El anciano se sentó en el banco de la plaza y observó a los niños correr bajo el sol del atardecer. Cerró los ojos un instante, dejando que la brisa le susurrara memorias de un tiempo en el que las palabras podían costar la vida y los pensamientos se vigilaban en silencio.

Respiró hondo y sonrió levemente: la libertad, ese bien tan frágil y precioso, había sido conquistada con el esfuerzo de generaciones que no se resignaron a vivir bajo el yugo de la opresión. Pero, ¿somos hoy conscientes de su valor? o ¿la damos por sentada, sin comprender que cada descuido puede significar un retroceso?

La Libertad y la Democracia: Un Vínculo Indisoluble

La historia nos ha enseñado que la libertad y la democracia caminan de la mano, y cuando una de ellas tambalea, la otra le sigue en su caída. El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente. La democracia, en su esencia, es el freno natural a esa corrupción del poder. No es un sistema perfecto, pero es el que mejor garantiza que las libertades individuales sean protegidas frente a los abusos de cualquier gobierno o ideología y es tarea de todos optimizarla, corregir sus defectos y detectar áreas de mejora.

La democracia debe ser también una cultura, un compromiso cotidiano con la defensa de la libertad de expresión, de pensamiento y de acción. Alguien escribió que "el precio de la libertad es la vigilancia eterna" y ¡cómo de cierto es! cada vez que aceptamos la censura, cada vez que toleramos el abuso del poder, cada vez que renunciamos a cuestionar, debilitamos los cimientos de nuestra propia libertad.

No siempre la pérdida de libertad llega con la imposición de un dictador o con la violencia de un golpe de Estado. A menudo, la libertad se desvanece en la cotidianidad, disfrazada de protección o de corrección política. Cuando las sociedades aceptan la autocensura por miedo a ser señaladas, cuando la discrepancia se convierte en reprobación o condena y el pensamiento crítico es reemplazado por consignas, la libertad comienza su declive.

Sabemos lo fácil que es el autoengaño y que, lo que una persona desea, puede terminar creyendo que es verdad. Vivimos en un mundo donde las realidades se construyen según narrativas interesadas, donde se persigue la verdad incómoda y se premia la sumisión al pensamiento dominante. No es necesario imponer la mentira si la verdad se vuelve irrelevante.

Analizando la historia, es fácil comprender que la libertad no ha sido la norma habitual, no porque no nos guste a las personas, sino porque los ciudadanos que amamos la libertad no hemos evitado que los tiranos accedan al poder o no los hemos derrocado al primer indicio de tiranía.

La clave es identificar cuándo un gobierno, sea cual sea su signo ideológico, comienza a restringir libertades y a consolidar el poder en manos de unos pocos, ignorando todo contrapeso o separación de poderes y disfrazando la verdadera voluntad de un pueblo.

Para ello, hay ciertos indicadores que los ciudadanos debemos analizar continuamente y que son:

Ataques a la independencia judicial: Cuando el poder ejecutivo interfiere en el poder judicial, socavando su independencia y convirtiéndolo en un instrumento político, la democracia está en peligro.

Restricción de la libertad de expresión y de prensa: La censura, la persecución de periodistas y el monopolio de la información son señales claras de que un gobierno busca controlar el pensamiento de sus ciudadanos.

Concentración del poder en una sola figura o partido: Cuando las instituciones democráticas pierden su capacidad de control y fiscalización, permitiendo la acumulación de poder sin contrapesos, se debilitan los principios democráticos.

Uso de la propaganda y manipulación del discurso público: Los regímenes autoritarios suelen reescribir la historia, crear enemigos ficticios y manipular la opinión pública para consolidar su control.

Militarización de la política y criminalización de la oposición: La persecución judicial y el uso de fuerzas del Estado contra opositores son señales inequívocas de un deterioro democrático.

Adoctrinamiento en la educación y la cultura: Cuando el sistema educativo deja de fomentar el pensamiento crítico y la diversidad de ideas y pasa a ser una herramienta de propaganda, se está limitando la libertad de pensamiento.

Conclusión: El futuro está en nuestras manos

Si la libertad es nuestro bien más preciado, entonces su defensa es la más noble de las causas. No basta con darla por supuesta ni con confiar en que siempre estará garantizada. La historia está plagada de pueblos que, por complacencia o indiferencia, la perdieron sin darse cuenta.

La libertad debe significar, también, el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír. En una democracia real, la pluralidad de ideas debe ser un valor inquebrantable. No podemos permitir que la libertad sea una concesión del poder; debe ser una exigencia permanente de los ciudadanos.

El anciano abrió los ojos y volvió a mirar a los niños que jugaban, inconscientes de la responsabilidad que recaería sobre ellos en el futuro. Quizá ellos vivirían tiempos mejores, o quizá tendrían que luchar, como sus abuelos, por recuperar lo que se pierde con la indiferencia.

Hoy, como sociedad, debemos preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a defender nuestra libertad, aunque implique desafiar lo establecido? o ¿nos resignaremos a verla erosionarse lentamente, mientras nos convencemos de que nada ha cambiado?

La libertad no es solo un derecho, mantenerla es un deber que exige valentía y compromiso.

Y tú, ¿qué harías para conservarla?