Antonio, dueño de la frutería 'Antonio y Salomé' en el Mercado de Atarazanas.
Antonio, frutero en Atarazanas: "Los turistas se dedican a hacer fotos y a tocar los productos sin comprar nada"
El comerciante del mítico mercado de la ciudad denuncia que la mayoría de los visitantes tienen muy poca educación.
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De espaldas al público, Antonio ordena su género. Mientras una pareja extranjera, de perfil de 'vuelo Ryanair', como los define el hombre, con cámara en mano fotografían y palpan sin consentimiento alguno sus peculiares productos. Es el pan de cada día, Antonio ya está acostumbrado.
Los tiene calados. Según él, el turista se dedica "a pasear, a hacer fotos, a tocar los productos sin comprar nada y a dejar un vaso de zumo vacío en lo alto de donde le parezca sin preguntar". Y eso no es lo peor, ya que denuncia que la mayoría carecen de civismo y educación. Es más, ha tenido malas experiencias con turistas por pedirles que no manoseen su mercancía ni depositen basura en su puesto, algo que a él no se le ocurriría hacer cuando visita otro país.
Antonio trabaja en la frutería 'Antonio y Salomé' en el Mercado de Atarazanas desde hace 46 años y ha sido testigo del auge del turismo en Málaga. Cada día observa cómo los visitantes extranjeros llegan con sus maletas, esperando a que les den las llaves de la vivienda o para irse al aeropuerto. Dan vueltas como peonzas, haciendo tiempo y "estorbando al que viene a comprar", comenta el frutero.
Antonio no pide que dejen de entrar, sino que se regule el acceso como en otros lugares de Europa. No es ningún experto, pero él pondría un impuesto: un ticket por el que pagar antes de pasar y, si compran en el mercado, se les descuenta o reembolsa el dinero que hayan gastado en la entrada.
Al final, los turistas miran pero no gastan. De hecho, "el cliente turístico no compra mucho a no ser que tenga vivienda aquí", explica Antonio. Muchos se dedican a comer en los restaurantes del lugar, a probar el típico alimento de moda y poco más. Y eso no es del todo beneficioso para los negocios.
Es cierto que a Antonio no le afecta demasiado la cuestión turística. Al fin y al cabo, cuenta con "clientes muy antiguos y una clientela selecta" que adquieren sus productos exóticos de todas partes del mundo. La suya no es una frutería normal. Pero a aquel que vende tomate, pimiento, cebolla y poco más le afecta en gran medida la crisis turística de dar vueltas y fotografiar pero sin comprar.