Jair Bolsonaro este pasado viernes.

Jair Bolsonaro este pasado viernes. Reuters

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De AMLO a Bolsonaro: la Covid y la crisis económica dejan al populismo en la cuerda floja

Un estudio del Instituto Bennett de Ciencias Políticas de la Universidad de Cambridge indica que esa forma de hacer política está en crisis. 

30 enero, 2022 01:59

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El populismo está en crisis. Eso dice, al menos, el Instituto Bennett de Ciencias Políticas de la Universidad de Cambridge, basándose en un estudio anterior incluso al desplome del populista británico por excelencia, Boris Johnson, en las encuestas.

Aunque tiene sentido, pues en tiempos de crisis la gente tiende a volver a lo seguro, lo de toda la vida; la verdad es que se trata de una afirmación algo arriesgada, que se sostiene quizá solo en comparación con el preocupante auge que diversos populismos, de todo tipo, alcanzaron en 2019 y las expectativas con las que habían empezado 2020.

Para cuando estalló la pandemia como tal, recuerden, Jair Bolsonaro llevaba menos de dos años como presidente de Brasil y el kirchnerismo volvía a la Casa Rosada en Argentina. Donald Trump era el hombre más poderoso del planeta y el citado Boris Johnson sustituía a la sobria Theresa May al mando del Partido Conservador y del gobierno británico. Meses antes de los primeros confinamientos, Podemos entraba en La Moncloa y Vox conseguía más de cincuenta diputados en las elecciones generales; Marine Le Pen venía de ganar las elecciones europeas y lideraba todos los sondeos de cara a las presidenciales de dentro de pocos meses. En Italia, la Lega Nord de Salvini y los Fratelli d´Italia pujaban fuerte para desplazar al M5S de lo alto de las encuestas.

No acababa la cosa ahí: Erdogan gozaba de una enorme popularidad en Turquía, igual que Orbán en Hungría o Duda en Polonia. Incluso en la sensata Alemania, parecía que la sucesión de Angela Merkel podía estar en manos de la ultraderecha de la AfD a poco que la Democracia Cristiana cayera en la tentación de formar gobierno con ellos si los números cuadraban.

En un mundo en el que los extremos cada vez gozaban de mejor fama, parecía que cada país estaba como loco por tomar a su manera su propio Palacio de Invierno. ¿Ha cambiado esa tendencia la Covid-19? Vamos a ir mirando zona por zona, con sus matices.

Europa Occidental

Alemania fue la tumba del neonazismo. Angela Merkel fue la primera en dejar claro que su partido nunca iba a pactar con la extrema derecha y el candidato a las elecciones del pasado septiembre, Armin Laschet, también lo dejó claro en campaña. En cualquier caso, los números no habrían dado. Los electores alemanes optaron por la prudencia y un cierto continuismo en la figura del socialdemócrata Olaf Scholz, vicecanciller de Merkel durante gran parte de los años de la Gran Coalición.

La amenaza populista, sin embargo, sigue vigente en otros países, aunque es verdad que con reservas: nada indica que la pandemia haya debilitado las posiciones electorales de Unidas Podemos o de Vox en nuestro país. De hecho, la fuerza de Santi Abascal no solo sigue ganando expectativa de voto sino que, ante el derrumbe -previo al coronavirus- de Ciudadanos, su importancia política puede ser mucho mayor tanto en un posible gobierno del PP a nivel nacional como en los distintos parlamentos autonómicos.

El primer ministro británico, Boris Johnson.

El primer ministro británico, Boris Johnson.

En Francia, Le Pen está a punto de quedarse fuera de la segunda vuelta… pero lo hace tanto por un aumento de voto de Les Republicains, la opción, si se quiere, más pegada a la política tradicional, como por la aparición de otro populista, Eric Zemmour. En otras palabras, más que un colapso del populismo, lo que vemos es una reorganización del voto que puede hacer que un centrista como Macron y una gaullista como Valerie Pécresse se disputen la presidencia de la República.

Italia está en una situación parecida: la Lega de Salvini baja… pero suben los Fratelli de Giorgia Meloni. Tal vez el gran cambio sea el trasvase de votos del M5S al PD, junto a un posible nuevo mandato en el Quirinale de Sergio Matarella, la bestia negra precisamente de Di Maio y Salvini durante estos años.

Por último, queda Inglaterra. No había indicios de que la pandemia hubiera castigado a Boris Johnson ni al Partido Conservador hasta que surgió el escándalo de las fiestas ilegales en Downing Street. Desde entonces, los laboristas se han puesto al frente de todos los sondeos, pero el mero hecho de que Boris siga resistiendo a un escándalo tras otro, a la espera del informe oficial de la funcionaria Sue Gray, ya habla a las claras de su popularidad y fortaleza. Es difícil imaginar a otro tipo de gobernante con el cuajo y el apoyo necesarios para sortear una crisis de tal tamaño.

Europa Oriental

El 3 de marzo de 2020, es decir, poco más de una semana antes del inicio del primer confinamiento en España, el parlamento esloveno hacía oficial el nombramiento de Janez Jansa como primer ministro del país. Jansa es un fanático de Donald Trump y de la alt-right de Steve Bannon, hasta el punto de que, meses después, no dudó en felicitar al expresidente republicano por su “triunfo” en las elecciones que perdió con Biden, posiblemente el único mandatario europeo en apoyar su teoría de la conspiración.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Reuters

Nada de ello, ni siquiera su caótica gestión de la pandemia y los problemas con la campaña de vacunación que son comunes a prácticamente todo el este de Europa, ha debilitado su posición en las encuestas. El Partido Democrático Esloveno sigue al frente de todos los sondeos con una amplia ventaja, aunque es cierto que en los últimos meses los Socialdemócratas se han ido acercando poco a poco. En Polonia, el partido Ley y Justicia sigue dominando también los sondeos, aunque su expectativa haya caído casi diez puntos en los dos años que han pasado desde las pasadas elecciones. Los mismos diez puntos que gana el nuevo partido Polonia 2050, de Szymon Holownia… el co-presentador durante once años del “Got talent!” polaco.

Distinta es la posición de Orbán en Hungría y de Erdogan en Turquía, aunque por diferentes motivos. En Hungría, el autoritarismo de Orbán hizo que toda la oposición se uniera en diciembre de 2020, llegando a adelantar al primer ministro en algunos momentos de 2021. En la actualidad, Orbán mantiene una ventaja de unos cuatro o cinco puntos… aunque bastante por debajo del 49,27% con el que ganó en las legislativas de 2018. El próximo 3 de abril podemos asistir a un auténtico terremoto en la zona… o a la consolidación de un proyecto enfrentado a los valores de la Unión Europea y apoyado, por supuesto, desde las cloacas del breitbartismo estadounidense.

En cuanto a Recep Tayyip Erdogan su problema se llama inflación. Erdogan apela a la religión y los valores de solidaridad para no subir los tipos de interés, como sería lo propio en una situación así, pero el caso es que su moneda sigue depreciándose mientras la inflación mensual alcanza el 36%. Desde las elecciones de 2018, el partido de Erdogan ha perdido catorce puntos de apoyo ciudadano, lo que coloca al Partido Popular Republicano, de centro-izquierda, a apenas cuatro puntos. Si no revierte la situación o no se inventa otro golpe de estado, la reelección puede complicársele mucho.

América 

Por supuesto, la gran derrota del populismo durante la pandemia fue la de Donald J. Trump en Estados Unidos. Ahora bien, es complicado atribuir sin más el éxito de Joe Biden a la gestión de su rival contra el virus. Da la sensación de que el problema venía de antes y no tenía tanto que ver con las políticas republicanas como con la profunda antipatía que causaba su persona entre buena parte del electorado.

El expresidente de Estados Unidos Donald Trump en una imagen de archivo

El expresidente de Estados Unidos Donald Trump en una imagen de archivo

Es posible que, sin la base de votantes de Trump y la mejora de la economía durante tres años, el GOP nunca hubiera llegado a los 74 millones de votos, el mejor resultado de un candidato republicano en toda la historia. Lo que es seguro es que, sin el profundo rechazo personal que causaba el presidente, un candidato tan vulgar como Joe Biden, a sus 78 años, no habría recibido 81 millones de votos.

Si vamos bajando por el continente, nos encontramos con un marcado giro a la izquierda: es difícil gestionar la pandemia peor que como lo hizo Andrés Manuel López Obrador en México. Con todo, su nivel de aprobación es ahora mayor (65%) que lo que lo era en marzo de 2020 (59%), unas cifras solo alcanzadas a estas alturas de mandato por Felipe Calderón en tiempos recientes.

En Sudamérica, a lo largo de estos dos años, ha habido elecciones en Bolivia, Ecuador, Perú y Chile. Solo en Ecuador, el centroderecha de Guillermo Lasso consiguió imponerse. El resto fueron victorias de la izquierda, algunas tan rocambolescas como la del maestro de escuela Pedro Castillo en Perú.

De cara a 2022, tenemos comicios en Colombia y Brasil. En ambos, la izquierda parece partir con una amplia ventaja: pocos dudan del triunfo de Gustavo Petro en Colombia y Jair Bolsonaro apenas consigue la aprobación del 24% de los brasileños, lo que complica mucho su reelección en octubre. Algunos sondeos le colocan hasta veinte puntos por detrás del renacido Lula da Silva, en lo que perfectamente podría considerarse un duelo de populistas, aunque de signos políticos muy diferentes.

Jair Bolsonaro y Donald Trump, durante su reunión en la Casa Blanca.

Jair Bolsonaro y Donald Trump, durante su reunión en la Casa Blanca. EFE Washington

En definitiva, es complicado apreciar con certeza ese anunciado cambio de tendencia respecto al populismo. Tal vez se vea un poco más claro en Europa Occidental y en Estados Unidos -aunque Trump vuelve a encabezar los sondeos de cara a 2024 y la aprobación de Biden está por los suelos-, pero el movimiento es casi inapreciable en el resto del planeta, donde, a lo sumo, unos populismos suceden a otros.

No es una gran noticia para la democracia liberal clásica en tiempos tan agitados, pero, tras dos años de crisis sanitaria y económica, bien podrían haber ido las cosas aún peor. Las crisis suelen dejar grandes vencedores y grandes perdedores. En este caso, el coronavirus parece haber instalado el equilibrio de fuerzas en un gran empate aún por resolver.