Un perro en un sofá.
Veo en la tele una noticia sobre una perrita chihuahua desaparecida, a la que una familia de Alhaurín de la Torre busca desesperadamente. Han puesto una valla de 24 metros con su foto y un teléfono al que contactar por si alguien la ha visto o puede darle información.
Para ellos se ha perdido un miembro de su núcleo familiar. Betty es una más. Y así es, se les quiere muchísimo y forman parte del día a día.
Yo soy perruna desde mi más tierna infancia, en casa siempre hemos tenido perro y ahora tengo a Otto, un mestizo al que adopté de la protectora cuando contaba con 8 meses y que ya va camino de los 12 años, y a Eddy, un golden doodle de película, que una semana sí y otra no llega a casa y revoluciona al anterior.
Tener una mascota es una responsabilidad: su bienestar depende de ti. En el caso del perro, empezando por salir varias veces al día, siguiendo por la alimentación, la higiene, la educación… todo; son 100% dependientes.
El perro especialmente, pero todos los animales domésticos necesitan tiempo y cuidado: cambiar el agua a la tortuguita, el arenero de la gata, el alpiste al periquito, y así con todos. Pero, a la vista está, parece que compensa. En España hay más de 30 millones de mascotas; el 61% de los hogares tiene al menos una, lo que supone que más de la mitad de la población cuenta con un animal de compañía.
Precisamente la compañía es uno de los motivos principales por los que muchos se animan a tener un animal en casa, aunque hay que decir que aportan mucho más.
A pesar de que mi debilidad son los perros, a lo largo de mi vida he tenido diferentes tipos de mascotas. Con 4 o 5 años tuve un pato, sí, un patito amarillo. El pobre tuvo una vida corta.
Un domingo, a la hora de la siesta, después de ver un capítulo de los dibujos animados de Don Quijote de la Mancha, mi hermano mayor, junto a uno de mis primos, decidió poner en práctica con mi pequeño amigo lo que habían visto en el capítulo. Cogieron una toalla de la playa, subieron al patito y empezaron a lanzarlo arriba y abajo. Lo mantearon como al bueno de Sancho Panza, tanto que su corazoncito no aguantó y el patito pasó a mejor vida de un infarto.
También tuvimos nuestros pollitos de colores; hoy en día sería impensable, pero en los años 80 te vendían pollitos vivos teñidos de estridentes colores. Uno fucsia y uno verde. Los teníamos en una caja muy grande en el lavadero, junto a la cocina.
Por las tardes, al volver del cole, me asomaba junto a mi hermano pequeño y los contemplábamos mientras merendábamos. Pensé que darles chocolate sería buena idea. Mi madre me advirtió que no podían tomarlo. Yo, muy obediente, no se lo di… hasta que mi madre se fue, y entonces compartí, de forma generosa, mis galletas príncipe con ellos. A la mañana siguiente, el espectáculo era dantesco: muertos por colitis aguda o algo similar. ¡La que liaste, pollito! Tras tanta sinceridad, quizá los animalistas quieran cerrarme la columna… pero son cosas de niños del siglo pasado.
Con los hámsters tampoco nos fue del todo bien. Lo que parecía una pareja enamorada acabó siendo una película de terror porque, cuando la madre parió, se comió a los mini roedores y degolló al marido. Sin palabras.
Así que está claro que lo mío son los perros. Dos de mis hermanas son gatunas, pero yo no termino de fiarme: no me dan miedo, pero sí respeto. La gente que los tiene en casa habla de una conexión mágica, de un ronroneo pacífico que te aporta bienestar de forma inmediata. Me lo creo, pero soy más de lanzar la pelota y que me la traigan una y otra vez.
Seas de gatos o de perros, está demostrado que tener contacto con un animal doméstico tiene muchos beneficios. Reduce el estrés y la ansiedad, combate la soledad, fomenta la responsabilidad, ayuda a mantener rutinas.
Y por mi experiencia diré que los perros te dan un amor incondicional y tienen hacia su dueño un sentido de la lealtad que no encontrarás en ningún otro ser. Mi pareja dice que tener perro es el ansiolítico natural más potente que hay y no le falta razón; para él todo se soluciona con uno.
Que estás triste: necesitas un perro. Que quieres empezar a correr: necesitas un perro. Que quieres conocer gente nueva: necesitas un perro. Que te sientes solo: necesitas un perro. Suele funcionar, y por eso hay perros de terapia como Garbanzo o Rufino (de Hachiko Educación Canina) que trabajan en el Hospital Materno Infantil junto a los voluntarios de AVOI con las niñas y niños ingresados.
Los pequeños mejoran su estado de ánimo, disminuyen la ansiedad y suelen tener un pico de emoción y felicidad tras su interacción con ellos. Perros como Ivy, una bichón maltés preciosa, que llegó en el momento justo para ayudar a una amiga y a sus hijas a llevar lo mejor posible un duelo familiar muy duro. Rucho, Laika, Maya, Carson, Simba, Jackie, Luna, Zar, Chunga, Tim “el escapista”, Edu, Nala, Nanuk… todos conocemos algún firuláis que hace o ha hecho especialmente feliz a alguien.
Muchos son los rostros conocidos que han tenido un vínculo especial con sus peludos. La mismísima reina de Inglaterra, Isabel II, adoraba a sus corgis y llegó a tener más de 30… está claro que no era ella quien los sacaba a pasear ni recogía la bolsita.
O nuestro malagueño más ilustre, Picasso, y su inseparable teckel Lump, al que inmortalizó en casi 60 de sus obras. Actores de Hollywood y del cine español, cantantes, políticos… todo el mundo comparte en redes las monerías que hacen sus perros.
Yo quiero destacar a dos, casualmente ambos grandes cómicos. Se ve que los perros y el buen humor están conectados. Ricky Gervais, ferviente defensor de los animales, durante la presentación de su serie After Life (súper recomendable, Netflix), hizo unas declaraciones que siguen siendo virales más de cinco años después: “Son alucinantes, son mágicos, tienen alma. Son fabulosos. Son brillantes. ¡No podría inventar nada mejor! No hay nada tan bueno como un perro. Ni un coche, ni el dinero, ni una casa. Un perro… ¡es jodidamente increíble!”.
Y el malagueño Dani Rovira, partidario firme de la adopción responsable, patrono y fundador de la Fundación Ochotumbao, desde donde, entre otras cosas, da visibilidad a situaciones de abandono de perritos además es padrino de la protectora de Málaga y está en continuo compromiso con la causa.
Entiendo que a no todo el mundo le gustan, pero para mí son refugio y son familia. Y, volviendo a Gervais, les dejo una de sus frases que trato de aplicarme: “Sé la persona que tu perro cree que eres”.