Una mujer hace una compra en un negocio de ultramarinos en La Habana.

Una mujer hace una compra en un negocio de ultramarinos en La Habana. Norlys Perez Reuters

EEUU

Cientos de miles de cubanos se juegan la deportación en EEUU pese a ser la comunidad latina más fiel a Trump

La congresista conservadora María Elvira Salazar ha pedido públicamente a Trump que vuelva a extender el manto de protección sobre los inmigrantes procedentes de Cuba. La suerte de disidentes como Lázaro Yuri Valle Roca, entre otros muchos, está ahora mismo en manos de la Casa Blanca.

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“Nunca en la historia reciente de Estados Unidos tantos cubanos han enfrentado el riesgo de la detención y la deportación”. La frase apareció hace unos días en un comunicado remitido por una institución de Washington conocida como CEDA –algo así como Centro para el Compromiso con la Defensa de los Derechos Humanos en las Américas– cuyo fin, como su propio nombre indica, es promover los derechos humanos en el continente americano. Basándose en las últimas decisiones adoptadas desde la Casa Blanca en materia de inmigración, CEDA calcula que hay unos 500.000 cubanos que podrían ser expulsados del país durante los próximos meses.

Aunque CEDA es una institución independiente, y por lo tanto no vinculada a ningún partido político, como una de sus misiones consiste en proteger a los inmigrantes latinoamericanos de ciertos regímenes hay quien podría pensar que el citado comunicado es una exageración y una estrategia pensada para presionar a Donald Trump. Instarle a que revise su programa de deportaciones. Sin embargo, la congresista María Elvira Salazar, del Partido Republicano y firme partidaria del presidente, se ha hecho eco de la advertencia.

“Llegaron aquí huyendo de países comunistas y creyendo en las promesas vacías de Joe Biden”, declaró recientemente Salazar en sus redes sociales refiriéndose a los inmigrantes cubanos, venezolanos y nicaragüenses. “Trump debería tener esto en cuenta”, añadió antes de sentenciar: “Démosles la oportunidad de solicitar las protecciones que se les prometieron”.

Por “las promesas vacías de Joe Biden” la congresista se estaba refiriendo a dos iniciativas promovidas por el anterior presidente de Estados Unidos que, entre otras cosas, garantizaban protección jurídica a los recién llegados siempre y cuando éstos mantuviesen el contacto con las autoridades migratorias hasta la regularización de sus papeles. El disidente cubano Lázaro Yuri Valle Roca, por ejemplo, aterrizó en Estados Unidos hace algo menos de un año –y tras cumplir una condena de cinco en un penal de su país por protestar contra el presidente Miguel Díaz-Canel– gracias a una de ellas.

Por qué esas iniciativas han resultado ser “promesas vacías” es algo que la congresista conservadora no ha terminado de aclarar. Varios analistas han señalado que se trataría de una fórmula para decirle a Trump que está cometiendo un error sin por ello cargarle con la culpa del mismo. Sea como fuere, el caso es que si bien los cubanos que llegaron bajo programas anteriores no tienen –en principio– de qué preocuparse, Valle Roca y los varios cientos de miles que se enmarcan en las dos iniciativas mencionadas podrían ser expulsados a lo largo de las próximas semanas.

De hecho, el disidente –que tiene 69 años– ya ha informado de que su estatus migratorio ha sido revocado y de que, por tanto, podría estar de vuelta en Cuba a finales de este mismo mes. También ha dicho que el futuro que le espera en la isla es sombrío. “Si me envían de vuelta estoy muerto, porque no voy a dejar de protestar contra el Gobierno [de Miguel Díaz-Canel]”, le comentaba esta misma semana por teléfono a Jim Wyss, un periodista de Bloomberg especializado en la región del Caribe.

“La gente está alarmada”, comenta Ana Sofía Peláez, directora del Miami Freedom Project, una organización progresista afincada en Florida. “Alarmada y también conmocionada al ver que el país al que llegaron se comporta de manera similar a los lugares de los que huyeron”.

Una minoría privilegiada

Los latinos de origen cubano han sido, durante décadas, una minoría que ha gozado de muchos más privilegios que otras en Estados Unidos.

Tal y como explica la socióloga Susan Eckstein en un libro titulado Cuban Privilege, al poco de llegar Fidel Castro al poder, en 1959, las autoridades estadounidenses establecieron una serie de derechos para quienes abandonaran la isla. A saber: la opción de entrar en Estados Unidos sin visado, más posibilidades que otros inmigrantes latinos a la hora de acceder a determinados empleos o prestaciones sociales y una vía rápida para poder obtener la ciudadanía estadounidense. Todo ello, dice Eckstein, respondía a un plan de Washington para desacreditar y socavar la revolución cubana y lo que salió de ella: el castrismo. Y así es como los cubanos se convirtieron en la envidia de otros latinoamericanos.

A cambio de semejante trato preferencial, hace tiempo que la llamada comunidad cubano-americana se alinea con el Partido Republicano, más partidario –o más abiertamente partidario– que el Partido Demócrata de tratar a Cuba con mano dura hasta que caiga el régimen.

No es ninguna casualidad que algunas de las figuras más importantes de la formación conservadora, como Ted Cruz o Marco Rubio, senador por Texas y secretario de Estado respectivamente, sean de origen cubano. Tampoco es casualidad que de los cinco congresistas con sangre cubana que actualmente ocupan un escaño en la Cámara de Representantes cuatro –Mario Díaz-Balart, Carlos Giménez, Nicole Malliotakis y la ya citada María Elvira Salazar– pertenezcan al Partido Republicano.

Y desde luego no es ninguna casualidad que Florida, donde vive el 65% de los más de dos millones de latinos de origen cubano que hay en Estados Unidos, haya pasado de ser un territorio en disputa a ser, desde hace más de una década, uno de los feudos del Partido Republicano cada vez que hay elecciones. Trump ganó allí en 2016, volvió a ganar en 2020 y el pasado noviembre repitió triunfo con más diferencia si cabe. En buena medida gracias al apoyo del lobby cubano.

“A nivel nacional, el 58% de los votantes de origen cubano está afiliado al Partido Republicano o simpatiza abiertamente con él frente al 38% que se identifica con el Partido Demócrata”, decía un informe del Pew Research Center hecho público durante el pasado ciclo electoral. “En comparación, alrededor de dos tercios de los votantes hispanos no cubanos, el 65%, se identifican o tienen una inclinación hacia el Partido Demócrata frente al 32% que se alinea con el Partido Republicano”.

“Los cubanos y los venezolanos, que son básicamente emigrantes políticos huyendo de regímenes comunistas o dictatoriales, suelen votar al Partido Republicano”, cuenta Mike Madrid, ex asesor de la formación conservadora, en un ensayo titulado The Latino Century. En sentido contrario, dice, estarían aquellos votantes de origen mexicano: el 70% de los cuales todavía opta por el Partido Demócrata.

¿A Trump le pasará factura?

Al hilo de lo anterior cabe preguntarse si, al estar afectando a una parte sustancial de los latinos de origen cubano, las políticas antiinmigración implantadas por Trump van a restarle popularidad dentro de la otrora fiel comunidad cubano-estadounidense.

Aunque es pronto para saberlo, a comienzos de abril el Partido Republicano ya recibió una advertencia en lo que a su popularidad se refiere en dos elecciones locales celebradas en Florida: las del primer y las del sexto distrito del estado. Los comicios habían sido convocados para reemplazar a los congresistas conservadores Matt Gaetz y Mike Waltz tras haber sido llamados a trabajar en el gabinete de Trump, y si bien los candidatos del Partido Republicano lograron vencer –como era de esperar– a los candidatos del Partido Demócrata, lo hicieron con una victoria mucho más discreta de lo esperado.

En la contienda en torno al escaño del primer distrito –correspondiente al noroeste del estado; tocando Alabama– el republicano Jimmy Patronis consiguió imponerse ante Gay Valimont, la candidata del Partido Demócrata, con el 57% de los votos cuando en el último cuarto de siglo ningún republicano había ganado ese escaño con menos del 64%. Y las elecciones del sexto distrito –cuyo epicentro se encuentra en Daytona Beach– resultaron todavía más preocupante desde la óptica del Partido Republicano: Randy Fine, su candidato, obtuvo catorce puntos de ventaja sobre un profesor de instituto llamado Josh Weil en una región donde hace apenas unos meses Trump le sacó treinta puntos de ventaja a Kamala Harris.

A la hora de analizar los resultados de ambos comicios los expertos hablaron de un cierto desencanto –en general– entre las bases trumpistas tras el inicio del segundo mandato de Trump. También advirtieron de que el Partido Republicano debía tomar nota y asumir aquello como un aviso. Ciertamente, poner en jaque el futuro estadounidense de cientos de miles de cubanos no suena a un acuse de recibo. No obstante, vivimos en un presente tan desconocido como trepidante y quién sabe.

“Ahora mismo no sabría decir si esas políticas tendrán un impacto”, le contaba Guillermo Grenier, un profesor de la Universidad Internacional de Florida, a un corresponsal de la cadena NBC. “Muchos se consideran republicanos primero y cubanoamericanos después”.