Ojaswi Raj Thapa, portavoz de la Generación Z nepalí, habla en Katmandú tras las protestas anticorrupción.

Ojaswi Raj Thapa, portavoz de la Generación Z nepalí, habla en Katmandú tras las protestas anticorrupción. Navesh Chitrakar Reuters

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La 'Generación Z' encuentra en Nepal a un aliado inesperado: "Los militares garantizarán la seguridad hasta las elecciones"

Oficiales del Ejército se sentaron a negociar con líderes casi desconocidos de la autoproclamada protesta “Generación Z”, un movimiento juvenil difuso pero con capacidad de movilización masiva.

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El caos político en Nepal ha abierto una grieta inédita en la historia reciente del país: el Ejército, tradicionalmente respetado pero apartado de la vida política, se ha convertido en el único interlocutor viable frente a la ola de protestas que arrasó las principales instituciones del Estado.

El pasado martes, jóvenes manifestantes incendiaron el Parlamento, el Tribunal Supremo y las residencias de cinco exprimeros ministros.

En cuestión de horas, el país se sumió en la anarquía: el primer ministro huyó, la mayoría de los altos cargos presentó su dimisión y la presidencia desapareció del mapa.

Fue entonces cuando, al filo de la noche, el jefe del Ejército nepalí apareció en un breve mensaje televisado pidiendo calma, según cuenta The New York Times.

A las 10 de la noche, los soldados ya patrullaban las calles de Katmandú y el estallido comenzaba a extinguirse.

Lo sorprendente llegó poco después: oficiales del Ejército se sentaron a negociar con líderes casi desconocidos de la autoproclamada protesta “Generación Z”, un movimiento juvenil difuso pero con capacidad de movilización masiva.

Según fuentes presentes, los manifestantes exigieron que Sushila Karki, expresidenta del Tribunal Supremo, encabezara un gobierno interino.

Vacío de poder

El hundimiento de las estructuras políticas dejó al Ejército como único pilar del Estado. La situación recuerda a lo ocurrido en Bangladesh hace poco más de un año, cuando el movimiento estudiantil y las Fuerzas Armadas pactaron un gobierno provisional encabezado por el Nobel Muhammad Yunus.

Los militares garantizarán la seguridad hasta que se celebren elecciones”, aseguró el exgeneral Binoj Basnyat, quien destacó que el Ejército sigue gozando de una confianza popular abrumadora.

Un sondeo de la Asia Foundation en 2022 mostraba que el 91% de los nepalíes confía más en esta institución que en cualquier otra.

El propio Basnyat subrayó que fueron policías armados, y no soldados, quienes abrieron fuego contra los manifestantes, provocando 19 muertes. El Ejército, según él, ha mostrado una inusual deferencia hacia las autoridades civiles.

Tradición y prestigio

Con casi cinco siglos de historia, el Ejército de Nepal mantiene símbolos de su pasado real, como la bandera de guerra con el tridente de Shiva.

Su prestigio internacional es notorio: los legendarios Gurkhas, famosos por su valentía, siguen integrando unidades de élite en Reino Unido e India, y los soldados nepalíes son habituales en misiones de paz de la ONU.

Sin embargo, analistas recuerdan que esta institución no ha sido moldeada como garante de la democracia.

Durante la guerra civil contra los maoístas (1996-2006), permaneció leal a la monarquía, resistiendo a cualquier impulso de cambio.

Incertidumbre u oportunidad

El general indio retirado Ashok K. Mehta, que trabajó estrechamente con los nepalíes, considera que el Ejército se encuentra ante una “situación muy sombría”: por primera vez ocupa “la cúspide del poder político”.

A su juicio, el error fue no intervenir antes para evitar muertes y destrucción.

El actual jefe militar, Ashok Raj Sigdel, es un líder poco carismático y de perfil bajo, según Mehta, lo que le coloca en una posición delicada frente a los jóvenes movilizados.

No es un gran comunicador, y ahora tendrá que enfrentarse a una generación empoderada que exige respuestas”, advirtió.

El futuro inmediato de Nepal depende, por tanto, de una negociación improbable: un movimiento juvenil espontáneo y sin estructura clara, y un Ejército curtido en guerras y misiones internacionales, pero sin experiencia en liderar un proyecto político.

De ese entendimiento podría nacer el próximo gobierno interino que saque al país del abismo.