Mónica y José Carlos se besan a los pies de la torre Mónica.

Mónica y José Carlos se besan a los pies de la torre Mónica. Cedida

Vivir

Mónica vuelve a su torre por Navidad: "Esta cita nunca nos falta cada año"

Hace treinta años él subió a pintar el nombre de ella en la chimenea de Los Guindos. Siempre que vuelven a Málaga, pues viven en Tenerife, la visitan con mucho cariño.

25 diciembre, 2023 05:00

Noticias relacionadas

Recordarán su historia. Corría el año 1993 en Málaga. José Carlos Selva, un niño de apenas quince años se había peleado con su novia, Mónica Vallejo. En lugar de pintar un corazón en la carretera frente a la ventana de ella o regalarle un ramo de flores en señal de perdón, Selva no tuvo otra cosa que subirse a la chimenea de Los Guindos, de 96 metros de altura, para pintar el nombre de su novia.

30 años más tarde, la chimenea de Los Guindos ha tomado el nombre de la torre Mónica en honor de su historia y se ha convertido en un templo al que volver siempre para la pareja, que sigue unida, viviendo en Tenerife junto a sus tres hijos Yaiza, Yeray y Carlos Eiram.

Como no podía ser de otra manera, Mónica y José Carlos han vuelto a Málaga esta Navidad y han parado para tomarse unas fotos en la torre Mónica para el recuerdo. "Siempre volvemos. Nos encanta recordar aquello. Encima esta vez nos tomamos un café en el restaurante que han puesto al lado y que se llama Torre Mónica. Nos hicimos hasta una fotografía con los dueños. Fueron súper amables y nos dijeron que iban a ponerla allí", cuenta a EL ESPAÑOL de Málaga Mónica.

De niños, ellos llamaban a la torre que ahora recuerda su historia como "el tubo". En aquel entonces todo era un descampado. Mónica asegura que la zona ha dado un gran cambio para bien y que "está muy bonito". 

La tarde de la hazaña Mónica vio a José Carlos en el "tubo". No le extrañó porque es un apasionado de los deportes de riesgo, "un adicto a la adrenalina", en sus propias palabras. Le saludó y le propuso quedar esa misma noche, pero José Carlos declinó su invitación ya que iba a preparar la sorpresa. Le extrañó mucho, pero no vio pintura ni mucho menos esperaba que hiciera lo que hizo.

Tras marcharse ella, José Carlos y su amigo Roberto, gran cómplice, se pusieron manos a la obra. Serían las diez de la noche. El plan estaba trazado a la perfección, contaban con cuerdas, dos cubos de pintura de cinco kilos y un boceto del diseño que iban a hacer en la torre. Según Mónica, "en principio solo iba a poner 'Mónica TQ', pero decidió que podían ser demasiadas letras y optó por solo pintar mi nombre"

Mónica y José Carlos en la Torre Mónica.

Mónica y José Carlos en la Torre Mónica. Cedida

El domingo por la mañana la recogió con su Vespino, orgulloso, tras la noche de trabajo que había tenido junto a su colega. Por el arte y la maña que tenía con el puenting y el rápel, creía que todo iba a ser más sencillo, pero terminó su trabajo de madrugada, totalmente agotado, tras una noche difícil. Le supuso un gran esfuerzo, tuvo que subir por la escalera hasta la cima para, después descolgarse poco a poco con las cuerdas.

Su vida en Tenerife

Si escucharan la voz de Mónica, ninguno apostaría a que es malagueña. Casi 20 años en Tenerife le han hecho adoptar las clásicas muletillas canarias y su acento. Allí ha construido su vida junto a José Carlos y sus hijos, que nacieron allí. Ambos trabajan en el mundo de la hostelería, ella como camarera y él como cocinero.

Pese a que aman la vida en Canarias, "donde siempre es verano", al menos una vez al año vienen a su Málaga. En verano suelen veranear en Torremolinos, donde sus abuelos siempre veraneaban y donde comenzó su historia con José Carlos, pero la Torre Mónica siempre será el sitio al que vuelvan, pues es "un cachito" de ellos. En la distancia, se conforman con tener su propia versión en la barbacoa del jardín de su casa, que también pintó José Carlos.
La pareja en 2014, frente a su chimenea particular.