Un hombre arroja peces muertos a un río contaminado en Ogoniland, estado de Rivers, Nigeria, el 18 de septiembre de 2020.

Un hombre arroja peces muertos a un río contaminado en Ogoniland, estado de Rivers, Nigeria, el 18 de septiembre de 2020. Reuters

África VIAJE A NIGERIA (II)

Viaje al delta del Níger, un paraíso natural convertido en un lodazal de petróleo y sangre

Nigeria es el mayor proveedor de petróleo para España. Un oro negro que se extrae de una de las zonas más contaminadas del planeta y donde los grupos armados campan a sus anchas. 

Más información: Asari Dokubo, señor de la guerra nigeriano: "A Occidente no le importa lo que ocurre aquí, sólo nuestro petróleo"

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Según los datos ofrecidos por el Gobierno de España en 2024, nuestro país obtiene un 10,4% de sus reservas de petróleo anuales de Nigeria. Esto convierte al país africano en nuestro mayor proveedor de petróleo a nivel global, por delante Rusia, Venezuela, Argelia o los países árabes. Además, desde allí, España llena el 13,6% de sus reservas de gas natural. 

No obstante, si acercáramos la lupa sobre el país, que tiene una superfície de 923.768 km², veríamos que el petróleo extraído procede de una zona muy concreta: de donde desemboca el tercer río más largo del continente africano, un inmenso cuerpo de agua cuya importancia histórica, social y cultural da nombre a la propia Nigeria y a la vecina Níger. Se trata del delta del Níger.

La zona posee todos los atributos para ser un paraíso. Una porción de tierra mezclada con agua donde bestias sacadas de la psicodelia de Dios volarían y chapotearían gozosas, atrapadas en la espesura de la vegetación como si viviesen envueltas en un sudario de luz. Además, con una producción de petróleo que ronda los 1,8 millones de barriles diarios, los habitantes de esta tierra privilegiada deberían disfrutar una suerte de Qatar a la nigeriana, arropados por los beneficios que trae el oro negro.

No obstante, a veces las manos de los hombres se mueven codiciosas, impregnadas con un tinte capaz de manchar lo precioso, de manera que el delta del Níger es hoy uno de los lugares más contaminados del planeta. Aquí no hay aves del paraíso ni peces multicolores y sus habitantes malviven sin apenas electricidad y sin fuentes de agua corriente. Además, decenas de grupos armados operan en la zona desde finales del siglo pasado, lo que añade el ingrediente de la violencia al paraíso descuartizado.

Los números asociados a los vertidos de petróleo en el delta del Níger son devastadores. En 2023 fueron 1.400 toneladas repartidas en 139 incidentes diferentes; 600 toneladas y 75 incidentes en 2022; entre 2020 y 2021 se registraron 822 vertidos, que resultaron en un total estimado de 3.600 toneladas de petróleo escupidas sobre la tierra. Se calcula que 1,5 millones de toneladas de petróleo se vertieron aquí entre 1958 y 2013. Veintitrés veces lo registrado tras la catástrofe del Prestige. Es una catástrofe que lleva ocurriendo desde hace décadas sin que las continuas denuncias realizadas por organizaciones internacionales y locales hayan suscitado un cambio.

Ozobo Austin es un activista medioambiental y de los derechos humanos con residencia en Warri, una ciudad de 300.000 personas inscrita en el corazón del delta. Habla con EL ESPAÑOL para criticar que el precio del petróleo no lo pagan los europeos en las gasolineras, sino los jóvenes de su tierra, y que ese precio "no es sólo económico, sino que se traduce también en muerte y persecuciones" cuando se atreven a levantar la voz contra las injusticias que encadenan su futuro. Su tono de voz se eleva a medida que va enumerando las desgracias de su pueblo, entre furioso y frustrado porque hace más de 15 años que denuncia, denuncia y denuncia sin que el contenido de su mensaje varíe con el paso del tiempo. Menciona la falta de desarrollo en el sector sanitario y lamenta las inexistentes infraestructuras. Sin ir más lejos, los habitantes de los pueblos más cercanos a la costa "deben recorrer al menos cuatro horas en barca rápida para llegar al hospital más cercano".

En el delta del Níger, al sur de Warri, no hay carreteras. No hay puentes que conecten las localidades. No hay hospitales, tampoco dispensarios. Siendo el lugar donde desemboca el tercer río más largo de África, un vergel en potencia que se retuerce aniquilado, ni siquiera hay peces que sirvan a una población tradicionalmente pescadora; apenas agarran siluriformes con sus redes, cuya existencia donde el resto de los peces desaparecieron se debe a que se alimentan de mierda de cualquier tipo. Y Ozobo repite la frase que repiten todos aquí: "Deberíamos ser como Arabia Saudí, pero somos lo opuesto". 

La primera traba que encuentran los pobladores del delta es su propio Gobierno. En Nigeria hay cuatro etnias mayoritarias (yoruba, igbo, hausa y fulani), mientras que las etnias mayoritarias en los territorios del delta del Níger (con los ijaw, etnia a la que pertenece Ozobo, a la cabeza) son minoritarias en el total de Nigeria. Y Nigeria mantiene todavía un pensamiento profundamente etnicista y donde los intereses de la propia etnia se anteponen habitualmente a los de la nación. El activista denuncia así que las etnias mayoritarias han conspirado históricamente para "marginalizar a los ijaw en el plano político", de manera que el destino del delta del Níger queda en manos de quienes no deben vivir el hedor que les rodea. Ozobo agita las manos, chilla enfurecido cuando pierde el control en su discurso y dice que "lo queremos todo [el petróleo] y la única manera de conseguirlo es la independencia de nuestro pueblo".

Lo quieren todo. Ya están cansados de compartir y de llevarse las sobras. Aunque Ozobo utiliza las herramientas del activismo para expresar sus frustraciones, hace décadas que otros entre los ijaw escogieron una vía marcada por la violencia que genera el hartazgo y que contamina sin remedio los corazones de los hombres que un día fueron niños, inocentes, pero que crecieron con ese olor ácido del petróleo inundando las tierras de sus antepasados.

Muchos de los grupos armados que operan o que han operado en el delta del Níger están integrados por ijaw cuyas reivindicaciones suenan similares a las de Ozobo cuando se enfurece: el control de sus recursos y la independencia de su tierra. Y ya son 30 años de disparos en el corazón de las tinieblas sin que los vertidos, la pobreza y las injusticias que hielan la sangre hayan variado un ápice desde que comenzaron.

Así dice Ozobo, igual que otros entrevistados: "Primero soy ijaw, luego soy ciudadano del delta del Níger. Hasta aquí llega el modo en que me identifico". Pero no, por supuesto que no se identifica como nigeriano. Nigeria es para él ese concepto abstracto que motiva la lucha de su vida.

La crisis del delta del Níger es económica, medioambiental, étnica, sanitaria, cultural, violenta y sin fecha de caducidad. Eso, si todavía puede calificarse como "crisis" a una realidad que lleva ocurriendo desde hace casi 70 años. Decenas de kilómetros cuadrados del delta son un desierto de barro negro. El agua, negra también, ha vuelto yermo este paraíso inverso que ocupa una longitud del litoral cinco veces mayor que el delta del Ebro. Y los dos países que más se benefician de esta hecatombe silenciosa son dos: India… y España. Aunque la zona ni siquiera se menciona en la nueva estrategia España África 2025-2028, un informe de 96 páginas sobre las relaciones entre ambos para los próximos tres años.