
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, observa mientras se reúne con el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, en el Despacho Oval de la Casa Blanca en Washington D. C., Estados Unidos, el 21 de mayo de 2025. Reuters
Criptodólares, secretismo y Big Macs: así es la cena de gala que Trump dará a los inversores anónimos de su moneda digital
El presidente de EEUU recibe en su club de golf privado a las afueras de Washington a 220 grandes poseedores de su criptomoneda, de los cuales apenas una decena ha revelado su identidad; el resto opera bajo seudónimos y direcciones de monedero virtual, con cadenas de código imposibles de rastrear con precisión.
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Este jueves, en su club de golf privado a las afueras de Washington, Donald Trump no solo servirá una cena. Servirá un espectáculo político-financiero a la carta. El presidente de Estados Unidos recibirá a un exclusivo grupo de compradores de su criptomoneda en un evento tan extravagante como opaco.
Un total de 220 grandes poseedores de “$Trump” han pagado cifras de vértigo para asegurarse un asiento en esta gala sin cámaras, ni prensa, ni certezas… más allá de rumores de que servirá a sus invitados hamburguesas Big Mac.
Entre ellos, inversores anónimos de Singapur, magnates chinos y de Europa del Este, avatares enmascarados y fanáticos del universo cripto, todos unidos por un objetivo común: cenar con el hombre más poderoso del mundo y, de paso, ganar influencia en su segundo mandato.
La gala, envuelta en secretismo, ha desatado una oleada de críticas en Estados Unidos por la falta de información, la procedencia extranjera de muchos asistentes y las jugosas ganancias que Trump y sus socios ya han cosechado con la iniciativa.
Criptoespectáculo a precio de oro
Lo que empezó como una broma financiera más en el saturado mundo de las memecoins —criptomonedas humorísticas sin utilidad real y cuyo valor depende casi exclusivamente de la especulación viral— se ha convertido en una máquina de recaudar fondos y generar influencia política.
Desde su lanzamiento el pasado 17 de enero, la moneda digital vinculada a la imagen de Donald Trump ha movido cifras escalofriantes: más de 312 millones de dólares en ventas y al menos 43 millones en comisiones.
El impulso definitivo llegó cuando se anunció que los mayores compradores tendrían derecho a asistir a una cena con el presidente. El valor de la moneda se disparó y, en cuestión de días, 27 monederos virtuales adquirieron más de 8 millones de tokens, valorados entonces en unos 100 millones de dólares.
Muchos pequeños inversores, sin embargo, quedaron atrapados por el entusiasmo y ahora acumulan pérdidas: el precio de la moneda ha caído un 15% desde el cierre del concurso y se sitúa actualmente en torno a los 13 dólares, lejos de los 74,5 de su pico máximo.
La promesa de proximidad con Trump, real o simbólica, resultó ser un incentivo poderoso. Aunque el presidente no garantiza su presencia —en cuyo caso los asistentes recibirán un NFT “Trump Diamond Hand” como compensación—, miles de personas han competido por una plaza. Incluso quienes no han logrado entrar en el top 220 recibirán una medalla digital si no venden sus monedas antes de la cena.
La mayoría de las monedas —el 80% de un total de mil millones— está controlada por una empresa llamada Fight Fight Fight, registrada en Delaware, y una compañía vinculada directamente a la Trump Organization, que gestionan conjuntamente el proyecto.
Según el sitio web oficial, estas monedas están bloqueadas y se irán desbloqueando progresivamente durante los próximos tres años, lo que garantiza un control sostenido sobre el mercado y sobre el flujo de beneficios para el entorno del magnate.
Trump, que en el pasado se mostró escéptico con respecto a las criptomonedas —llegó a decir que eran activos “basados en el aire”—, ha pasado a abrazar sin reservas este modelo, convirtiéndose en protagonista de un fenómeno que mezcla política, negocio y cultura digital.
Una mesa global y anónima
Sentados en torno a la mesa de Trump no habrá empresarios de Wall Street ni donantes tradicionales del Partido Republicano, sino un grupo variopinto y difícil de identificar de criptoinversores de élite, en su mayoría anónimos, dispersos por Asia y Europa del Este.
De los 220 invitados, apenas una decena ha revelado su identidad públicamente; el resto opera bajo seudónimos y direcciones de monedero virtual, con cadenas de código imposibles de rastrear con precisión.
Según la organización, todos los asistentes han pasado un proceso de verificación de antecedentes, aunque la lista completa no será publicada por discreción. Uno de los inversores ha afirmado haber recibido instrucciones de que no se permitirán fotografías ni grabaciones. La privacidad es parte del atractivo.
Entre los asistentes más visibles está Sheldon Xia, fundador del exchange BitMart, registrado en las Islas Caimán, quien anunció en redes sociales su entusiasmo por participar en la cena y “apoyar la visión pro-cripto del presidente Trump”.
También se espera la presencia de “Ice”, cofundador de MemeCore, el colectivo cripto con sede en Singapur que lideró la ofensiva de compras para conseguir invitaciones. Según su portavoz, Cherry Hsu, Ice representará al grupo con la esperanza de influir en la visión política de Trump sobre la industria.
Otros inversores han dejado rastro con firmas o mensajes visibles en redes. Es el caso de “ZielonoMi”, un trader polaco que celebró su invitación en X con un mensaje: “Nunca imaginé tener acceso a algo así”.
El inversor Ogle, con una cartera superior a los 3,2 millones de dólares en monedas de Trump, también ha confirmado su asistencia. Enmascarado y anónimo, asegura que acude por pura curiosidad. “Quiero ver quién tiene suficiente dinero para estar ahí. Espero que vaya algún dignatario o jeque”.
Aunque algunos nombres suenan, la mayoría de los poseedores operan desde plataformas offshore, como Binance, que asegura no aceptar clientes estadounidenses, lo que refuerza la sospecha de que buena parte de los inversores son extranjeros.
Un análisis de las transacciones revela que 19 de los 25 principales compradores, que además disfrutarán de la recepción VIP y el tour especial con Trump, adquirieron sus monedas desde exchanges de este tipo.
La empresa GD Culture Group, con filial china y sede oficial en EE. UU., anunció la semana pasada que invertirá en la memecoin como parte de un acuerdo de 300 millones de dólares con un fondo con base en las Islas Vírgenes Británicas.
Su CEO, Xiaojian Wang, defendió la decisión como una apuesta por “fortalecer la base financiera” de la empresa ante la evolución de las finanzas descentralizadas.
Pero no todos han tenido éxito. Freight Technologies, una firma logística centrada en el comercio entre EEUU y México, aseguró haber comprado monedas por valor de dos millones de dólares para “abogar por el libre comercio” a través del ecosistema Trump.
Sin embargo, solo pudieron justificar una inversión de 1,2 millones, insuficiente para figurar entre los 220 elegidos.
Alarma en el Congreso
El anuncio de la cena de gala con los grandes compradores de la memecoin de Trump no ha pasado desapercibido en Washington.
En los pasillos del Capitolio, la iniciativa ha generado un creciente malestar y ha encendido las alertas entre los legisladores no solo por la opacidad del evento, sino también por el volumen de dinero extranjero que parece fluir alrededor del presidente sin supervisión clara.
La semana pasada, un grupo de congresistas demócratas enviaron una carta al secretario del Tesoro, Scott Bessent, pidiendo una investigación urgente y alertando de los riesgos que implica permitir que “actores maliciosos, incluyendo gobiernos autoritarios y las empresas que los controlan, enriquezcan a la familia Trump” a cambio de un acceso privilegiado al poder estadounidense.
El senador Chris Murphy, demócrata por Connecticut, fue aún más tajante. En declaraciones a The Washington Post, calificó el proyecto del memecoin como “lo más corrupto que haya hecho jamás un presidente”, subrayando la dificultad de fiscalizar quién está realmente detrás de los millones que han fluido hacia las arcas digitales del entorno Trump.
Pero las críticas no se han limitado a los demócratas. Incluso dentro del Partido Republicano, la estrategia de monetizar el acceso al expresidente ha generado incomodidad.
La senadora Cynthia Lummis, de Wyoming, una de las mayores defensoras del sector cripto en el Congreso, reconoció que este caso en particular le hace “pararse a pensar”.
“No se trata de regular o no regular las criptomonedas, sino de hasta qué punto los políticos pueden usar estas herramientas sin cruzar ciertas líneas éticas”, dijo Lummis.
Por su parte, Lisa Murkowski, senadora por Alaska, fue más directa: “No creo que sea apropiado cobrar a la gente por visitar el Capitolio”.
Desde el entorno de Trump, la reacción ha sido desafiante. Su portavoz, Anna Kelly, respondió a las críticas con un comunicado en el que calificó la polémica como un ataque político. “El presidente Trump solo actúa en el mejor interés del pueblo estadounidense —afirmó—. Por eso lo reeligieron de forma abrumadora, a pesar de años de mentiras y falsas acusaciones contra él y sus negocios por parte de los medios de noticias falsas”.
En la era de las criptomonedas y la política-espectáculo, Trump ha logrado algo inédito: monetizar su figura hasta el último byte.
La cena de este jueves no es solo un evento de recaudación, sino un experimento de poder en clave digital. Mientras el valor del token fluctúa, la influencia que compra sigue en alza. Y aunque no habrá cámaras, una vez más, el presidente estadounidense ha conseguido que todo el mundo esté mirándolo.