La pandemia nos ha colado un gol a los contribuyentes. Distintos colectivos han colaborado para crear una sensación de urgencia y necesidad de que se haga una Ley de la Ciencia y la Innovación. El mantra ha sido que sin Ciencia no podríamos haber parado la pandemia. Muy cierto, pero la Ciencia española no ha sido la que ha desarrollado las vacunas que se nos han inoculado, ha sido la ciencia y la tecnología y la capacidad industrial la que, en un tiempo récord, han usado a la tecnología de ARN mensajero (de la Universidad de Mainz) y las técnicas CRISPR por las que el español Francis Mojica debió haber recibido el Nobel, las que nos han dado millones de dosis de BionTech y Moderna. Muchas veces se confunde interesadamente Ciencia con Conocimiento avanzado. A veces para justificar el carácter innovador de la empresa te preguntan cuántos Doctores tienes en ella, como si el número de estos fuera garantía de innovación. Pregunten a Juan Roig o a Amancio Ortega por sus doctorados.

Muchas de esas dosis se han fabricado por farmacéuticas españolas que han sabido industrializar, es decir escalar a cantidades masivas, con repetitividad, seguridad y competitividad las patentes de las multinacionales que las han hecho, otras han sido directamente fabricadas por sus desarrolladores. Fabricar, escalar del laboratorio (TRL’s bajos) a la planta productiva es la clave. Para muestra un botón. Laboratorios Rovi ha fabricado más de 600 millones de vacunas de Moderna en su fábrica de San Sebastián de los Reyes y a final de 2022 tendrá capacidad para 100 millones de vacunas de ARN mensajero en su planta de Granada según anunciaron en junio del 21 en su Junta de accionistas.

Tenemos excelentes científicos españoles dentro y fuera de España, no hay duda, otro ejemplo es el CNIO y su posible candidata al Nobel María Blasco. Con Baselga, Tabernero y en Málaga el Dr. Emilio Alba y muchos otros. En España tenemos excelente ciencia biomédica y oncológica.

España ocupa una posición entre el 9 y el 11 en producción científica, medida por la cantidad y calidad de publicaciones científicas validadas y publicadas con los estándares mínimos de revisión por pares y por medios con comités serios. La posición científica de España es coherente con el tamaño de su economía. El CSIC dice que ocupan la 7ª posición como institución pública a nivel mundial. Paradójicamente y, en contra de lo que se ha hecho creer a la opinión pública, en Ciencia estamos bien. Tenemos un instituto creado en la primera mitad del siglo XX, el CSIC con la friolera de 11.000 personas, 14.000 artículos publicados y 3500 proyectos en ejecución con 800 millones de euros de ingresos, 121 institutos y 3 grandes centros nacionales de investigación. También contamos con instituciones del modelo Mas Colell como el citado CNIO en Oncología, el ICFO en fotónica, el ICRQ en Química, el IC2N en nanotecnología y otros en Cataluña con gran concentración de científicos de primer nivel y producción de gran calidad científica sin dejar de mencionar probablemente el más potente, el BSC (Barcelona SuperComputer Center). Andalucía no sale muy bien parada en centros del CSIC, Madrid y Cataluña concentran la mayoría. En Málaga apenas contamos con el Oceanográfico y La Mayora.

Fue el 13 veces Honoris Causa, director de BSC y unos de los mejores arquitectos de computadores del mundo, Mateo Valero, el que me abrió los ojos con una verdad universal. En la UIMP en Santander34 el Dr. Valero dijo que “la Ciencia no solo ha de ser excelente, sino que ha de ser relevante”. Me hizo pensar mucho. Yo estaba en que teníamos que hacer Ciencia de Calidad, es decir excelente. Para ello ya había las instituciones excelentes con un programa Severo Ochoa y otro Ramiro de Maeztu que las premiaba e incentivaba.

Fue en Santander35 donde el Profesor Xavier Ferràs de Esade me interpeló sobre cuánto de ese esfuerzo científico acababa aplicado por las empresas locales en forma de soluciones innovadoras que crearan más valor añadido, mejores empresas que crearan mejores empleos, patentes, ventajas competitivas que mejoraran nuestra economía y trajeran prosperidad.

Miré al esforzado Dr. Enjuanes del CSIC y su vacuna que no arrancaba. Miramos a Alemania y vimos que ellos tenían un CSIC, el Instituto Max Planck, pero que, para la innovación tecnológica, para transferir conocimiento a su tejido industrial Alemania tenia el Instituto Fraunhofer con mas de 70 institutos especializados en fotónica, biología, solar, energía, nanotecnología, microelectrónica y un largo etcétera. Existía un puente entre la Ciencia y la empresa alemana que cuenta con mas de 30.000 empresas del Mittlestand, medianas o ETI’s, empresas de tamaño intermedio. España solo tiene 1800 de estas empresas, que generan más de 1 millón de empleos y que pagan mejores sueldos, son más innovadoras, están más internacionalizadas, hacen más patentes y son más resilientes que las Pymes. Por el tamaño de nuestra economía a España le faltan 10.000 ETI’s. Sobre estas empresas, nos ha iluminado el Dr Bart Kamp de la Fundación Orkestra, que ha evaluado a los campeones mundiales de nicho (INML International Nitch Market Leaders) y que los ha mapeado encontrando una elevada concentración en el País Vasco y en menor medida Cataluña, Castellón, Madrid, Valencia. También en Andalucía de nuevo andamos justitos.

Lo peor es que el número de patentes PCT (Internacionales) del CSIC es pírrico,115 en 2021. La transferencia, es decir la venta de los derechos de uso de estas a las empresas aún peor.

La Ciencia es necesaria, y una Ley de Ciencia que mejorara las condiciones y financiación de los investigadores, imprescindible. Pero en todo eso hay muy poquito de Innovación. La Ciencia, por naturaleza global, se hace con el más alto espíritu de contribuir al progreso humano y se divulga y publica. La ciencia que se hace en Granada se aprovecha por empresas en California o en Seúl o en Shenzhen y viceversa. La Ciencia que se hace en China, que este verano nos ha dado la noticia de haberse convertido en la primera potencia mundial por cantidad y calidad de publicaciones desbancando a los EEUU, se aprovecha por las empresas de Granada. ¿Seguro?

La innovación sucede cuando se crean productos, procesos, o servicios nuevos que aportan más valor. Por tanto, es imprescindible que esté orientada al mercado. Hacer cosas nuevas que no se venden no es innovación puesto que no hay aumento del valor. Tenemos aquí un talón de Aquiles, España ocupa la posición 40 en el Global Innovation Index (GII). Es decir, estamos muy por debajo de nuestra posición natural como la novena o décima economía del mundo.

El fact check es evidente, no estamos tan mal en ciencia como en innovación, pero se ha confundido interesadamente Ciencia, Conocimiento, Tecnología, Investigación y hasta emprendimiento haciendo suponer que solo las instituciones científicas y académicas investigan o disponen de conocimiento. Hay mucha investigación, conocimiento y sobre todo tecnología en las empresas y, además, son las que están enfocadas al mercado y por tanto a crear más valor.

Es la Innovación la que crea ventaja competitiva, la que fija valor a los territorios, la que sucede localmente, desarrollando mejores empresas que crean mejores empleos. Sin embargo, no se habla de tracción sino de transferencia, no se habla de innovación sino de Ciencia y se ha creado la percepción de que mejorando en Ciencia mejoraremos la sociedad. No existe evidencia alguna de que eso vaya a suceder de manera automática. La prueba es la millonada que se gastó en el Centro Nacional de Microelectrónica en Cataluña con excelentes investigadores, científicos y tecnólogos que no acabó desarrollando una industria de semiconductores. Hoy a pocos kilómetros, SEAT recorta turnos de producción por falta de semiconductores.

Los grupos de interés quieren fondos, pero estos deben ser para el bien común y el verdadero progreso de las sociedades que pagan esos impuestos. O ponemos el foco en la Innovación y por tanto en las empresas que traccionen del ecosistema de ciencia y tecnología o se beneficiarán los ciudadanos de otros países, pero no en España ni en Málaga.

Medimos a los académicos por su índice H, que indica su ranking en las publicaciones en función de las veces que se le cita. Les ponemos en el rol de “publish or perish“ hasta el punto de que se quejan a menudo de que tienen demasiada carga docente y no pueden investigar y publicar todo lo que querrían. El mundo al revés, la docencia se subordina a las publicaciones.

El Dr. Rodríguez Pose desde la London School Of Economics definía en una entrevista para Atlas Tecnológico el pasado julio que en España seguimos pensado que para hacer Innovación es imprescindible hacer I+D pero pone ejemplos de IKEA, Mercadona o Inditex, empresas sumamente innovadoras que no necesariamente hacen gran investigación.

Me sorprendió que José Manuel Leceta, con un bagaje en CDTI, ESA y la Agencia Europea de Innovación en Budapest me compartiera la semana pasada un artículo suyo en El País de junio de 2016 “No más I+D+i” . El autor hace 6 años denunciaba en un medio amplia difusión “con excesiva frecuencia se entiende la innovación como un subproducto de la ciencia”. Seguimos en las mismas pero con más deuda y una ley de Ciencia.

Necesitamos una verdadera Ley de Innovación, una Vicepresidencia del Gobierno de Innovación (no lo metan en Ciencia por favor) un esfuerzo colectivo por ponernos al nivel que nos corresponde para no solo ser usuarios sino oferentes de productos y tecnologías innovadoras y avanzadas. El ejemplo es Suiza que lleva 5 años en el número uno del GII y tiene un sistema de colaboración Universidad y Centros Tecnológicos con las Empresas de primer nivel. La suerte es que en Málaga estamos en eso, en una mayor vertebración y colaboración el ecosistema innovador con la UMA y Granada y Sevilla, el Parque Tecnológico, las instituciones públicas, las empresas y el Instituto Ricardo Valle en el centro. Aceleremos. Es momento de cambiar la transferencia que no funciona por la tracción empresarial y cambiar la i minúscula de la I+d+i por una I mayúscula y negrita. Es tiempo de Innovación.