La cabo primero de infantería de Marina Sara Castillo.

La cabo primero de infantería de Marina Sara Castillo.

Protagonistas

La cabo primero Castillo, pionera en el Tercio de Armada: ''Se tuvieron que acostumbrar''

Durante su trayectoria en la Armada española, la militar se ha desplegado en varias misiones internacionales, como la de Turquía a causa del terremoto.

14 agosto, 2023 01:51

La cabo primero de Infantería de Marina Sara Castillo nació en Barcelona, pero lleva más de dos décadas afincada al sur del país, en la provincia de Cádiz, cuyo litoral ya no cambiaría por el de su Maresme natal. Totalmente ajena a la vida y a la cultura castrense, se unió a las Fuerzas Armadas Españolas animada por un buen amigo de la juventud, quien le narraba todas sus peripecias en el Ejército. 

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''Si soy sincera, continué por amor. Cuando me destinaron a Cádiz conocí a un compañero, quien era un apasionado de la milicia'', cuenta a magasIN. Y es que con la llegada de esa persona especial a su vida, sus planes originales se fueron desvaneciendo: ''Yo quería estar solo tres años, para luego poder optar a las plazas de la Guardia Civil'', pero se quedó. 

Cuando decidió ingresar al Cuerpo de Infantería de Marina, su vida cambió de manera repentina, algo que, en sus palabras, no resultó ser como esperaba. ''Al principio nada es como uno se imagina. En la vida militar no se permiten errores, pero con el tiempo se coge experiencia y uno ya sabe cómo manejarse con todo. Comienza a ser más llevadero'', apunta. 

En los 2000, cuando promocionó, fue una de las primeras que comenzaron a formar parte de la unidad Tercio de Armada. Entonces, nadie estaba acostumbrado a trabajar con mujeres en este tipo de unidades tácticas militares. ''A muchos les quedaba grande la situación. Los mandos y compañeros tuvieron que hacer conciencia e ir normalizándolo''.

Actualmente, la cabo primero Castillo se desempeña facilitando las comunicaciones a las compañías para que estas puedan enlazarse entre sí o con un buque por vía satélite y, además, es la encargada de que todo en su sección marche correctamente. Esto lo compagina con el adiestramiento de fusilero, formación en topografía, deporte e instrucción militar de orden cerrado.

El cuerpo especial del que forma parte se encarga de, entre otras funciones, proporcionar seguridad a los barcos cuando estos son desplegados en el exterior. Un ejemplo de ello es la operación Atalanta, que trabaja para evitar ataques piratas en el océano Indico. Asimismo, también es el responsable de realizar desembarcos en tierra lanzados desde el mar haciendo uso de buques anfibios.

Desembarco de la Infantería de Marina con buques anfibios.

Desembarco de la Infantería de Marina con buques anfibios.

La vida en alta mar, confiesa, requiere de mucha disciplina y respeto. ''En los barcos el tiempo se paraliza y es muy necesario realizar actividades para tener la mente y el cuerpo ocupados. Es un trabajo de paciencia y de resignación, sobre todo para mujeres como yo que, siendo madres, estar tanto tiempo fuera de casa se nos puede hacer cuesta arriba'', cuenta.

Y mucho es el tiempo que la cabo primero Castillo ha tenido que pasar fuera de casa y lejos de los suyos. En su haber cuenta con cuatro misiones internacionales y una en territorio nacional en la que se desplegó durante uno de los momentos más críticos que ha atravesado la sociedad en los últimos años: la pandemia por coronavirus

Pregunta: Usted ha estado hasta en cuatro misiones internacionales, como en Bosnia con la OTAN o Haití junto a las Naciones Unidas... ¿Podría contarnos cómo las vivió?

Respuesta: Sin duda todo militar que ha realizado una misión internacional, ya sea de mantenimiento de la paz o de apoyo, te dirá que se trata de la mejor experiencia, pues tu labor es real y sabes que la aportación que estás realizando contribuye a que un país se recupere.

Mi primera misión fue en 2003, en Mostar (Bosnia). Allí teníamos diferentes cometidos como, por ejemplo, brindar seguridad en pueblos donde volvían las personas para cultivar las tierras, pero con miedo a las represalias. También nos ocupábamos de ir casa por casa recogiendo armamento después de la guerra.

Con la ayuda internacional de varios países, incluida España, se reconstruyeron mezquitas, iglesias y el famoso puente de Mostar. En lo personal, me quedo con la fortaleza de un país que quería humanizarse después de tanta destrucción.

P.: ¿Algún recuerdo que le haya marcado?

R.: Recuerdo un patrullaje que realizamos durante horas, y que nos llevó a unas montañas lejanas. Allí, una señora muy mayor, que vivía en una cabaña de paja con una pequeña chimenea, nos ofreció para combatir el frío lo único que tenía: un poco de café casero en una olla y un vasito de rakia.

La hospitalidad en Bosnia no entendía de religiones. Lo cuento porque las aportaciones eran mutuas. Nosotros ayudábamos, pero ellos nos enseñaron que con poco todo se hace grande.

Tal fue así que, ya en Sarajevo, en el 2007, nuestra aportación era mucho menor, porque los bosnios habían avanzado hasta un nivel que apenas necesitaban ayuda internacional.

En Haití, por ejemplo, fue un caso totalmente diferente. En 2005, antes del terremoto, ya era el país más pobre del planeta. Allí la labor era instruir a la policía después del golpe de Estado, para apoyar el restablecimiento de un país caótico donde las mafias entraban a su antojo.

Fue difícil asimilar tanta pobreza. Las necesidades básicas eran un lujo que ni siquiera trabajando de sol a sol algunos podían permitirse. La mayoría de los haitianos vivían gracias a las organizaciones internacionales, pero, después del terremoto, el país cayó en una desgracia aún mayor.

P.: La última misión que realizó fue en Turquía, por el terremoto, apoyando a los equipos de rescate... ¿Cómo vivieron usted y su equipo aquellos días de búsqueda incesante?

R.: Turquía fue inesperado. Estábamos en el despliegue Dédalo, embarcados por el Mediterráneo dirección a Israel. En 24 horas nos presentamos en Turquía para dar el máximo apoyo posible.

Íbamos con lo puesto, pues fue una desgracia imprevista, aunque se movilizaron todos los aviones, barcos y personal disponible, entre ellos el batallón reforzado del que yo formaba parte, para poder cubrir las necesidades más básicas de la población.

Fue triste ver a personas a las que se le llenaban los ojos de lágrimas cuando te veían arrimar el hombro, tanto para desescombrar edificios, buscar familiares, montar un hospital o descargar camiones enteros de comida y de enseres para los campos de refugiados.

El gran trabajo que hicimos en equipo obtuvo su recompensa. Logramos salvar la vida de dos personas que se encontraban debajo de los edificios destruidos: un niño de 7 años y un anciano. También se encontraron cuerpos sin vida, pero lo importante aquí era que podían ser entregados a sus familiares y pudieran descansar en paz.

Turquía nos enseñó que si se trabaja en equipo todo es factible, y que si los objetivos están claros no hay cansancio posible.

El batallón reforzado de desembarco durante las tareas de rescate por el terremoto en Turquía.

El batallón reforzado de desembarco durante las tareas de rescate por el terremoto en Turquía.

P.: Con toda su experiencia, ¿cómo valora los retos actuales de la comunidad internacional y el papel de España y sus Fuerzas Armadas a través de las 17 misiones activas en el exterior?

R.: Este tema es complejo, pues hay multitud de tratados, acuerdos e intereses que no son fáciles de conocer en detalle. España tuvo su primera misión internacional de paz en 1989, en Angola. Desde entonces, la aportación que realiza el país en misiones en el exterior es importante, necesaria e indiscutible.

Desde mi punto de vista, con cuatro misiones internacionales y la operación Balmis, donde nos encargábamos de desinfectar los pueblos cuando aún nadie estaba vacunado contra la Covid-19, puedo afirmar que, si multiplicamos todas las experiencias de cada militar que se ha ido de misión, el trabajo realizado ha dado resultados beneficiosos y visibles en el tiempo. 

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Tras más de 20 años como parte de la Armada, las vivencias de la cabo primero Sara Castillo se cuentan por decenas. Las mismas que la han transformado y ayudado a crecer como militar y como persona. Como ella, las Fuerzas Armadas también se han transformado. ''La mujer fue un eslabón importante en el cambio de mentalidad dentro del Ejército'', señala. 

''Paradójicamente, y a pesar de lo que la sociedad pueda pensar, hoy en día es uno de los trabajos con más igualdad en derechos y deberes hacia la mujer. No hay discriminación, pero tampoco beneficios en ascensos ni destinos, aquí es igualdad al 100%'', continúa. Mujeres como ella han hecho posible esta metamorfosis. 

El pasado y el presente ya los conoce, y esto es lo que opina sobre el futuro: ''Creo que los cambios ya se están realizando. Cada día hay más mujeres desempeñando puestos de mando, control y gestión. Todavía somos pocas, pero estamos haciendo un buen papel. Sobre su trayectoria, afirma que seguirá donde está. ''Ya no me imagino otro tipo de vida. Supongo que, aunque hay días buenos y otros no tanto, tiene una dosis de dopamina de la que es difícil prescindir''.