Una imagen del día de la inauguración.

Una imagen del día de la inauguración.

Educación

Un colegio de Málaga instala una campana para celebrar cada curación de un cáncer: la idea es de Samu, un exalumno

El centro salesiano San Bartolomé de Málaga instaló el pasado mes de noviembre la campana, que podrán tocar todas las personas que hayan superado el cáncer y lo soliciten, especialmente el alumnado y familias del centro.

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La palabra cáncer se ha instalado en casi todos los hogares de España. A quien no le ha tocado de cerca, lo ha visto en un amigo, en un familiar o en la ausencia que dejó alguien muy querido. En medio de esa amarga realidad que atraviesa vidas y sacude rutinas, a finales de noviembre ocurrió un gesto bonito en Málaga. El Colegio Salesiano San Bartolomé inauguró su campana de "la esperanza y el auxilio", un símbolo que ya forma parte del corazón del centro y que permitirá a cualquier superviviente de cáncer alzar la mano, hacerla sonar y celebrar con toda la comunidad salesiana la vida.

Su sonido, como el que resuena en hospitales de muchos países cuando un paciente termina la quimioterapia y comienza el proceso de sanación, nace allí de una historia profundamente personal: la vivencia de Samuel Elías Aspillada, "Samu", un joven de 19 años que estudió un grado en el colegio y venció a un cáncer tras un tratamiento largo y duro que ahora se está preparando para ser guardia civil.

El gesto de tocar la campana en España cuando llegan las buenas noticias en un tratamiento oncológico comenzó a miles de kilómetros del país, gracias a la jerezana Miriam Segura, que lo descubrió en el Hospital Princess Margaret de Toronto mientras luchaba contra la enfermedad. Tras su fallecimiento, su familia lo trajo después a España y poco a poco ha ido extendiéndose a distintos hospitales.

La propia Miriam diseñó la campana y escribió el poema que la acompaña en cada hospital. La primera que se puso en España fue el 19 de diciembre de 2018 en el hospital Costa del Sol, de Marbella, un año después del fallecimiento de la joven. Su madre manifestó entonces que retomaron su proyecto cuando se vieron con fuerzas para ello y para llevar su legado lo más lejos posible.

El colegio salesiano se suma ahora a ese movimiento que no celebra un simple final de la enfermedad, sino un renacer. En cada visita al hospital, Samu miraba de reojo esa campana, consciente de que esta suponía un chute de motivación para él. No se replanteaba tirar la toalla porque para él, esa campana, era más que un objetivo: la tenía que tocar, sí o sí. Y cuando lo logró, empezó a replantearse qué podía hacer para ayudar a otros que están viviendo lo mismo que él.

"Es un sueño cumplido", explica el joven, que en el grado que estudió en el colegio salesiano encontraba "un refugio", una forma de desconexión de lo que le estaba tocando vivir. Se apoyaba en los docentes, en los compañeros y por momentos lograba olvidar el cáncer.

Si alguien fue para él un ejemplo, ese fue su profesor Pepe Valverde, ahora jubilado, y superviviente de un cáncer de próstata. Fue él el que le dijo a Samu que "esos bultitos no eran unos ganglios cualquiera". Gracias a ello, el joven pasó por especialistas que le dieron un diagnóstico. En parte, gracias a él, a tenerlo como ejemplo, Samu dio el paso de proponer al centro que se creara la campana. Su deseo era ayudar a profesores, padres, alumnos y a todas las personas que forman la casa salesiana.

La recuperación de Samu fue un motor que movilizó a toda la comunidad educativa. Su diagnóstico, su evolución y finalmente su victoria se vivieron allí como un triunfo colectivo. Por ello, en cuanto supieron de la idea del chaval, la dirección se puso a trabajar y dio luz verde al proyecto, organizando una verbena solidaria para recaudar fondos para poder colocar la campana.

De aquella noche festiva ya han pasado dos años y el sueño de Samu se ha materializado. Ahora la campana luce en el patio con una fotografía de Domingo Savio, un colaborador de Don Bosco fallecido siendo muy joven por una enfermedad, una fotografía del colegio y un poema escrito por el propio Samuel durante su tratamiento.

Samu siente una admiración profunda por Pepe, al que veía siempre escribiendo poemas y por el que se aficionó a leerlos y escribirlos. Para el docente, es un orgullo que ahora las letras del joven figuren en esa campana y, por tanto, en la comunidad educativa tan bonita que lleva años construyendo Salesianos.

El inspector salesiano Fernando Miranda subraya el significado que tuvo el acto de inauguración para la comunidad educativa: “Es un símbolo para Samuel y para Cristina. Los dos han superado un cáncer y esta iniciativa convierte su camino de superación en un estímulo para los demás. La campana está abierta a cualquier persona que venga”.

El director del centro, José Miguel Tello, por su parte, recuerda que sintió “los vellos de punta” cuando Samu le transmitió la idea. “Queremos que los chicos vean que estamos ahí cuando llegan problemas de salud. Es un recorrido complejo, y con este gesto se cumplirán las expectativas de quienes salen adelante”. El colegio planea que la campana pueda ser utilizada también por cualquier ciudadano de Málaga que lo solicite: “Fijaremos un día y se hará un acto con los seres queridos que quieran estar”, explica.

La otra protagonista de la inauguración fue Cristina González, una madre muy activa del AMPA que también recibió el alta hace unas semanas tras dos operaciones, quimioterapia y radioterapia. Ella nunca llegó a tocar la del Hospital Materno Infantil: “No fui capaz, por respeto a quienes estaban allí. No sabes si la persona a tu lado tiene metástasis y le quedan seis meses de vida”, reconoce. En el colegio, rodeada de la comunidad educativa, sí lo hizo, y muy fuerte, consciente de lo especial del momento.

La nueva campana, bautizada como la “campana de la esperanza y el auxilio”, pretende convertirse en un icono compartido por toda Málaga. Un sonido que celebra la vida, la superación y el acompañamiento en un camino que ninguna persona debería recorrer sola.