Un collage con algunas mujeres de trono.

Un collage con algunas mujeres de trono. Cedidas

Cofradías

La fuerza femenina gana terreno en los tronos de la Semana Santa de Málaga: "La fe no entiende de género"

Esperanza, Gracia, Sonia y María son cuatro mujeres de edades e historias distintas pero unidas por una misma pasión: trabajar por sus titulares bajo el trono.

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Durante décadas, los varales de los tronos procesionales en la ciudad de Málaga parecían reservados solo para ellos. A lo largo del último siglo, algunas hermandades comenzaron a aceptar a mujeres en sus tronos ante la falta de portadores, como ocurriera en las filas nazarenas en los años 70. Otras, de hecho, siguen sin permitir que mujeres porten a sus sagrados titulares. Da igual que estén entrenadas y preparadísimas y que su fe mueva montañas, que esa lista de espera en la que las meten... Nunca corre hasta su turno.

Si bien, hay que decir que la cosa está cambiando y cada vez son más las mujeres que procesionan en los varales por las calles de la ciudad. Este Domingo de Ramos, por ejemplo, se vio mucha presencia femenina en varales de bastantes hermandades de la jornada. Afortunadamente, cada vez más mujeres se abren paso bajo el peso de la tradición, demostrando que la fuerza no entiende de género y que la fe, cuando se vive con entrega, también se porta a hombros.

Esperanza, Gracia y las hermanas María y Sonia son solo algunos nombres propios de una nueva generación de mujeres de trono que se enorgullecen de llevar a sus titulares cada Semana Santa. La mayoría de ellas vivieron la devoción desde niñas, en casas donde la Semana Santa se colaba por la puerta grande. Así, todas comparten un vínculo profundo con la imagen que portan, con el barrio desde el que sacan a su titular y con la gente que les acompaña en ese caminar.

Todas coinciden en lo mismo: cuando van bajo un trono, todos son iguales. Todos son hermanos, no importa el género, no importa la condición o la nacionalidad. En sus historias hay promesas, superación, heridas sanadas y vínculos familiares que se refuerzan paso a paso. Hablamos con ellas para conocer cómo viven cada procesión llevando a su Virgen o Cristo:

Gracia Aragón, Nazareno del Perdón

María Gracia.

María Gracia.

A Gracia Aragón le han llegado a nombrar varias veces por redes sociales como “la talibana cofrade”. “A mí me han dicho absolutamente todo tipo de improperios e insultos por defender que una mujer pueda llevar un trono. Lo que pasa es que hay muchísima gente que me quiere, muchísima gente que me conoce, que conoce mi asociación... Prefiero quedarme con lo que ellos me dicen”. Ella es fundadora y presidenta de la asociación La mujer cofrade del siglo XXI, una asociación que lleva años luchando por la igualdad de género en el mundo cofrade.

Aragón es mujer de trono en Nueva Esperanza, donde porta al Nazareno del Perdón “desde dentro”, en el lugar más oculto, íntimo y a la vez duro del trono: el submarino. “Ahí no ves nada, pero sientes todo. Es un privilegio”, cuenta. En su vida cofrade ha sido nazarena, mayordoma de velas, mantilla... pero fue bajo los varales donde encontró su sitio. “Yo necesitaba mi hueco, y mi hueco era el trono”, afirma. Este año, además de en Nueva Esperanza, hará doblete llevando también al Señor del Descendimiento para cumplir una promesa. Él no le abandonó en un momento complicado y ahora quiere darle las gracias.

Gracia habla sin tapujos del machismo en las hermandades y de los ataques que ha recibido por defender la presencia femenina en los tronos. “No tienen ni idea de lo que es la Semana Santa, el origen de la Semana Santa y mucho menos de la fe y del cristianismo. Es triste ver a un grupo en gran medida joven que intenta exteriorizar su masculinidad de tal manera, humillando a la figura de la mujer que piensa que estamos en un feminismo efervescente... que queremos arrebatar todo lo 'suyo'. Y hay que recordarles que Dios no es suyo, porque la fe no tiene género”, dice con claridad.

Con su asociación han apoyado a muchas mujeres cofrades en otras ciudades, como Granada, donde hace poco recibieron una llamada de una cargadora que fue apartada de su cuadrilla. “Se lo dijeron al capataz y dijo que no. Que eso no era un concurso de camisetas mojadas. Con su cuadrilla montada, metió a su equipo de costaleros... Lamentable", recuerda.

Ella asesora a todas las que necesiten ayuda en sus cofradías y critica también el uso inmediato de redes sociales para denunciar sin antes agotar las vías institucionales: “Nosotros no somos muy dadas tampoco a las quejas o denuncias en redes sociales sin antes haberlo hecho formalmente. Cuando tú ya ves que estás completamente resignada, que ya no hay nada que hacer, porque ya solo te queda lo penal, usas las redes. Para que el mundo sepa lo que está pasando. Las cosas hay que hacerlas con inteligencia. Y las cosas hay que hacerlas muy poco a poco”.

A las mujeres que están en sus casas, con miedo a dar el paso de llevar un trono, les lanza un mensaje claro: “Adelante. Que no tengan miedo. Nosotras sabemos exactamente hasta dónde podemos llegar. Si tienen un sueño por cumplir y tienen miedo a la negativa, que expongan sus razones, que verán que en la medida de lo posible recibirán un sí. Y si, por supuesto, hubiera una negativa en la que ellas vieran que es evidente alguna tomadura de pelo, que se pongan en contacto con mi asociación. Nosotros les daremos las pautas para que ella pueda cumplir sus sueños”.

Sobre el relevo generacional en las cofradías, Gracia asume que llegará el día de la retirada. Cuando no pueda llevar a su Cristo, dará un paso al lado y se irá para dar paso a la juventud. Ya se imagina ese momento: “Yo tengo un niño que va a cumplir ahora 15 años. Y su sueño desde chiquito es salir en el Nazareno del Perdón conmigo. Todos los años digo lo mismo: 'me voy a jubilar, que ya estoy mayor'. Pero, de momento, no lo hago. Este Martes Santo cumpliré 50 años bajo el trono, será un cumpleaños muy especial. Y sinceramente, estoy esperando a mi niño para sacarlo con él y darle paso a su generación".

Esperanza Padilla, Soledad de Viñeros

Esperanza Padilla.

Esperanza Padilla. Cedida por @enripn

Esperanza Padilla es una de las portadoras de Nuestra Señora del Traspaso y Soledad de Viñeros. Su vínculo con la hermandad es tan antiguo como sus propios recuerdos. “Desde chica he salido con Viñeros. Recuerdo estar muy feliz, vestida de nazarena... Pero también lloraba cuando veía pasar la Esperanza cuando iba por Carretería. Decía: ‘yo quiero estar ahí’. Mis padres me decían que cuando fuera más grande, iría sola”, recuerda.

Y así fue. Años después, ese amor por la reina del Jueves Santo la llevó a empezar a salir en la Esperanza, aunque sin romper su vínculo con Viñeros. “Salía de calle en Viñeros y luego me iba a la Esperanza. Pero un año me llamaron porque faltaba un campanillero, y volví. Desde entonces, hice una promesa: no me voy a casa hasta que el trono de la Esperanza no toque con la pata el salón de tronos. Termino con Viñeros y sigo con ella”.

Lleva aproximadamente diez años sacando el trono de la Virgen en Viñeros. Su primer año fue muy especial: “Fue el año después del 400 aniversario del Cristo, una extraordinaria donde también salí. Mi padre iba de cabeza de varal. Yo iba en la cola, con mi grupo de la cofradía, los que me han visto crecer. Me sentí tan arropada que nunca me vi extraña en el trono. Me acogieron con tanto cariño que ahora me dicen que con el cachondeo me llaman 'el Lolo'”, ríe.

Aunque empezaron siendo muy pocas, hoy en día, son una decena de mujeres las que comparten varal con ella, algo impensable años atrás. “Al principio éramos muy pocas. En el Cristo empezó a salir Sole, luego Pili, Elsa… y después me metí yo. Cada vez somos más”, dice, orgullosa.

Su Jueves Santo empieza temprano. “Voy a la casa de hermandad a echar una mano, al rezo del ángelus, y luego a casa a comer mis macarrones con tomate. Para mí eso es sagrado. Esa comida me da la energía que necesito, luego estoy con mis sobrinos...” Y el Viernes Santo, tocan huevos fritos. “No importa a qué hora me levante, pero es mi tradición, mi familia lo sabe", confiesa entre risas Esperanza.

En su hermandad, nunca ha sentido trabas por ser mujer. “Aquí se votó y se aceptó. Todos trabajamos, todos tiramos del trono. No es cuestión de ser hombre o mujer, sino de voluntad y compromiso. Yo soy de la Esperanza también y tengo asumido que nunca podré llevarla, muy a mi pesar”, lamenta.

Reconoce que en el mundo cofrade malagueño ha vivido varias situaciones injustas. “En un tallaje para el Cristo de la Buena Muerte, una persona dijo que no daba la talla. Iba con otros zapatos que tenían la misma suela, pero eso era lo de menos, daba la talla igual. Le dije: ‘si quieres, me tallo descalza’. Al final, di la talla, yo llevaba razón".

También ha visto cómo muchas compañeras eran apuntadas en listas de espera “que nunca corren”. “Tú vas a tallarte con un amigo, y a los dos años lo llaman a él y a ti no. Hay listas en el limbo, sobre todo, vaya qué casualidad, para las mujeres”. Sin embargo, su positividad la hace quedarse con los comentarios de los niños cuando la ven bajo el varal cada Jueves Santo. Los 'mami, papi, hay una mujer en el trono, qué guay', le llenan el alma y le dan fuerzas para recorrer kilómetros.

Si tuviera que definir lo que siente debajo del varal, lo tiene claro: “Orgullo, porque llevo a mamá por las calles. Con elegancia, con mucho sentimiento… Es una emoción muy grande que no se puede explicar del todo con palabras”, dice Esperanza, que aun con problemas de espalda, no entiende un Jueves Santo sin estar bajo el varal. “Saco fuerza de donde sea", concluye.

Las hermanas Román, de la Virgen de Nueva Esperanza

Las hermanas Román.

Las hermanas Román.

El Martes Santo en Málaga es también una cita marcada en rojo para la familia Román Serena. Cada año, el aroma de macarrones con tomate y carne picada inunda la casa de la abuela, preludio de una jornada tan física como espiritual. Allí, entre preparativos y sentimientos a flor de piel, las hermanas María y Sonia Román se visten para uno de los momentos más importantes del año: portar el trono de María Santísima de Nueva Esperanza.

Desde que eran apenas unas niñas, la cofradía ha formado parte de sus vidas. “Casi que nací y me hicieron el DNI y hermana de la cofradía”, bromea María, recordando cómo desde muy pequeña acompañaba a su padre, también hombre de trono. Sonia, por su parte, sostiene que incluso antes de portar una vela ya caminaba en la procesión al lado de su familia.

La vinculación no fue una elección, sino una herencia familiar que ambas asumieron como propia desde que tienen uso de razón. Su padre y su tío llevan prácticamente toda la vida en Nueva Esperanza, llegando incluso a altos cargos, puesto que su tío ha sido Hermano Mayor de la hermandad.

Portar el trono fue siempre un sueño silencioso, casi una promesa interna. “Siempre supe que cuando tuviera la altura, quería sacarla”, remarcan ambas hermanas. Sonia lo describe como una “espinita” clavada que solo el submarino —la parte del trono con menor exigencia de altura— pudo sanar. “No tengo una razón especial. Solo sentía que tenía que estar con ella, ayudarla a llegar al barrio”, señala. Además, explica que portar a su Virgen significa “hogar, casa, paz y tranquilidad poder mantenerme unida a las personas que ya no están aquí como por ejemplo mi abuelo que siempre venía con nosotros”.

Ambas recuerdan con intensidad su primer Martes Santo bajo el trono. Fue un momento profundamente familiar: su padre, su tío, su primo, y ahora ellas, todos unidos. “Fue muy sentimental”, afirma María, “porque vivías el camino con tu familia, preguntándote todo el rato cómo ibas, si estabas bien…”. Sonia añade que ni siquiera sintió el cansancio. “llevaba tantas ganas y tanta ilusión que ni lo sentí realmente físicamente. Fue justo después del confinamiento por Covid”, sostiene.

Compartir esa experiencia entre hermanas ha sido mágico. “Se te pasan las 14 horas como si nada porque vas hablando con ella”, dice María. Y aunque ambas insisten en que ya tenían una relación muy fuerte antes, reconocen que esta vivencia ha añadido un lazo nuevo, uno que se mantiene vivo todo el año entre charlas sobre marchas procesionales y recuerdos comunes.

Como mujeres de trono, su presencia rompe barreras que hasta hace poco parecían insalvables en algunas cofradías tradicionales. Sin embargo, en Nueva Esperanza nunca sintieron obstáculos, pocas hermandades más igualitarias que la de ellas. Así, creen que por criarse en una cofradía como Nueva Esperanza, jamás han recibido comentarios prejuiciosos de nadie por llevar un trono. Y ojalá ninguna más los reciba nunca.