Putin, el último apóstol de la venganza: la CIA está convencida de que se vengará de Prigozhin

Putin, "el último apóstol de la venganza": la CIA está convencida de que se vengará de Prigozhin Europa Press/ Reuters

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Putin, "el último apóstol de la venganza": la CIA está convencida de que se vengará de Prigozhin

William Burns ha querido prevenir a Prigozhin sobre la venganza de Putin tras el arresto de Ígor Girkin este viernes.

23 julio, 2023 02:39

No está claro hasta qué punto se puede considerar una sorpresa la detención el pasado viernes de Igor Girkin, exoficial de las tropas rusas que participaron en la invasión de Crimea y parte del Donbás en 2014, y responsable del acto terrorista que acabó con la vida de los 298 ocupantes del Vuelo 17 de Malaysia Airlines. Desde luego, antes de febrero de 2022, a cualquiera le habría parecido normal que un enemigo declarado del régimen de Putin acabara en la cárcel. Ahora bien, después de la barra libre de críticas que se han vivido en los últimos meses con “marcha sobre Moscú” incluida por parte del Grupo Wagner, ya hasta lo obvio puede llegar a chocar.

Girkin, un ultranacionalista ruso con amplio predicamento en los sectores más fanáticos de ese espectro político, lleva desde el principio de la guerra ejerciendo el papel de “Casandra”, es decir, anunciando todo el rato lo mal que le va a ir a Rusia en Ucrania por su falta de organización y de verdadera resolución. Se podría decir que sus críticas han ido en la línea de las de Prigozhin y no sería del todo falso, pero hay que matizar que Girkin, que no puede ver a Putin tras varios desencuentros en los últimos años, tampoco soporta a Prigozhin. En ese sentido, es un alma libre.

Tan libre que el miércoles llevó sus críticas un paso más allá y se decidió a atacar directamente al presidente ruso, llamándole “mediocre insignificante y cobarde” y pidiéndole que dejara su puesto en beneficio de alguien más capaz. Bueno, pues después de meses de críticas más o menos genéricas a Shoigú, Gerasimov y las estructuras del Kremlin, el ataque personal provocó que, en cuarenta y ocho horas, el FSB -antigua KGB- se presentara en su casa y le llevara a una prisión estatal, donde estará como mínimo hasta principios de septiembre.

La amenaza ultranacionalista

Las detenciones de Girkin y de uno de sus aliados, el neonazi Pavel Gurabev, se unen a las de varios generales sospechosos de haberse compinchado con Prigozhin en su intento de golpe de estado. Entre todos ellos, destaca poderosamente la figura de Sergei Surovikin, “el carnicero de Alepo”, quien directamente lleva desaparecido desde el fin de semana de la asonada, cuando le vimos por última vez en un vídeo en el que pedía a su buen amigo Prigozhin que depusiera las armas. Se entiende que lleva detenido desde entonces, al menos su familia no ha vuelto a saber nada de él y la cosa va para un mes.

Lo que está claro es que Putin ha dejado de temer a la oposición reformista y prooccidental, encabezada por el también preso Alexei Navalny, y está intentando frenar a toda prisa y de cualquier manera el malestar de las voces nacionalistas de ultraderecha que él mismo ha alentado desde el poder. El problema es que el reformismo occidentalista no tiene predicamento alguno en el ejército ruso… pero el ultranacionalismo, sí. Lo que tienen en común Girkin, Surovikin y Prigozhin es que los tres han servido en guerras del lado ruso. No son unos cualesquiera para sus compañeros de armas.

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De hecho, el que menos vínculo, a priori, tiene con las fuerzas armadas dirigidas por Valeri Gerasimov es el único que aún sigue en la calle, disfrutando de una cierta libertad: Eugeni Prigozhin. El excocinero, dueño aún del Grupo Wagner por mucho que Putin repita en las entrevistas que “el Grupo Wagner no existe” (¿y entonces qué hace incordiando en Bielorrusia, obligando a Polonia a reforzar su frontera por si acaso?), sigue viajando de Moscú a San Petersburgo y de San Petersburgo a Minsk, permitiéndose arengas políticas en redes sociales sin que nadie acabe de entender cómo es posible que Putin no le haga pagar por su insurrección.

La venganza se sirve fría

Ahora bien, puede que la alegría no le dure mucho a Prigozhin. Según manifestó el viernes pasado el director de la CIA, Bill Burns, Putin podría estar preparando algo contra su gran némesis. Burns calificó al presidente ruso como “el apóstol supremo de la venganza” y aseguró en rueda de prensa que solo está “intentando ganar tiempo”. Según Burns, Putin es de los que piensa que la venganza es un plato que se sirve frío y, por ello, recomienda a Prigozhin “que no despida a su catador”

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El asunto, apunta Burns, no es tanto si Putin ajustará cuentas con el líder del Grupo Wagner sino cuándo y cómo lo hará. “No quiere que parezca que está sobrerreaccionando”, afirmó el director de la CIA, quien considera que el vídeo del 24 de junio en el que Prigozhin acusaba directamente a Putin de no estarse enterando de lo que sucede en Ucrania y avisaba de que Wagner haría lo posible por llevar el cambio al Kremlin fue “el desafío más grande contra Putin que hemos visto desde que llegó a la presidencia”.

Que ese desafío quede impune es muy improbable. Ahora bien, algo nos estamos perdiendo, porque no había pasado una semana desde la “marcha sobre Moscú” y Putin ya estaba recibiendo a Prigozhin y sus oficiales en el mismísimo Kremlin para felicitarles por su trabajo en Bakhmut -veinte mil muertos, cuarenta mil heridos en combate-. La reunión y el hecho de que fuera el propio portavoz de Putin, Dimitri Peskov, quien la reconociera y defendiera en público no ha podido gustar entre los que ven en Prigozhin a un advenedizo y empiezan a dudar de que Putin sea el zar que lleve a Rusia de vuelta al imperio. 

Entre tanto malestar, el presidente ha optado por la mano dura. El problema es que la mano dura después de la debilidad solo indica más debilidad. La sensación es de una administración sitiada y asediada, incapaz de darle la vuelta a la guerra de Ucrania, cuestionada por su propio ejército y cada vez más alejada de sus aliados tradicionales, como Turquía, uno de los países más perjudicados por las recientes amenazas rusas a la navegación por el Mar Negro. Demasiados malos indicios en demasiado poco tiempo.