Como lectora, seguro que a lo largo de tu vida has tenido todo tipo de experiencias con los libros: novelas que te han impresionado por su calidad, pero que te han dejado un regusto amargo en la boca. Historias que te han entretenido, aunque no te hayan dejado demasiada huella. Obras que te han iluminado un poco por dentro, que te han cambiado, que te han llevado a cerrar el libro, después de leer la última página, con una sonrisa en los labios... Yo también he pasado por todo eso.

He vivido la mitad de mi vida a través de los libros. En las épocas más oscuras, han sido mi refugio, el lugar donde pasaba casi todo mi tiempo y donde me ocurrían la mayor parte de las cosas. La magia llega cuando te das cuenta de que todo eso que vives a través de la lectura es también tu vida y se ha convertido en experiencia propia. Por eso, una lectora es siempre alguien que ha vivido mucho, independientemente de su edad y de sus circunstancias.

Cuando decidí escribir Los colores del tiempo, pensé mucho en mi experiencia como lectora, y me propuse crear una historia en la que a mí me habría gustado pasar un tiempo, una atmósfera sensual y rica en detalles donde poder sumergirse con deleite, unos personajes con los que uno se pudiera encariñar. Cuando alguien de mi entorno me preguntaba qué me proponía con esta novela, siempre contestaba lo mismo: “Quiero escribir una novela “bonita””. Había algo de provocación en estas palabras, porque, a menudo, se asocia lo “bonito” con lo superficial. Sin embargo, yo no creo que la belleza del mundo sea superficial, sino todo lo contrario. Creo que es cuando profundizamos en ella cuando mejor comprendemos lo que nos rodea.

Portada de 'Los colores del tiempo'.

Portada de 'Los colores del tiempo'.

En Los colores del tiempo reivindico la belleza de lo cotidiano y la aventura de construirse una vida bella incluso en mitad de los escombros, las penurias y el miedo. Es una novela ambientada en la posguerra española, pero he huido del blanco y negro que condiciona nuestra forma de imaginarnos esa época, el blanco y negro de un país de vencedores y vencidos. En realidad, la Guerra Civil la perdimos todos, y el mundo que emergió de ella estaba tan lleno de matices como el nuestro.

La idea de la novela se me ocurrió cuando me enteré de la existencia de una colección de novelas rosas anarquistas que se publicaron durante los años de la II República y de la Guerra Civil bajo el título de La novela ideal. No fue la única colección de novela rosa política del momento. Hubo también novela rosa socialista y comunista, pero la serie de La novela ideal, publicada por La Revista Blanca, que era propiedad de la familia de Federica Montseny (la que fuera la primera ministra en la historia de España), tuvo mucho más éxito que las otras. Se publicaron cientos de títulos, muchos de ellos escritos por la propia Federica Montseny o por su padre, Juan Montseny, que firmaba bajo el pseudónimo de Federico Urales. Algunos números llegaron a tiradas de más de cincuenta mil ejemplares.

"La Guerra Civil la perdimos todos, y el mundo que emergió de ella estaba tan lleno de matices como el nuestro"

Me pareció que ahí había una historia digna de ser contada. Una historia de novelas sencillas que abrían mentes, que desafiaban el orden establecido, que intentaban mejorar el mundo (con mayor o menor fortuna). Sobre todo, una historia de lectoras, de mujeres obreras y campesinas que sacaban tiempo de donde fuera para terminar una novela, para soñar con ella y ensanchar sus horizontes.

A veces se nos olvida cuánto leían nuestras madres y abuelas. La lectura formaba parte de sus ritmos cotidianos, fuese cuál fuese su ideología y su extracción social. Aquellas generaciones de mujeres lectoras transformaron nuestro país, y quiero pensar que buena parte de la modernización de España en la segunda mitad del siglo XX se debió a sus mentes abiertas, que soñaron para sus hijos un futuro mejor que su presente.

Los colores del tiempo es una historia de mujeres lectoras. La protagonista, Adela, sobrevive como maestra en la España de los años cuarenta mientras intenta sacar adelante a su hija y ocultar su pasado como miliciana anarquista. En ese empeño, se encuentra a un aliado inesperado: Don Marcos, un cura que se aleja de todos los estereotipos asociados al clero de aquellos años y que va a convertirse en una pieza central de su vida. Pero será una novela la que cambie el curso de los acontecimientos: una antigua historia de La novela ideal escrita por la amiga que la traicionó, y que reaparece convertida en una novela sentimental acorde con los planteamientos del Régimen.

Ana Alonso.

Ana Alonso. David Blanco

Adela emprende entonces una búsqueda que le llevará a reencontrarse con Carmen, la autora de ese misterioso libro, y a comprender que nada de lo que vivió durante la guerra fue realmente como ella creía.

Los colores del tiempo acompaña a Adela en su búsqueda de la verdad, que es también una búsqueda dentro de sí misma para reconstruirse después de la debacle de la derrota y de la pérdida del amor de su vida. El amor va a ser la clave de esa reconstrucción psicológica, o, más bien, los amores, porque Adela ama mucho y ama de muchas maneras. La sensualidad sin palabras de Manuel, el estímulo intelectual de Antonio, la camaradería sin sentimentalismos de Enrique, y la pasión imposible que tiñe su relación con Don Marcos marcarán su evolución como mujer y su recuperación de las ganas de vivir.

Pero, en esa reconstrucción, las mujeres que rodean a Adela son tan importantes como los hombres: el apoyo de Mercedes, con ideas profundamente distintas a las suyas. La profunda solidaridad de Carmen, más allá de los traumas y las dudas... Y la relación más intensa y bella de todas: la que tiene con su hija Lucía, de ocho años.

De escritora a lectora, te invito a adentrarte en las páginas de Los colores del tiempo con la esperanza de que encuentres en ellas ese refugio de belleza amable y profunda que he intentado crear para ti. Y también para mí, porque una escritora siempre es, al final, una lectora apasionada que quiere compartir con los demás la magia de la ficción.