Phoebe Dynevor y Alden Ehrenreich en una escena de la película 'Juego limpio'.

Phoebe Dynevor y Alden Ehrenreich en una escena de la película 'Juego limpio'. IMDb

Relaciones

La ley del hielo, la máquina de tortura del siglo XXI: el silencio que desgasta parejas y destruye la autoestima

Este tratamiento puede presentarse en cualquier tipo de relación, así como en espacios de trabajo. Muchas veces, encuentra su origen en la niñez.

Más información: Apego ansioso, evitativo y seguro: los vínculos de los que todo el mundo habla y que condicionan las relaciones

Publicada
Actualizada

Se le atribuye al autor irlandés George Bernard Shaw la frase de que "el silencio es la expresión más perfecta de desprecio". No obstante, cuando el dramaturgo la pronunció en su momento, probablemente a finales del siglo XIX o comienzos del XX, poco se conocía del concepto de la ley del hielo.

Desde el punto de vista psicológico, se trata de un sinónimo de rechazo, asegura Ana Sánchez, fundadora de la Clínica Pinsapo Salud en Sevilla. "Realmente lo nuevo es el término, que, como viene siendo habitual, ha aparecido en las redes sociales. Se trata de una conducta deliberada de no hablar, ignorar o hacer el vacío a otra persona", aclara la experta.

En la cotidianidad de las relaciones, hay gestos no tan notables que duelen más que cualquier palabra. Este castigo se ha convertido en un fenómeno emocionalmente devastador que además en la era digital se fusiona con otros comportamientos como el ghosting.

Las actitudes que engloban este tratamiento van desde omitir mensajes, evitar la mirada, no hacer caso a según qué peticiones… Algo que se traduce en una violencia invisible.

"Puede verse como castigo social o una forma de manipulación, ya que se emplea como estrategia de control para hacer sentir mal a un tercero, esperando que ceda a una postura y se someta", comenta la terapeuta.

"Es un comportamiento pasivo-agresivo que niega la comunicación con otra persona. En la víctima genera sensaciones muy desagradables como el rechazo y el aislamiento, lo que a su vez deriva en síntomas ansiosos", determina.

Los porqués

Por supuesto, tras este tipo de actuaciones hay una serie de razones y explicaciones. No obstante, no se debe confundir la existencia de las mismas para justificar estas actitudes. Por el contrario, es cierto que si se identifican los motivos es más sencillo atajar el problema de una forma u otra.

"Cuando alguien comienza a utilizar este tratamiento, lo hace por una falta de regulación emocional. 'Como no sé gestionar lo que siento en este momento, intento controlar la conducta de mi compañero para conseguir llegar a mi objetivo", detalla Ana Sánchez.

"Sin embargo, hay que aclarar también que algunas personas lo usan para evitar confrontar al otro o tener una conversación incómoda. Aplican una lógica que dice algo así como 'si me quedo callado hasta que pase la tormenta, luego hablaremos como si no hubiese pasado nada'", concreta la profesional.

"Cuando comenzamos a salir, me di cuenta de que este problema estaba presente en la relación. Desde el primer momento le insistí en que me parecía sano dejar un tiempo prudencial para resolver lo que surgiese, pero lo que obtenía de él era un silencio abrumador", cuenta María, de 29 años, que estuvo lidiando con esta problemática durante los 10 años que duró el noviazgo.

"En muchas ocasiones, ni siquiera sabía a qué se debía y esto se prolongaba durante días. Me quedaba a la espera de alguna señal. Tenía que adivinar qué le podía haber molestado. Y muchas veces era complicado, porque no compartíamos la misma visión de la situación. Y además, me sentía culpable", detalla la joven.

En la serie 'Normal People' no se da este caso como tal, pero la relación de sus protagonistas gira en torno a la falta de comunicación y su incapacidad de expresar sentimientos.

En la serie 'Normal People' no se da este caso como tal, pero la relación de sus protagonistas gira en torno a la falta de comunicación y su incapacidad de expresar sentimientos. IMDb

En esta línea, la de hacer conjeturas sobre lo que puede haber sucedido, se manifiesta también la psicóloga. "A su vez, la ley del silencio puede ser un mensaje emocional cargado de rechazo. En lugar de transmitir lo que le ha afectado a esa persona, se calla para que el otro intente descifrar lo que ha pasado", destaca Ana Sánchez.

Sin embargo, la experta también aclara que se trata de algo que puede usarse para proteger el ego. "Prefiero callar a manifestar que me he podido sentir molesto o herido", concreta. Además, añade que consiste en dinámicas que se siguen tanto en relaciones de pareja como, por ejemplo, en las laborales.

En cuanto a la raíz de la situación, María aclara que, en su caso, se dio cuenta pronto de que parte del problema venía de la crianza que su exnovio había tenido en casa.

"Estaba siguiendo el mismo patrón de comportamiento que se había dado en su familia. Allí los problemas existían, pero se barrían y se escondían bajo la alfombra. La falta de comunicación era notable e increíble", explica.

Respecto a los orígenes, la psicóloga los vincula a personalidades evitativas que no saben afrontar los conflictos de una manera asertiva o canalizar emociones como el enfado y la ira cuando son muy intensos. "Prefieren callar y mantener distancia", indica.

No obstante, también pulula en el ambiente en estas situaciones la palabra narcisismo, sobre todo cuando estas técnicas de control se emplean para seguir ejerciéndolo y mantener un estatus de autoridad. Sin embargo, lo que se esconde tras todo ello, como era de esperar, son miedos e inseguridades.

"Las necesidades pueden ir desde el temor al conflicto, a mostrarse vulnerable o a querer mantener esa posición de poder debido a ciertos complejos de inferioridad", detalla la terapeuta, que también alude a imitaciones aprendidas en la infancia, lo que conecta con las declaraciones de María.

En un artículo de la Universitat Oberta de Catalunya, la psicopedagoga y profesora colaboradora de la institución especializada en Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación, Sylvie Pérez, señala que "este comportamiento adulto genera en los menores sentimientos de culpa, rechazo e incomprensión, y puede dañar su autoestima y su capacidad de afrontar conflictos en el futuro".

En la pieza del portal de la UOC, se cita además el estudio Socializing the Silent Treatment: Parent and Adult Child Communicated Displeasure, Identification, and Satisfaction, en el que se confirma lo que ya se ha expuesto en este reportaje: estas actitudes se transmiten de padres a hijos y estos más tarde replican los patrones en sus relaciones.

Por otra parte, la psicóloga Ana Sánchez indica que se puede aplicar la ley del hielo de forma inconsciente y al contrario.

"Cuando se hace como mecanismo de defensa, no se busca dañar al de enfrente, sino protegerse de las propias debilidades o de personas que me puedan perjudicar. Uno no encuentra la forma de expresar lo que siente en este momento o cree que aportar su opinión solo puede empeorar la situación", detalla la profesional.

En cambio, comenta que cuando es una forma de manipulación, se busca de manera deliberada el castigo y generar sentimientos desagradables en quien está al lado, así como doblegar su conducta.

Barros y lodos

Por supuesto, tras ejercer estos comportamientos y sufrir estas actitudes, se generan una serie de repercusiones.

"En aquellos que reciben este tratamiento aparecen sentimientos de ansiedad y confusión ante la incertidumbre que genera la ausencia de palabras, y a su vez incomodidad. Les asaltan preguntas como 'qué he hecho mal o por qué no me habla'. Esto puede derivar en pensamientos rumiativos, que desembocan en culpabilidad y autocrítica", destaca la psicóloga Ana Sánchez.

Imagen de archivo de dos compañeros visiblemente incómodos incluso en un momento de intimidad.

Imagen de archivo de dos compañeros visiblemente incómodos incluso en un momento de intimidad. Foto de Vitaly Gariev en Unsplash

Alba tiene 23 años y estuvo con su pareja durante dos. Ella también detectó que estaba sufriendo la ley del silencio. "Me di cuenta porque me topé con un vídeo en TikTok. De repente, todo tenía sentido. No me estaba volviendo loca", comenta.

"Una vez estuvo sin hablarme durante cinco días. Lo peor de todo es que me hizo sentirme mal por partida doble. En primer lugar, por su falta de comunicación; por otro lado, porque su rechazo se había originado por mi enfado ante sus comportamientos. Por lo tanto, estaba invalidando lo que sentía", explica sin tapujos la chica.

Y es que, como confirma la terapeuta, sentirse ignorado o rechazado deteriora la percepción de valía de uno mismo.

Alba estuvo con su pareja durante dos años. María pasó una década junto a él, pero, ¿qué impacto puede tener este tratamiento en las relaciones a largo plazo?

Según Ana Sánchez, se genera un desgaste emocional por la acumulación de culpa, ansiedad y frustración. Esto, a su vez, desemboca en una inseguridad con la persona. "Cada vez se tiene más miedo de expresar deseos o sentimientos por temor a la respuesta del otro y para evitar esta conducta del silencio", especifica la profesional.

"Cuando quería transmitirle algo que no me encajaba, iba siempre con pies de plomo. Medía cada una de mis palabras, porque sabía que si algo no le cuadraba, al final sería para mí un castigo doble", comenta María.

"Una vez —recuerda— teníamos un viaje programado. Íbamos a la boda de unos amigos en Italia. El fin de semana previo a nuestra partida, decidí salir sola en la playa, mientras estábamos en casa de sus padres. A pesar de que estuve comunicándome con él durante toda la jornada, se enfadó porque llegué demasiado tarde", cuenta la joven.

"Aquello desembocó en una falta de contacto que se prolongó 10 días a pesar de que vivíamos juntos. Por supuesto, mantuvo la misma actitud durante la escapada a Venecia y Milán. Solo la disimuló cuando estábamos en grupo. Cuando por fin hablamos, me dijo que era lo peor que yo le había hecho durante todo el tiempo que llevábamos juntos", destaca María.

A razón de esto, Ana Sánchez resalta que estas relaciones acaban por ser asimétricas. "Uno controla a través del silencio y otro cede. El diálogo abierto y la comunicación sana se ven sustituidos poco a poco por la evasión y por castigos", señala.

Al hilo de estas declaraciones, surge una pregunta de forma obvia: ¿es este tratamiento una forma de violencia psicológica?

"Cuando no se trata de algo ocasional, cuando es deliberado y coincide con las características que hemos descrito, pasa a serlo, aunque de forma muy sutil. Es algo que va minando la conexión poco a poco y de una manera, a veces, muy imperceptible, pero sostenida en el tiempo", concluye la experta.

¿Y ahora qué?

Como de costumbre, este tipo de problemáticas encuentra su solución en terapia, ya sea de pareja o individual. Y esta última se puede dar durante la vinculación, en caso de que se decida continuar con la misma, o tras haber roto el lazo para sanar el daño y no ejercer el mismo trato sobre otras personas o caer en miedos e inseguridades con ellos.

No obstante, también se puede trabajar en el plano del tú a tú con el compañero o compañera, como cuenta Ana Sánchez.

Pautas para la conversación

Elegir el momento adecuado. No se debe hacer mientras el otro está aplicando la ley del hielo. Hay que esperar a que el ambiente esté más calmado y sea neutral.

Usar mensajes en primera persona. Hay que partir del yo y evitar acusar al de enfrente. Es preferible algo como "cuando pasamos mucho tiempo sin contacto me siento ansioso y confundido" a "tú siempre me ignoras".

Señalar el impacto, no la intención. Mejor hacer un comentario que vaya en la línea de "cuando no hablamos, me duele y me alejo emocionalmente", en lugar de "me manipulas con tu silencio", que ya predispone a mantener una actitud defensiva.

Proponer alternativas claras. Como, por ejemplo, "entiendo que a veces necesitemos espacio. Si es así, ¿podemos acordar avisarnos y retomar la conversación tras un tiempo concreto?".

Marcar límites con firmeza pero sin agresión en las conversaciones. "Quiero resolver las cosas contigo, pero esto me hace daño. Necesito que encontremos otra forma de hacerlo".

Reforzar lo positivo. Hay que agradecerle a la otra persona que hable en lugar de que calle y trabajar en la idea de que la comunicación mejora el vínculo.

En cualquier caso, tras establecer estas pautas, hay que dejar claro que la persona que sufre este tratamiento no tiene que hacerse responsable de la situación como tal. Estas indicaciones son una serie de aclaraciones que ayudan a gestionar la situación, pero es difícil llevarlo a cabo cuando la ley del hielo puede generar, como ya se ha expresado, un sentimiento de culpa.

Por lo tanto, en mitad de este caos, ¿qué estrategias se pueden usar para blindarse emocionalmente?

"Es fundamental no asumir el cargo de conciencia de forma automática. Algo muy útil en estos contextos puede ser hacer un diario de pensamientos y sentimientos de las situaciones para poner palabras a lo que se siente y poder externalizarlo, aunque sea de manera unilateral", detalla Ana Sánchez.

Por otro lado, señala la importancia de aprender a regular la ansiedad para no quedarse atrapado a la espera de una respuesta ni entrar en la dinámica de la persecución. También resulta esencial poner límites en la relación a este tipo de conductas para proteger la propia integridad.

¿Y cómo entra la terapia en este círculo? Según la profesional, de forma individual se puede trabajar la autoconciencia, el autoconocimiento y la autoestima. Además de aprender a gestionar las emociones básicas, como el miedo, la rabia o la frustración.

"Las habilidades de comunicación también se pueden entrenar para desarrollarlas de una manera más asertiva, clara y respetuosa", destaca la experta. "En pareja, habría que aprender nuevas estrategias, encontrar un espacio seguro para hablar y reparar vínculos como la confianza y el respeto", determina Ana Sánchez.

Aunque el silencio a veces es un refugio, convivir con él en estas situaciones se puede convertir en una auténtica tortura del siglo XXI. La ley del hielo es mucho más que la falta de palabras. Es algo que rompe y aísla. Que condiciona con valor de presente y futuro. Solo el diálogo puede derretir el iceberg.