Un guantazo de Oscar que sigue dando que hablar varios después del sobresalto. Como lo de la pérgola de Santo Domingo, pero sin avisar. Porque no olviden que lo de la famosa estructura de Fray Alonso de Santo Tomás vino de nuevas, pero no era nuevo. No en vano, la colocación del susodicho elemento formaba parte de un proyecto del que ya se había hablado, que ya se había diseñado y que, por tanto, ya había profanado toda ley de la estética, en un lugar ya de por sí alejado de lo precisamente estético.

Porque sí: la iglesia de Santo Domingo fue declarada Bien de Interés Cultural en el año 98, aunque no se consideró como tal su entorno, que es tan esencia de la Málaga cofrade como no precisamente una oda a la belleza. Una foto que no saldría en ninguna postal de la ciudad, pero que algunos parecen haberse empeñado en estropear un poco más, habida cuenta de lo proyectado.

La bofetá, el bofetón, el testarazo, la guantá, el coscón, el puñetazo o la mascá... no es sólo lo que dio Will Smith el pasado domingo, sino que aquí en nuestra ciudad, se escenifica en cosas como ésta, que suponen un porrazo (ahí va otra definición) al cariño que, por otra parte, decimos tenerle a lo nuestro. Porque lo de la ya conocida pérgola no es sino ejemplo de esto mismo, que no terminará por salir adelante (puesta está pero han prometido quitarla) pero que demuestra que no siempre estamos en lo que tenemos que estar. Un proyecto del Ayuntamiento, expuesto ante los vecinos en diversas reuniones, publicado a modo de infografía en la web del Observatorio de Medio Ambiente Urbano, y aderezado por entonces con diversos encuentros en los que se hablaba de los nuevos espacios de sombra para la plaza, sin que nadie se opusiera a lo que, una vez montado, ha sonado a bofetá estética, con los consiguientes vientos.

Aunque para mascá, la de los precios: la inflación se elevó casi al 10% en marzo y, lo sabe su bolsillo, los precios nos llevan en volandas a una situación de estrés económico que ríanse del padrino en el momento de pagar la boda de la niña. Un testarazo que el Gobierno (a su ritmo) dice querer amortiguar ahora, rebajando desde mañana en 20 céntimos el precio del combustible. ¿Todos contentos? No lo parece. Cuando te niegas a bajar los impuestos y tiras por la vía de la subvención, los aplausos te pueden llegar de una parte, pero no te asombres cuando el resto te quiera correr a gorrazos. Pregunten a los empresarios de las estaciones de servicio, que acusan a Sánchez de trasladarles a ellos el problema del transporte, pidiendo un sacrificio que algunos dicen no estar dispuestos a asumir. Es lo que tiene publicar un Real Decreto hablando de "colaboradores", sin ni siquiera haberles consultado antes por la fórmula aplicada. Colaboradores, dicen. País.

Nos ha tocado un tiempo complicado. Una realidad que genera consenso en la definición y que nos invita a seguir remando, a sabiendas de haber superado ya tres o cuatro olas de varios metros, y casi convencidos de que vendrán otras probablemente igual de altas. Lástima que el consenso llegue en el análisis y no en la forma de atajar lo que nos viene, que ha pasado en dos años por una pandemia, un volcán... y hasta una hasta ahora desconocida calima, que antes sonaba a una bruma graciosa y que ahora entendemos como la forma perfecta de borrar el blanco de nuestras vidas.

Porque esa es otra: el bofetón de la pérgola venía en un proyecto, pero esto de la calima ni estaba previsto con fondos europeos, ni nadie lo habría planteado. El blanco de las paredes ahora es amarillento, tirando a naranja; y el suelo de la calle, de una terraza cualquiera, del patio de casa de la abuela... es de un color tan uniforme como desagradable. Y como ya ha comprobado más de uno, esto no hay lluvia limpia que lo quite, ni trapo que lo resuelva de una pasada. Está Málaga irreconocible, entre el naranja de algunas tardes pero, sobre todo, a raiz de ese particular color que ha tomado la práctica totalidad de edificios, cuyas comunidades de propietarios se plantean ahora cómo vestir de limpio. Claro que, como nunca llueve a gusto de todos, pero siempre hay quien vende paraguas, el coscón de la calima tiene su cara B: si usted vende pistolas de limpieza a presión, botes de pintura o se dedica a los trabajos verticales, sí que está de enhorabuena. A esos, tal vez la buena noticia no les haya llegado por Real Decreto, sino directa del Sáhara.