Donald Trump.

Donald Trump. Jonathan Ernst Reuters

EEUU

El lío de la cena de Trump con un líder antisemita deja a los Republicanos al borde de la explosión

Si ya había cierto resquemor entre importantes cargos conservadores, este nuevo escándalo ha terminado de colmar la paciencia.

30 noviembre, 2022 03:00

A sus 24 años, Nick Fuentes ha conseguido convertirse en uno de los máximos representantes de la infamia en Estados Unidos. Su discurso, propagado a través del podcast Nick Fuentes and America First, combina todo lo peor que ha generado el ser humano a lo largo de su historia con alguna perla de creación propia. Así, Fuentes no solo considera que la derecha nacionalista estadounidense debería recuperar el poder por la fuerza, sino que se recrea en su odio a los musulmanes -a los que entiende que habría que dejar fuera de la primera enmienda, que defiende la libertad religiosa y de pensamiento-, a las mujeres -pide que se les prohíba el voto- y a los judíos -cree en la teoría del "gran reemplazo", un clásico antisemita que alerta del intento de los judíos de "reemplazar" a los cristianos en los puestos de poder de la sociedad-.

No acaban aquí las desventuras intelectuales de Fuentes. Tampoco es partidario de practicar el sexo –"practicar el sexo es gay" es una de sus gloriosas afirmaciones-, se define como un "incel orgulloso", en referencia al término utilizado habitualmente para definir a un tipo de hombre con pocas habilidades sociales y que ve a las mujeres como objetos, y fue de los que marchó en Charlottesville, Virginia, para protestar contra la eliminación de una estatua del general sudista Robert E. Lee. Aquellas manifestaciones de 2017, cuando Fuentes apenas salía de la adolescencia, derivaron en enfrentamientos y el asesinato de una persona.

Aunque los desfiles de Charlottesville tenían un claro tufo supremacista y racista bajo el eslogan 'Unid la derecha', Fuentes considera que sí se puede ser amigo de los negros. Al menos, se puede ser amigo de Kanye West, el rapero multimillonario que ahora se hace llamar simplemente Ye. West, enamorado también de las teorías conspirativas antisemitas, lo que le ha costado millones de dólares en pérdida de patrocinios de marcas como la alemana Adidas, encuentra a Fuentes, en sus propias palabras, “fascinante”. La historia de esta amistad quedaría para siempre en los márgenes de la actualidad… de no ser porque entre ambos han puesto al Partido Republicano patas arriba, con la colaboración, una vez más, del expresidente Donald Trump.

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La cena que ha puesto al GOP en estado de emergencia

Para entender el escándalo, hay que remontarse al pasado martes 22 de noviembre, dos días antes de la tradicional cena de Acción de Gracias que paraliza año tras año a Estados Unidos. Kanye West tiene un encuentro programado desde el mes anterior con su amigo Donald Trump. West siempre ha sido uno de sus partidarios acérrimos, de los pocos defensores que Trump ha tenido en el mundo del espectáculo, lo que, a su vez, le ha costado al rapero serios problemas dentro de su industria.

Convertido, por otro lado, en un icono del trumpismo, West quiere presentarse a la nominación como candidato por el Partido Republicano a las elecciones presidenciales de 2024… y quiere que Trump sea su vicepresidente. La idea, en sí, es ridícula y ofensiva para el empresario neoyorquino. El hecho de que West la publique en sus redes sociales y a continuación borre el mensaje hace pensar que probablemente no llegue a trasladársela en persona durante esta reunión.

Kanye West en una imagen de archivo.

Kanye West en una imagen de archivo.

En cualquier caso, West y Trump se ven como amigos, sí, pero también como posibles rivales. Al lado de West, su nuevo asesor de campaña, Milo Yiannopoulos, conocido por ser uno de los editores de Breitbart News durante la época en la que Steve Bannon dirigía el medio. Al otro lado, el propio Fuentes. Juntos se presentan en Mar-a-Lago, la residencia de Trump en Florida. West le pregunta al expresidente si sus amigos se pueden quedar y, según el rapero, a Trump no parece importarle. De hecho, escucha con interés sus ideas sobre el mundo y recibe con placer los elogios que recibe por su lucha contra la corrección política woke.

Solo hay una pregunta que le incomoda: crecido por la situación -está cenando en casa de su gran ídolo-, Fuentes le pregunta: "¿Por qué no liberó cuando pudo a los patriotas del 6 de enero?", en referencia a las hordas que entraron en el Capitolio con la intención de detener el proceso constitucional de elección de un nuevo presidente. La respuesta de Trump no ha trascendido.

¿Fuentes? ¿Qué Fuentes?

La cena parece inofensiva, pero nada lo es en manos de gente tan peligrosa. A los pocos días, el propio Kanye West la filtra. La reacción generalizada en las altas esferas mediáticas y políticas es de estupor. ¿Qué hace un expresidente cenando con un supremacista blanco en su propia residencia? Incluso Trump, acostumbrado a que se le perdone todo –"podría disparar a un hombre en plena Quinta Avenida y me seguirían votando", afirmó, tal vez acertadamente, durante la campaña de 2016-, sabe que ha cometido un error, pero, como es habitual es incapaz de admitirlo. En un comunicado público, reconoce la cena con West, pero dice desconocer por completo quién era Fuentes.

¿Es eso posible? Cuanto menos, es improbable. Los vínculos de Trump con la derecha supremacista son conocidos desde hace años. Es su electorado más fiel y Fuentes es un admirador entregado. Es raro que Fuentes estuviera en Charlottesville con los 'Proud Boys', que se convirtiera en una especie de referente de la alt-right, y que Trump no lo tuviera en su radar. Además, siempre podría haberse levantado y haberse retirado de la cena cuando el joven le explicó quién era. Prefirió no hacerlo.

Trump

Trump

Y al no hacerlo, el Partido Republicano se ha visto obligado a reaccionar a su enésima excentricidad. Si ya había cierto resquemor entre importantes cargos conservadores por el empeño de Trump en apadrinar a candidatos que han fracasado en las midterms y por su voracidad mediática al opacar con el anuncio de su candidatura la recuperación de la mayoría en la Cámara de Representantes, este nuevo escándalo ha terminado de colmar la paciencia de senadores, congresistas y gobernadores.

Todos contra Trump

Una cosa es matizar alguna declaración de Trump, algo que siempre ha sucedido, y otra cosa es atacarle directamente. En los últimos cuatro días, el expresidente ha recibido el rechazo público de su exvicepresidente Mike Pence, de su exsecretario de estado, Mike Pompeo, y de importantes figuras del firmamento republicano como el gobernador de Arkansas, Asa Hutchinson, el exgobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, y los actuales senadores por Luisiana, Dakota del Sur, Carolina del Norte o Virginia Occidental. Otros, como Rick Scott, uno de los peces gordos del partido en Florida, han preferido criticar las ideas de West y Fuentes sin criticar directamente a Trump.

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"El supremacismo blanco, el neonazismo, el discurso del odio y el racismo no tienen espacio en el Partido Republicano", afirmó este lunes la presidenta del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel. Puede ser, pero la deriva de Trump en su empeño por agradar a cualquiera que esté a la derecha del Partido Demócrata empieza a afectar directamente al partido al que pretende representar. El GOP tiene un problema enorme si Kanye West entiende que en algún momento podrían elegirle candidato después de declarar públicamente la guerra a los judíos en otro tuit que después borró. Un problema que deriva directamente del culto a la personalidad y las ideas antidemocráticas de Trump.

Aunque, para una mente liberal, ideas como construir un muro contra la inmigración latinoamericana o prohibir la entrada al país de determinados ciudadanos de países musulmanes ya fueron un despropósito, aquí Trump cruza una línea aún más peligrosa: el antisemitismo y la negación del Holocausto. No porque el propio Trump sea un antisemita o un negacionista -su hija, Ivanka Trump se convirtió al judaísmo y sus hijos con Jared Kushner, como ha apuntado el propio Pence, son judíos- sino por su incapacidad para decirle que no a nadie.

En ningún momento ha sabido Trump separar el personaje del cargo público. No acaba de entender su responsabilidad como expresidente de los Estados Unidos ni nadie se atreve a explicársela. Mientras otros expresidentes, tanto republicanos como demócratas, cultivan su legado y acuden en ayuda de su país, él prefiere robar documentos secretos a espaldas del FBI y legitimar de alguna manera los discursos más abyectos. Luego, querrá que los grandes donantes financien su campaña. Y se encontrará con que buena parte de esos grandes donantes están hasta el gorro de sus salidas de tono.