Hace tiempo que sigo las publicaciones del profesor chino Jiang Xueqin, formado en su país y en Yale University, ha sido investigador en el Global Education Innovation Initiative de la Harvard Graduate School of Education, trabajando en proyectos de innovación educativa.
Su especialidad es introducir el pensamiento crítico en las escuelas chinas. Ha sido subdirector de Tsinghua University High School en Pekín. Jiang tiene un canal sobre Historia Predictiva.
¿Se puede predecir la Historia?
Isaac Asimov presenta la psicohistoria como una ciencia ficticia que combina matemáticas avanzadas, historia y sociología para predecir el comportamiento de grandes masas humanas y, con ello, la evolución de civilizaciones enteras.
No era una propuesta académica real, sino un recurso narrativo central en la serie Fundación para explorar hasta qué punto el futuro colectivo puede planificarse racionalmente. En el universo de Fundación, la psicohistoria es una disciplina creada por el matemático Hari Seldon que modeliza, mediante ecuaciones estadísticas, cómo reaccionan grandes poblaciones ante estímulos sociales, económicos y políticos.
Parte de la idea de que el individuo es impredecible, pero las masas, en número suficiente, siguen patrones estadísticos que sí pueden anticiparse. Muchos cachorros de Asimov en Silicon Valley parecen estar convencidos de que con suficiente dinero, energía y datos se puede.
Lo que pasa es que ni ellos tienen ese dineral. Open AI prevé perder 200.000 millones de dólares en los próximos años. En Fundación se propone que, con esta ciencia, se puede prever el colapso del Imperio Galáctico (cámbienlo Vds por cualquier imperio actual) y diseñar un “plan Seldon” para acortar de 30.000 a 1.000 años el periodo de barbarie posterior, guiando la historia hacia un renacimiento más rápido mediante la creación de la Fundación.
Investiguen un poco sobre los proyectos Stargate y Génesis y encontrarán conexiones interesantes. La psicohistoria, plantea la posibilidad de usar el conocimiento científico no solo para entender el pasado, sino para dirigir el futuro político y social de la humanidad.
La psicohistoria se basa en varios supuestos: necesita cantidades enormes de población (big data), requiere que la gente desconozca las predicciones (esto es más complicado porque las élites los conocerán) y solo funciona mientras no aparezcan factores totalmente anómalos, como individuos extremadamente disruptivos (cambien al Mulo en la saga por Peter Thiel, Elon Musk o Sam Altman).
Cuando surgen estos elementos imprevistos, los modelos fallan, lo que permite a Asimov introducir tensión entre determinismo histórico y libre albedrío. Siempre pensé que hay dos Europas, una al Sur del Rin que pone la comunidad, la generosidad por delante del individuo y otra al Norte que pone al individuo por delante de todo.
Una es conservacionista, la otra extractivista, una es determinista (estamos predestinados) otra es profundamente libertaria (el libre albedrío determina nuestro destino). Una piensa que te salvas / condenas por tus obras y otra que lo haces por tus creencias/ fe. La mentalidad del Norte con una fuerte influencia judía impera en EE.UU.
Esto de las masas tiene su miga. Con la imprenta y la propaganda se dispara en el siglo XV. Controlarlas, influirlas manejarlas. La opinión pública vs la publicada. El puñetero relato. Las narrativas. En “La rebelión de las masas”, Ortega no intenta predecir el futuro con ecuaciones, sino diagnosticar el tipo humano dominante en la Europa de entreguerras: el “hombre‑masa”, que se caracteriza por sentirse satisfecho, poco exigente consigo mismo, hostil a minorías creativas y dispuesto a ocupar todos los espacios sociales y políticos, generando una especie de “dictadura de la vulgaridad”.
Ortega comparte con Asimov la idea de que el comportamiento colectivo sigue patrones reconocibles, pero le preocupa más la degradación cualitativa de la vida pública que la posibilidad de pronosticar ciclos históricos.
Han pasado 95 años y la vigencia de la obra es plena. El Fenómeno de la Masificación no ha dejado de crecer: Ortega observa que las ciudades europeas están repletas de gente común, un fenómeno que no es solo cuantitativo, sino cualitativo.
La "masa" no se refiere a una clase social específica, sino a un tipo de persona: aquella que "no se valora a sí misma, ni para bien ni para mal, sino que se siente como 'todo el mundo'". El "Hombre-Masa": Este individuo se caracteriza por una "satisfacción consigo mismo" y una falta de autocrítica o de aspiraciones nobles. Se siente con los mismos derechos que las élites, pero sin las responsabilidades que tradicionalmente conllevaba el liderazgo. Vive inmerso en la "vida estándar" y busca soluciones colectivas a través de la acción en masa. Hoy las redes sociales han transformado la acción en masa y hay más aversión que nunca al mérito, al esfuerzo individual.
La Decadencia del Liderazgo denunciada por Ortega no ha parado de aumentar: Argumenta que la irrupción de las masas en la vida pública ha llevado a una devaluación del liderazgo intelectual y moral. Al carecer de dirección y no tolerar la excelencia, la masa termina imponiendo su "derecho a la vulgaridad".
El pobre Ortega no supo adivinar que en el parlamentarismo acabaría cayendo también esta peste. A pesar de su crítica a la masa, Ortega defiende las libertades individuales y la importancia del parlamentarismo como contrapeso a los peligros del fascismo y el populismo que surgían en su época. Hoy los parlamentos de la mayoría de las democracias del mundo dan pena de pura mediocridad. España no se salva.
Menos de 20 años después que Ortega, George Orwell publica 1984. El partido Exterior y el Gran Hermano, el Ministerio de la Verdad. ¿Les suena? Miren las regulaciones que quiere hacer la UE sobre los chats privados de los europeos.
Habla de tres bloques en Guerra Perpetua. Inglaterra forma parte de Oceanía (hoy podría ser AUKUS) y está en guerra con Eurasia y Estasia, ¿les suena?
El protagonista es un miembro del Partido Exterior que trabaja en el Ministerio de la Verdad, donde su tarea es reescribir y falsificar registros históricos y noticias para que coincidan con la línea oficial del Partido y su líder omnipresente, el Gran Hermano (llámenle hoy trolls, bots, fact checkers y fake news).
Hay hasta un Ministerio del Amor y Policía del Pensamiento (hoy el seguimiento de nuestra actividad en las redes y en nuestras comunicaciones lo permite). Hay herramientas que proponen detener o eliminar a un individuo antes de que cometa un delito o un crimen, dirigir un ataque militar, “optimizar” el resultado. ¿Capitalismo de vigilancia? ¿Falsas democracias sin libertades?
En 1984 el Partido controla el pasado para controlar el futuro y el presente. La "neolengua" es un lenguaje diseñado para limitar el pensamiento y hacer imposible el "crimen mental" (crimen de pensamiento) al eliminar palabras y matices de significado. ¿Les suena? Las "telepantallas" omnipresentes, que vigilan constantemente a los ciudadanos en sus hogares y espacios públicos, simbolizan la erosión de la privacidad. El eslogan "El Gran Hermano te vigila" es un recordatorio constante de esta supervisión.
Los tres autores parten de que las multitudes tienden a comportarse según dinámicas propias, distintas de las de individuos aislados.
Tanto Ortega como Orwell ven el riesgo de que esa masa anule la personalidad y facilite formas nuevas de dominación política; Asimov introduce la posibilidad de usar ese comportamiento colectivo para “gobernar racionalmente” la historia.
Asimov plantea una proto‑ “ciencia de datos” aplicada a la historia; Ortega analiza la sociología del populismo y la pérdida de élites exigentes; Orwell escenifica el escenario en que esa masa, tecnológicamente gestionada, se convierte en herramienta perfecta del totalitarismo.
Los modelos de Asimov se parecen hoy a la combinación de analítica de big data, predicción algorítmica y psicometría a partir de huellas digitales. Desde la predicción de delitos mediante algoritmos de “predictive policing” hasta el scoring de riesgo individual, ya tenemos sistemas que construyen probabilidades de comportamiento futuro de barrios o personas a partir de enormes volúmenes de datos.
En el plano político, la psicometría empleada en microtargeting electoral (caso Cambridge Analytica y posteriores desarrollos con IA generativa) funciona casi como una mini‑psico‑historia aplicada a segmentos de electores, al inferir rasgos psicológicos y ajustar mensajes a su perfil para maximizar efectos emocionales.
El componente orwelliano aparece cuando esa capacidad predictiva se integra en infraestructura de vigilancia masiva y en sistemas de castigo/recompensa. Experiencias como el sistema de crédito social en China, o la expansión de redes de cámaras, reconocimiento facial y monitoreo online, muestran cómo la evaluación algorítmica puede vincularse a restricciones de movilidad, acceso a servicios o estigmatización política, a menudo con apoyo social porque se presenta como herramienta de orden y confianza.
En el entorno liberal‑occidental, la lógica es menos explícita pero similar: combinación de vigilancia comercial, cooperación pública‑privada en datos y uso policial de analítica predictiva, que corre el riesgo de generar bucles de retroalimentación y sesgos estructurales sobre barrios y colectivos específicos.
El componente orteguiano se ve en cómo la cultura de masas digital y los sistemas de recomendación configuran un “hombre‑masa” conectado: sobreabundancia de contenidos, baja autoexigencia, preferencias alimentadas por algoritmos que refuerzan gustos inmediatos y cámaras de eco.
La segmentación extrema y la posibilidad de hablar a cada grupo con mensajes distintos refuerzan dinámicas populistas: líderes y campañas que explotan miedos y resentimientos microsegmentados, sin necesidad de un proyecto racional coherente, apoyándose en la sensación de que “la mayoría piensa como yo” que generan las burbujas informativas.
Una “psico‑historia” orwelliano‑orteguiana hoy tendría al menos cuatro rasgos:
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Un enorme grafo de datos personales, de consumo, movilidad y redes sociales, actualizado en tiempo real, que sirve de base para modelos estadísticos de comportamiento colectivo y segmentado.
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Algoritmos de predicción que no solo anticipan delitos, protestas o cambios de ánimo social, sino que se usan para dirigir recursos policiales, presupuestos y campañas de comunicación de forma preventiva.
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Infraestructura de vigilancia (estatal y corporativa) capaz de traducir esos modelos en incentivos, restricciones o sanciones individualizadas: desde bloqueos financieros hasta pérdida de visibilidad en plataformas, pasando por listas de sujetos “de interés”.
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Un ecosistema mediático y de plataformas donde el ciudadano medio percibe esos mecanismos como servicios útiles o inevitables, y donde los populismos pueden explotar la segmentación y la desinformación personalizada para consolidar poder.
En ese contexto, el gran problema ya no es solo si podemos predecir la conducta de las masas (asimoviano), sino quién controla los modelos, con qué sesgos, qué mecanismos de supervisión democrática existen y cómo evitar que la masa, moldeada por algoritmos, legitime formas suaves o duras de totalitarismo digital (orwelliano‑orteguiano)
Lo que estamos viendo hoy sobre la paz en Ucrania es una escenificación de que América no ha perdido la guerra que ha perdido con Rusia. Las élites de Europa, cazando moscas, y gobernando en contra de los intereses de los ciudadanos nos van a arrastrar.
El profesor Xueqin, en una entrevista con su colega noruego Glenn Diesen, explica el colapso de la Civilización Occidental. Si les interesa saber lo que nos pasa y lo que nos va a pasar, si no corregimos (yo no creo en la predestinación). Permanezcan atentos.