El régimen nazi construyó Prora en 1933 para satisfacer y controlar las necesidades de sus trabajadores.

El régimen nazi construyó Prora en 1933 para satisfacer y controlar las necesidades de sus trabajadores.

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'El Coloso de Prora', el retiro nazi convertido en paraíso turístico

Los complejos hoteleros o los apartamentos de lujo pugnan por sustituir a los edificios de acabados clásicos y colores grises característicos de la época nacionalsocialista

23 julio, 2018 00:13

A orillas de la norteña isla de Rügen, en Alemania, se alza Prora, un complejo turístico de 4,5 kilómetros de largo construido para albergar hasta 20.000 obreros durante la época del nazismo y reconvertido ahora en destino idílico para las vacaciones en familia.

En una zona en la que confluyen pinares con largas playas de arena blanca, la larga franja de edificios con complejos hoteleros conocida como Prora fue declarada en 1994 Patrimonio Nacional alemán por su importancia histórica bajo el régimen de Hitler y décadas posteriores.

Prora fue ideado como zona de recreo y descanso para las familias obreras por el sindicato nacionalsocialista "Fuerza a través de la alegría", que entre 1933 y 1945 se ocupó de la vigilancia, estructura y uniformidad del tiempo libre de la población alemana. De este modo, y mediante la construcción del complejo turístico, el régimen nazi pretendía garantizarse la fidelidad de la clase obrera alemana a la vez que la motivaba a seguir trabajando duro para preservar el sistema.

Hoy, sin embargo, los complejos hoteleros o los apartamentos de lujo pugnan por sustituir a los edificios de acabados clásicos y colores grises característicos de la época nacionalsocialista.

Ulrich Busch, hijo del célebre cantante y actor comunista Ernst Busch, que participó en la Guerra Civil española del lado de las Brigadas Internacionales, es uno de los responsables de este lavado de cara de la zona turística. "Me preguntaba a menudo qué podía hacerse con Prora", asegura el promotor inmobiliario Busch y responsable de la marca "Prora Solitaire", que hoy da nombre al conjunto de apartamentos hoteleros que ocupan el bloque II del gigante arquitectónico.

Vista aérea de Prora en la actualidad.

Vista aérea de Prora en la actualidad.

Busch, que presentó una solicitud en 2004 para la adquisición de bloques en posesión del Estado alemán con el objetivo de edificar apartamentos turísticos, acabaría haciéndose cargo de la rehabilitación de un total de 350 apartamentos, 130 de los cuales están en un aparthotel. Los 350 apartamentos que rehabilita forman parte del bloque II de la enorme construcción, que se compone de otros siete bloques más, donde otras empresas trabajan en su transformación.

"En los años 90 todo el complejo fue declarado Patrimonio Nacional y hubo muchas discusiones sobre qué se podría hacer con ello", recuerda Busch, que siempre tuvo claro que "el componente nazionalsocialista asociado al lugar tenía que desaparecer".

En ello influyó "la historia personal" y los "preceptos" de Ernst Busch, su padre, una figura que recorrió Europa durante los años turbulentos del fascismo, a la manera del escritor Victor Serge o del periodista Ilya Ehrenburg, y que llegó a trabajar en la Unión Soviética para Radio Moscú.

Cantante de las versiones alemanas de grandes éxitos antifascistas como "No pasarán", "Bandiera Rossa" o "Venceremos", Busch padre combatió contra Franco y llegó a pasar por el campo de internamiento de Gurs del régimen de Vichy, en el sur de Francia. La suerte de Ernst Busch, que regresó a Alemania oriental tras la guerra para seguir trabajando como artista, contrasta en aquellos años con la de suerte de Prora.

El complejo, cuyo diseño había sido premiado en 1937 con el Grand Prix en la Exposición Universal de París, se convirtió en un cuartel bajo la República Democrática Alemana y tras la Reunificación pasó a cargo de la Bundeswehr, el ejército federal alemán.

Con el tiempo, Prora se había convertido en un conjunto de edificios "en descomposición", recuerda Busch hijo, "un sitio sombrío y gris", sobre el que muchos pensaban "que era demasiado grande u horroso y que no encajaba". Poco queda hoy de esos bloques monótonos y abandonados, en el que los entrenamientos militares dieron paso a los inversores, y los apartamentos, las zonas de compras o los áticos con vistas a una playa de 7 kilómetros sin la presencia de la esvástica.