Sadam Hussein.

Sadam Hussein. Reuters

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El misterioso vuelo BA149: cómo Gran Bretaña mandó a 367 personas a Kuwait en plena invasión de Sadam

El 1 de agosto de 1990, Irak invadieron su país vecino. Ese mismo día llegó un vuelo de British Airways pese a que el resto de vuelos se suspendieron. 

29 noviembre, 2021 02:40

En ocasiones, la guerra es adictiva. No es fácil mantener a un país en tensión constante contra un enemigo común durante ocho años y luego calmar la adrenalina. Irak entró en conflicto con Irán en 1980 porque esa era la manera de Sadam Hussein de afirmar su poder: la amenaza interna —los kurdos en busca de una tierra propia— y la externa —los ayatolás y su fanatismo— como ruedas que no dejan nunca de girar.

Cuando el 20 de agosto de 1988, llegó a un acuerdo de paz con sus vecinos, a Sadam le entró un ataque de ansiedad: se acabó el apoyo occidental, se acabó la alarma diaria y, sobre todo, se acabó la colaboración de Kuwait, un aliado de lujo durante toda la década.

Kuwait es un país diminuto pero muy afortunado. Un país fantasma, si se quiere, de los que se inventaron los británicos cuando se largaron de Asia occidental porque pensaban que, compartimentando el poder político, sería más fácil controlarlo desde fuera. Kuwait, un emirato regido por la casa de Sabah y sus distintas generaciones, había financiado gran parte de la campaña militar de Sadam contra Irán. Todo país pequeño necesita apoyarse en uno más grande.

Aparte del dinero, las tropas iraquíes habían podido utilizar un pasillo que les daba acceso al mar. El miedo a Ruhollah Jomeiní podía más que el miedo a Sadam. Entre ambos miedos, los jeques eligieron apoyar a quien no pretendía cambiar su forma de vida. Acertar era imposible.

En esas, llegó 1988 y llegó la paz. Y después de 1988, llegó 1989 y la resaca de la gran fiesta de los ocho años: las decenas de miles de millones de dólares que Kuwait exigía a su otrora aliado, las escaramuzas por los precios del petróleo, la insatisfacción constante de los iraquíes, empeñados en tomarse todo como un insulto para poder justificar una posible defensa en forma de ataque.

A lo largo del mes de julio de 1990, incapaces de llegar a un acuerdo para condonar o al menos reducir la inmensa deuda, Sadam moviliza de nuevo a su ejército y coloca cien mil tropas en la frontera con Kuwait, una frontera, recordemos, de apenas doscientos cuarenta kilómetros.

Tras una reunión poco fructífera el 1 de agosto entre los enviados diplomáticos de ambos países en Yeda (Arabia Saudí), esa misma madrugada Sadam ordena a sus tropas tomar el país vecino de una sola tacada: desiertos, ciudades, bancos y palacios. En un solo día, Kuwait era suyo. El emir Yaber III consigue escapar volando a Arabia antes de que los iraquíes lleguen al aeropuerto y lo tomen por completo. Cuando por fin llegan las tropas y suspenden el tráfico aéreo, se encuentran un regalo inesperado de lo más goloso: el avión de British Airways BA149, que lleva una hora de escala, rumbo a Kuala Lumpur (Malasia).

El avión de British Airways destrozado en el aeropuerto de Kuwait después de que los pasajeros salieran.

El avión de British Airways destrozado en el aeropuerto de Kuwait después de que los pasajeros salieran.

Cuatro meses de horror 

En el avión, en medio de una ocupación militar, ajenos a la guerra que estaba a punto de empezar ese día y que no acabaría hasta 2003, 367 pasajeros y 18 miembros de la tripulación, esperaban la orden para despegar rumbo a Madras, la siguiente escala. Todo estaba preparado cuando al comandante Pete Clark le informaron de que debería esperar dos horas. Al rato, las tropas de infantería ya estaban disparando a todo avión que intentara abandonar el complejo.

Cuando uno comete un acto de guerra de este tipo, cuando ataca por sorpresa a un país que es aliado de Occidente, lo mejor que le puede pasar es tener algo con lo que negociar. Esos casi 400 residentes británicos eran un caramelo demasiado apetitoso para Sadam, que inmediatamente ordenó que los trajeran a Bagdad. Durante días, se habló de ellos en todos los medios anglosajones, se habló de la necesidad de liberarlos y sirvieron de arma de negociación a la hora de frenar o impedir incluso la reacción inmediata de la comunidad internacional. Luego, casi todo el mundo se olvidó de ellos.

Ser un rehén de Sadam Hussein no es fácil. A los pasajeros del avión se les movió de un lado para otro, se les utilizó como escudos humanos, se abusó de ellos, se les torturó y se les violó. Se les trató, en definitiva, como trata un ejército en permanente estado de guerra a aquel al que considera su enemigo. Cuando la prensa preguntaba al agonizante gobierno de Margaret Thatcher cómo era posible que no hubieran avisado a British Airways de la necesidad imperiosa de desviar el vuelo y aterrizar en cualquier otro país, los responsables decían no saber nada. Fue todo tan rápido, sucedió todo de manera tan imprevista…

El cautiverio duró ni más ni menos que cuatro largos meses. El propio ex primer ministro Edward Heath se personó en Bagdad para negociar con ellos. Hasta mediados de diciembre no salieron del país todos los retenidos. Un mes más tarde, el ejército aliado iniciaba la llamada 'Tormenta del Desierto' para liberar Kuwait y expulsar a Sadam de la presidencia de Irak. Solo consiguieron la mitad de sus objetivos. Noches de scuds y CNN. Aquellos hombres volvieron, pero nadie les supo dar una explicación. Quedaron las pesadillas y la angustia. Poco más.

Las dudas 

Así, hasta que esta misma semana, el gobierno de Boris Johnson ha reconocido que Reino Unido sí tenía información precisa sobre lo que pasaba en Kuwait y cómo afectaría al vuelo BA149. El embajador británico avisó a tiempo y el gobierno prefirió no avisar a British Airways. ¿Por qué no lo hicieron? ¿Por qué prefirieron enviar al horror a cientos de sus ciudadanos? No hay una explicación al respecto… y cuando no hay explicaciones sólidas, apoyadas en datos, llegan las especulaciones.

Durante casi treinta años, los distintos gobiernos conservadores y laboristas han negado la llamada del embajador. Muchos se preguntan qué otras verdades siguen negando. Desde su vuelta a Londres, varios pasajeros informaron a la prensa de la presencia de militares británicos en Kuwait, incluso de un grupo de diez hombres que habrían bajado del avión escoltado por estos militares y de los que no se volvería a saber. ¿Quiénes eran esos hombres, quién los mandaba?

En ningún momento, el comunicado del gobierno reconoce nada semejante, pero la hipótesis de que ese vuelo fuera una operación de inteligencia que saliera mal siempre se ha barajado. Miembros del MI6 se habrían filtrado entre la tripulación, habrían dejado el avión antes de la llegada de las tropas iraquíes y habrían abandonado a su suerte al resto de viajeros. Ante el conflicto diplomático que habría supuesto mandar un avión del ejército a una zona extranjera de combate, se habría preferido transportar espías y militares dentro de un vuelo de civiles para no llamar la atención de nadie.

Así lo piensan, entre otros, Clive Earthy, el responsable de British Airways en dicho vuelo, y Barry Manners, uno de los pasajeros y escudos humanos. Así se lo han hecho saber esta semana de nuevo a la BBC, aunque llevan tiempo repitiéndolo. La extraña historia del BA149 tiene aún mucho de secreto. Ningún otro avión occidental corrió la misma suerte. Absolutamente todos evitaron la escala en Kuwait. ¿Por qué no lo hizo el británico? Puede que en treinta años nos enteremos. De momento, el escándalo en Londres es sonado y comprensible. Está por ver si alguien acabará pagando por el suplicio que pasaron esas cuatrocientas personas. No parece probable.