El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, durante una rueda de prensa en Kuala Lumpur. Reuters
Los halcones de Trump reviven la 'Operación Causa Justa' que derrocó a Noriega en Panamá para intimidar a Maduro
El precedente de 1989, que acabó con la captura del general panameño en solo dos semanas, resuena ante los planes de Washington de considerar a Nicolás Maduro jefe de un cártel y objetivo militar.
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La historia de Manuel Antonio Noriega, antiguo hombre fuerte de Panamá, proyecta cada cierto tiempo su sombra sobre Caracas, especialmente desde que Maduro se aferra al poder. Y a pesar de las diferencias sustanciales entre un caso y otro.
Noriega era militar y colaborador de la CIA desde los años setenta. No siempre ostentó la presidencia, pero prevaleció como el verdadero poder del país centroamericano durante años.
Su relación con Washington comenzó a deteriorarse a mediados de los ochenta. La Casa Blanca lo atribuyó a sus vínculos con el narcotráfico, el blanqueo de capitales y el espionaje para sus principales enemigos.
Los hombres de Noriega perdieron las elecciones del 89, y sin embargo mantuvieron el poder. La oposición salió a la calle. La Cruzada Civilista y otros grupos organizaron huelgas y manifestaciones. El 15 de diciembre, el general se autoproclamó “jefe de Gobierno” y declaró el “estado de guerra” con Estados Unidos.
La muerte de un marine norteamericano en Ciudad de Panamá desató la tormenta.
Menos de una semana después, Bush lanzó la Operación Causa Justa. Veintisiete mil soldados y 300 aeronaves invadieron Panamá para secuestrar a Noriega y validar a Guillermo Endara como ganador de las elecciones.
Noriega se refugió en la Nunciatura Apostólica, donde fue sometido a un asedio de música estridente. De día y de noche. El 3 de enero de 1990, Noriega se entregó. En Estados Unidos fue condenado por narcotráfico y blanqueo de capitales.
Pasó por cárceles Francia y Panamá, también, hasta su muerte en 2017 a los 83 años. Nada de esto impidió que aumentara el flujo del narcotráfico hacia el norte. Pero el caso quedó grabado como ejemplo de intervención militar para derrocar a un tirano.
La oposición venezolana lo recupera cada cierto tiempo con la esperanza de que se repita allí, y tienen el visto bueno de hombres muy influyentes en Washington.
Una misión muy arriesgada
El New York Times publicó ayer que el presidente Donald Trump firmó en secreto una orden para catalogar a los cárteles latinoamericanos como organizaciones terroristas extranjeras. Es decir: para legitimar las acciones militares contra ellos.
En febrero, el Departamento de Estado incluyó al Cártel de los Soles, supuestamente dirigido por el dictador venezolano y altos mandos de su Gobierno, en la lista de grupos designados como terroristas globales. El Departamento de Justicia duplicó la recompensa por la captura de Maduro hasta los 50 millones de dólares. Un precio más alto que la cabeza de Bin Laden.
La iniciativa de Trump, sin embargo, plantea dudas a todos los niveles. Ya no sólo por los asesinatos selectivos. Ya no sólo por aplicar la ley nacional en un territorio ajeno y soberano. De hecho, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ya rechazó la propuesta de permitir operaciones estadounidenses contra cárteles en su país.
Muchos analistas resaltan que una acción militar contra Maduro acumula otra clase de peligros.
En 1989, Washington mantenía una presencia militar significativa en la Zona del Canal. El régimen de Noriega sufría un aislamiento internacional casi absoluto. El chavismo es otra cosa. El poder de Maduro tiene el apoyo de los militares y de dos potencias nucleares, como China y Rusia, y domina todas las esferas del Estado.
Nada de esto quita que muchos republicanos evoquen abiertamente la intervención del 89 para meter el miedo en el cuerpo a Maduro. Con más intensidad si cabe tras el fraude electoral del pasado febrero.