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Rusia pretende forzar a Zelenski a negociar con la mayor ofensiva contra sus infraestructuras civiles

En una guerra limpia, los ataques se centrarían en infraestructuras militares. Como esta no ha sido nunca una guerra limpia, Rusia busca el ataque directo a la población.

16 noviembre, 2022 02:36

El lunes 10 de octubre, el general Sergei Surovikin se presentaba en sociedad con el lanzamiento de 84 misiles sobre infraestructuras civiles y militares ucranianas, provocando de paso el terror en determinados barrios residenciales de las grandes ciudades del país. El ataque se consideró entonces una represalia por el atentado contra el puente de Kerch, en Crimea, que había tenido lugar apenas veinticuatro horas antes, pero en realidad se trataba del principio de una estrategia más cruel que ha tenido este martes un nuevo episodio.

El lanzamiento de unos cien misiles sobre distintas ciudades ucranianas ha provocado apagones en todo el territorio, así como caídas de internet y cortes de agua y gas. La oficina del presidente Zelenski ha calculado en siete millones el número de civiles que se han visto afectados, a la vez que recalcaba que al menos setenta de los misiles rusos habrían sido derribados por las defensas antiaéreas, un número considerablemente superior al que vimos en los ataques de octubre.

En una guerra limpia, los ataques se centrarían en infraestructuras militares o, a lo sumo, en aquellas infraestructuras civiles que pudieran tener un uso militar. En esa categoría, incluiríamos puentes, carreteras, aeropuertos o vías ferroviarias. Como esta no es ni ha sido nunca una guerra limpia, Rusia busca el ataque directo a la población. Son ellos los que pasarán frío este invierno, los que no dispondrán de electricidad, los que carecerán de agua potable y los que tendrán serios problemas para mantener unos mínimos en su calidad de vida incluso a cientos de kilómetros de cualquier frente. Son ellos, piensan en el Kremlin, los que pueden ablandar la postura de Zelenski con su sufrimiento. Un chantaje en toda regla.

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En busca de una negociación 

Y es que este ataque brutal e indiscriminado solo puede tener un objetivo: mermar la moral ucraniana e intentar volver a los ciudadanos contra su gobierno en busca de una negociación acelerada. Es un recurso desesperado y de poco recorrido salvo que Rusia consiga que el daño a infraestructuras afecte también de alguna manera el suministro al ejército, aunque sea por la necesidad de derivar recursos. Se suponía que esta nueva estrategia iba a cambiar la inercia de la guerra, pero desde la llegada de Surovikin, lo único que hemos visto es un montón de muertos intentando tomar Bakhmut sin éxito alguno y la retirada de las tropas del oeste del río Dniéper, incluyendo Jersón capital.

La idea repetida por la propaganda rusa de "matar a Europa de frío" parece que se va a centrar tan solo en Ucrania. El propio Josep Borrell manifestaba este lunes que, pese a sus evidentes carencias sobre el terreno, Rusia aún era capaz de destruir infraestructuras claves de Ucrania y poner en peligro su funcionamiento como estado. Es de suponer que, después de meses de amenazas, el gobierno de Zelenski, junto con sus socios occidentales, tendrá preparado un plan alternativo que permita al país seguir funcionando sin hundirse en la miseria económica. De lo contrario, bien hará la OTAN en ayudar a reforzar cuanto antes las defensas antiaéreas y proteger así dichas instalaciones.

Explosiones en Kiev.

Explosiones en Kiev. Reuters

Condenar a una población de millones de habitantes al frío, el hambre y la sed requiere de una ausencia de escrúpulos notable. Por eso mismo, a nadie sorprende que esté siendo el recurso de Putin para sentar a Zelenski en una mesa e imponerle sus condiciones. De hecho, visto lo visto, lo que llama la atención es que no lo haya intentado antes, como tampoco ha intentado, por otro lado, dañar las infraestructuras militares con demasiado afán. Tal vez el convencimiento en su victoria y en la necesidad de utilizar esas instalaciones para controlar después el país haya retrasado la decisión. De alguna manera, como ha señalado el ministro de asuntos exteriores británico, James Cleverly, estos ataques solo pueden entenderse como el reconocimiento de que dicha victoria es inviable.

Daños colaterales en Polonia y en Moldavia

La duda es si, aparte de desesperada y cruel, se trata de una estrategia eficaz. A corto plazo, está claro que no, como demuestran los avances ucranianos en el frente sur. Ahora bien, entendemos que los objetivos no se habrán fijado a corto plazo, sino a medio. El frío de noviembre no es comparable al de diciembre, enero o febrero, y la prensa estatal rusa ya habla sin pudor de que las negociaciones tendrían lugar en primavera, es decir, con el frío aún en los huesos y una posición de presunta debilidad extrema.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, reunido con autoridades locales en su visita este lunes a Jersón.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, reunido con autoridades locales en su visita este lunes a Jersón. Efe

Es, en cualquier caso, un movimiento arriesgado. Todo intento de "rusificar" Ucrania desde el punto de vista cultural o incluso afectivo -ese era el sueño de la Novarrosiya que ya nunca existirá- puede darse por imposible después de estos meses de agresiones. Moldavia, otro de los sueños inconfesables de Putin, también ha referido cortes de electricidad provocados por el ataque ruso. Aparte, se rumorea que un misil ha caído en territorio OTAN, en concreto en Przewodow, Polonia, matando a dos personas. De confirmarse la noticia, habrá que ver cómo reacciona el gobierno de Varsovia, no tanto ante este ataque en concreto sino ante la posibilidad de que se repita.

No parece en ningún caso un intento de escalada por parte de Rusia o una provocación. Más bien se trataría de un nuevo acto de torpeza cuando ni tus objetivos están bien definidos ni tu tecnología te permite ser preciso a la hora de alcanzarlos. Rusia sabe que ha perdido la guerra tal y como la planteó e intenta salvar al menos los muebles: que Ucrania necesite la paz tanto como para obligar a Zelenski a aceptar un mal acuerdo a cambio de cierta estabilidad. El problema es que Rusia lleva calculando mal la capacidad de resistencia ajena desde febrero. Puede que aquí, de nuevo, se esté equivocando y Ucrania, una vez más, aguante todo, incluso la inquina.