El Papa Francisco y Donald Trump.

El Papa Francisco y Donald Trump. Max Rossi / Kevin Lamarque Reuters

EEUU

El teléfono rojo entre el gabinete de Trump y el Vaticano

El desacuerdo latente en materia religiosa entre la Admnistración Trump y el Papa Francisco ha llevado a ambas partes a vivir una especie de 'Guerra Fría'.

18 febrero, 2017 01:36
Roma

Noticias relacionadas

En julio de 2014, Steve Bannon, entonces director del portal digital Breibart News y ahora consejero del presidente estadounidense Donald Trump, ofreció un discurso por videoconferencia en un centro de estudios de Roma, en el que afirmó que “estamos en el momento inicial de una guerra global contra el fascismo islámico”. “El capitalismo iluminado del Occidente judeo-cristiano está amenazado”, por lo que es necesario “una Iglesia militante” y una “posición muy, muy, muy agresiva contra el radicalismo islámico”, manifestó.

La comparecencia se había fraguado un par de meses antes durante una visita de Bannon a la capital italiana para asistir a la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII. En esa cita, el publicista se encontró con el cardenal estadounidense Raymond Burke, entonces prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica. Burke era uno de los mayores exponentes de la Iglesia norteamericana en la Santa Sede y presidente del consejo asesor del Dignatatis Humanae Institute, el centro que acogió el discurso de Bannon.

Con este punto de partida, el New York Times publicó un reportaje en el que aseguraba que de esta forma el consejero de Trump trasladaba su mensaje a otro gran centro de poder: el Vaticano. La incógnita está en si la irrupción de Bannon habría tenido después seguimiento o sus ideas se quedaron en aquella videoconferencia.

EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con el fundador del Dignatatis Humanae Institute, Benjamin Harnwell, quien confirmó que él aún mantiene contactos habituales con el principal asesor de Donald Trump. Una relación que se extendería también al cardenal Burke, con quien Bannon “intercambia correos electrónicos de forma ocasional”, según Harnwell.

El fundador del instituto asegura que el miembro del Gobierno estadounidense y el religioso “tienen amigos en común”. Aunque reconoce que no es él “la persona adecuada” para valorar si en esas relaciones existe el interés de imponer una agenda política o social. Harnwell remarca que él “comparte la visión del mundo de Bannon” a título personal, pero que su centro de estudios “no tiene ningún tipo de orientación política”.

Las líneas maestras del Dignatatis Humanae Institute serían la defensa de una “visión antropológica del hombre, nacido directamente de Dios” y “los valores provida [antiabortistas]”, con los que Burke está también fuertemente comprometido. “El instituto pretende contribuir a extender la fe cristiana, como también lo hace el Papa, aunque puede haber diferencias de criterios”, admite Harnwell.

Un desacuerdo que ha hecho evidente de forma reiterada el cardenal Burke. Quien fuera arzobispo de San Luis viene cuestionando a Francisco casi desde el inicio de su pontificado. Aunque el desencuentro más evidente se produjo el pasado diciembre, cuando en una entrevista con el periódico National Catholical Register –también defensor de posturas antiabortistas- Burke amenazó con presentar un acto formal de corrección contra el Papa si no respondía a las dudas que él y otros tres cardenales habían presentado, a propósito del enfoque del divorcio que el pontífice había esgrimido en su exhortación apostólica Amoris Laetitia.

Una guerra y otra batalla

Con la guerra ya declarada, en paralelo se fue produciendo otra batalla en el seno de los Caballeros de la Orden de Malta, en la que Burke ejerce como gran patrón. Es decir, como vínculo entre la congregación y el Vaticano. Tras una disputa interna en la que Burke intentó mediar del lado de los sectores más conservadores de la orden, Francisco terminó interfiriendo, al nombrar al número dos de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, Giovanni Angelo Becciu, como delegado vaticano. La función del enviado –hombre de total confianza del Papa- sería guiar la crisis de los Caballeros, aunque en la práctica solapara las funciones de Burke, al que le correspondería esta tarea.

Bergoglio fue el encargado de sustituir a Burke en el Tribunal de la Signatura Apostólica, a finales de 2014

El corresponsal del portal Breibart News en Roma, Thomas Williams, opina, sin embargo, que las críticas más severas han llegado recientemente desde Italia. “Un poco por cuestiones doctrinales (cuestión de ambigüedad de ciertas enseñanzas que aún no ha clarificado) pero más que nada por su forma de gobernar que algunos han visto como autocrático y demasiado duro con los que no comparten del todo su visión y sus prioridades para la Iglesia”, responde al ser contactado por este medio.

Bergoglio fue el encargado de sustituir a Burke en el Tribunal de la Signatura Apostólica, a finales de 2014. Por tanto, no hay dudas de que la relación entre uno y otro no es la mejor. Como tampoco las hay al respecto de la filiación política del cardenal, que afirmó en una entrevista en The Tablet sentirse “muy alegre” con la elección de Trump, ya que la política migratoria o de bienestar social no podía compararse con el supuesto compromiso del presidente estadounidense en contra del “aborto o la eutanasia”.

Para el profesor de Teología y Estudios religiosos de la Universidad de Villanova (Filadelfia), el italiano Massimo Faggioli, existen “intermediarios” entre la Administración de Donald Trump y otros cardenales estadounidenses, que “mantienen un terreno común en el aspecto político (contra el mensaje social de Francisco) y teológico (contra la teoría ecuménica e interreligiosa del Papa)”.

Según Faggioli, Burke sería la cabeza visible de un sector contestatario, que se ampliaría a buena parte del catolicismo norteamericano “basado en un cierto biblicismo y un sentido de la ley y del castigo poco misericordioso”. “Bannon es la versión extrema de tendencias presentes en el seno de la Iglesia estadounidense, que se pueden resumir en el rechazo de la teología del último siglo, especialmente del Concilio Vaticano II en adelante”, añade el profesor a través de correo electrónico.

Dos personalidades populistas

El corresponsal Thomas Williams opina que el Papa ha mostrado “poca confianza en Estados Unidos, por lo que no ha habido una mutua comprensión como sería deseable”. Sin embargo, dice no haber percibido una relación entre el ascenso de Trump y las críticas en el Vaticano. Piensa que es complicado ligar cuestiones doctrinales -como la comunión a los divorciados- con los intereses del presidente estadounidense e interpreta que simplemente algunos en la Curia “están empezando a decir ‘¡basta!”.

Otros reputados comentaristas, como el editor de la revista estadounidense Crux, John Allen, aseguran que el grado de aceptación del Papa entre los católicos de Estados Unidos está en torno al 85%, como en otros países. Sin embargo, según publica en su edición digital, el choque entre Trump y el Papa se explicaría porque se trata de las “dos grandes personalidades de la escena global del momento”, ambos “esencialmente populistas”. “Cada uno se dirige a ‘la gente’ de un modo radicalmente diferente, pero la intención es la misma”, escribe Allen.

Recientemente han aparecido en las calles de Roma carteles críticos con el Papa Francisco con intención de desacreditarle

Como en él es habitual, Francisco no ha nombrado nunca de forma explícita a sus considerados enemigos. Aunque también fiel a su estilo, en la última semana se ha referido hasta en tres ocasiones de forma subliminal a ellos. La última ocasión, el pasado jueves en una audiencia con los responsables de la revista La Civiltà Cattolica, cuando afirmó que “la barca de Pedro tanto ahora como en el pasado puede ser zarandeada por las olas y no debe sorprendernos”. “Los mismos marineros llamados a remar en la barca de Pedro pueden remar en contra”, dijo de modo críptico.

Precisamente esos ‘marineros’ díscolos son quienes están en el punto de mira ante la reciente aparición en las calles de Roma de carteles críticos con el pontífice. Según publicó el director de La Civiltà Cattolica, el padre Antonio Spadaro, “detrás hay gente corrupta y poderes fuertes que construyen estrategias para alejar al Papa del corazón de la gente”.

De nuevo sin citarlos, pero las miradas vuelven al cardenal Burke y otros jerarcas de la Iglesia de sintonía similar. Según el profesor Faggioli, si desde el clero estadounidense esos ataques son ahora más visibles se debería en parte a que la elección de Trump “ha llevado al extremo la tendencia -ya presente en la Iglesia de este país- del resentimiento contra lo políticamente correcto”.

A la visión radicalmente opuesta entre el presidente estadounidense y el Papa sobre la gestión migratoria, se unen las críticas por una supuesta visión de la sociedad cercana al marxismo que ha recibido Bergoglio desde el inicio de su pontificado. En mayo, coincidiendo con la presencia de Donald Trump en la cumbre del G7, que se celebra en Italia, podría producirse la primera reunión entre el nuevo inquilino de la Casa Blanca y el titular del trono de San Pedro. Sería el momento para descubrir si entre ambos podrían existir puentes o todo son muros.