, está en auge gracias al rechazo a la política migratoria de Merkel. Pero el poder le queda aún muy lejos.

6 septiembre, 2016 01:09
Berlín

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El pequeño quiosco de Vural, un empresario que vende todo tipo de artilugios y aperitivos, apenas mide seis metros cuadrados. Está entre los dos andenes de la céntrica parada de metro de la línea seis Platz der Luftbrücke (“Plaza del Puente Aéreo”), en Berlín. En una superficie metálica similar a la de una barra de bar, Vural tiene colocados una pequeña ristra de periódicos. A media distancia, los ojea una señora. Sin mucha discreción, se informa y pasa el tiempo a la espera del metro que la lleve a su destino. El quiosco Vural le ofrece las principales portadas de la prensa germana.

Este lunes todas las cabeceras se hacían eco de los resultados de las elecciones en el Land de Mecklemburgo-Pomerania Occidental celebradas el pasado domingo. En esa cita con las urnas se impuso el Partido Socialdemócrata (SPD). Pero el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) logró un 21% y se aupó como segunda fuerza política de esa región. El partido de la canciller Angela Merkel, la Unión Cristiano Demócrata (CDU), quedó relegado a la tercera posición, con un 19%. Fue la primera vez que AfD adelantaba a la CDU en unos comicios.

El impacto que causó ese resultado lo ilustraba la portada del diario Bild, el periódico más leído de Alemania. En su titular principal se leía “Schreck-Pomm”, un término que mezclaba las palabras alemanas Schreck (“susto”) y MeckPomm, la popular abreviatura germana de Mecklemburgo-Pomerania Occidental. En la parada de Platz der Luftbrücke, la indiscreta lectora de titulares se siente identificada por ese titular. “Me parece espantoso que AfD reciba tanto apoyo en unas elecciones”, dice esta mujer de mediana edad, que no quiere dar su nombre.

En la superficie, no lejos de la boca de metro de Platz der Luftbrücke, Olaf, un técnico empleado por la Policía de Berlín bien entrado en la cuarentena, reconoce que está “preocupado” por el auge de AfD en Alemania. “Puede hacerse un partido todavía más fuerte”, afirma.

AfD participaba el domingo en sus primeras elecciones en Mecklemburgo-Pomerania Occidental. El 21% que obtuvo AfD fue “grandioso”, según Frauke Petry, la lideresa de esta formación xenófoba. Surgida en 2013 con una agenda inicialmente euroescéptica, AfD se ha consolidado en la escena política alemana a raíz de la crisis de los refugiados.

Su vehemente oposición a la política migratoria del Gobierno de Merkel la llevó el pasado mes de marzo a obtener unos sorprendentes resultados en las elecciones regionales de Renania-Palatinado (oeste), Baden-Wurtemberg (suroeste) y en Sajonia-Anhalt (centro-este). En los comicios de Baden-Wurtemberg, AfD cosechó un 15,1% y en los de Renania-Palatinado un 12,6%. En Sajonia-Anhalt también logró erigirse como segunda fuerza política. Allí apoyaron a AfD casi uno de cada cuatro electores. Sólo la CDU lo hizo mejor (29,8%). El SPD se quedó en un 10,6%, por detrás de la formación izquierdista Die Linke.

Los resultados de Mecklemburgo-Pomerania Occidental dan buena cuenta de que el contexto político abierto por la crisis de los refugiados y el clima de inseguridad generado por los ataques de este verano en Baviera -entre los que se cuentan dos atentados reivindicados por el Estado Islámico en los que resultaron heridas 19 personas- favorece a AfD.

CAMINO DEL PARLAMENTO REGIONAL DE BERLÍN

“Sin cambios en el Gobierno, y si todo sigue como ahora, seguro que AfD también estará representado en el Bundestag tras las elecciones generales de 2017, ya sea con un 6% o con un 15%”, previene en declaraciones a este periódico Carsten Koschmieder, politólogo de la Universidad Libre de Berlín. Para él, “no hay duda de que AfD también logrará representación en el parlamento de la ciudad-estado de Berlín”, que celebra elecciones el próximo 18 de septiembre.

En caso de que entrara en el parlamento berlinés, AfD estaría presente en diez de las 16 cámaras de representación de los Länder alemanes. Esta posibilidad no sorprende en la calle. A Constanza, una empresaria jubilada y usuaria de la línea seis del metro de Berlín que espera en los andenes de la parada de Platz der Luftbrücke, considera “posible que la extrema derecha se haga fuerte en todo el país”.

Alexander Gauland y Beatrix von Storch de Afd sonríen antes del resultado de la votación.

Alexander Gauland y Beatrix von Storch de Afd sonríen antes del resultado de la votación. Reuters

Ella cree que “una mezcla de muchas cosas explica el auge de AfD”, antes de citar “las diferencias entre ricos y pobres que se han creado en el país” y, por su puesto, la crisis de los refugiados”. “Mecklemburgo-Pomerania Occidental es una región con mucho territorio pero pocas ciudades, allí la gente ha visto la desaparición de servicios e infraestructuras en los pueblos pequeños y luego, al oír hablar de los millones que se invierten en ayudar a los refugiados, se enfadan”, afirma Constanza antes de tomar el metro.

Para Koschmieder, el politólogo, “la cuestión de los refugiados es la clave para entender el éxito de AfD, porque hay una parte de la población que tiene miedo de las consecuencias de la política de asilo la canciller”. “Todos los partidos alemanes se acogen a la Constitución para justificar su ayuda a los refugiados, pero AfD dice que le da igual lo que diga la Constitución porque están en contra de esa política, así que, en este sentido, se presentan como la única alternativa a la política del Gobierno”, expone este investigador.

Pese a que los paquetes de medidas aprobadas en 2015 y este año en materia de derecho de asilo han restringido los derechos de las personas que aspiran a ser reconocidos con el estatus de refugiados, mucho de lo que hace desde el Ejecutivo se percibe como “bla, bla, bla”, estima Peter, un hombre de 52 años que trabaja en un hospital situado a proximidad de la parada de Platz der Luftbrücke.

MERKEL, UN 'LASTRE' PARA LA CDU

“Merkel y el Gobierno son responsables del auge de AfD, AfD es un problema que han creado ellos solos, porque la inmigración en Alemania no tiene reglas, no es como en Estados Unidos, Canadá o Australia”, dice Peter. “La gente tiene miedo, no sabe muy bien de qué, pero tiene miedo y el Gobierno no ofrece soluciones”, añade.

En las afirmaciones de este hombre resuena el análisis que hacía la propia Angela Merkel. La canciller, que participaba el lunes en la cumbre del G20 celebrada en la ciudad china de Hangzhou, declaró en la distancia que se sentía “responsable” por el mal resultado obtenido por su partido en Mecklemburgo-Pomerania Occidental. Antes de la cita con las urnas del domingo, Merkel hizo campaña junto al candidato democristiano y responsable de Interior de ese Land, Lorenz Caffier.

Esa región del noreste germano puede considerarse el hogar político de la canciller. Allí se encuentra la circunscripción por la que tiene escaño en el Bundestag. Pero la campaña de Caffier “no estuvo destinada a nuevos votantes”, “él tampoco funcionó como candidato” y “protagonizar actos con Merkel fue un dilema porque la CDU aquí defendía mano dura en temas de seguridad”, analiza para este diario Jan Müller, politólogo de la Universidad de Rostock, una de las mayores ciudades de Mecklemburgo-Pomerania Occidental. Con esos términos evoca este experto que la canciller ha pasado a convertirse en una carga para su partido, pues se identifica con una política de inmigración que está dando alas a AfD.

EN LA OPOSICIÓN, LEJOS DEL GOBIERNO

Con todo, las consecuencias del actual empuje de la ultraderecha todavía resultan difíciles de evaluar en la calle, en las universidades e incluso en las mismas instancias de la formación ultraderechista. Así, según explica a EL ESPAÑOL Petra Federau, militante de AfD y candidata en las elecciones del domingo en Schwerin, la capital de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, “Gobernar no es relevante para nosotros, si viéramos que hay ese deseo en la población lo consideraríamos, seguro”.

El líder de AfD en su Land, Leif-Erik Holm, hablaba el domingo de que el papel de su partido sería el de dotar al parlamento regional de la oposición de la que ha estado desprovista en el último lustro la cámara regional, dominada por socialdemócratas y democristianos.

Para gente como Peter, el empleado de hospital, AfD “es un partido de protesta, que nunca irá al Gobierno”. “AfD está ahí para bloquear y no para tomar una actitud constructiva”, dice Olaf, el empleado de la Policía de Berlín.

Koschmieder, el investigador de la Universidad Libre de Berlín, cree “seguro” que AfD no va a gobernar, “al menos de cara a las elecciones generales del próximo año”. “La CDU es el partido que más encajaría como socio de una coalición con AfD, por ser conservadores, pero AfD defiende que 'Merkel debe irse'” y, “por otro lado, la CDU no puede trabajar con AfD, al menos si sigue mostrándose como un partido racista”, concluye este investigador.