En estos días de Cuaresma lo damos todo. Para bien o para mal, nos nace opinar de lo que sea. Algunos lo practicamos todo el año, esto de opinar, y sufrimos las consecuencias de ejercer nuestro libre derecho a decir, sea con base y fundamento o, simplemente, por bañarnos en el asunto que fuere, aquello que creemos o sustentamos como nuestra manera de pensar. Ahora, con WhatsApp y Twitter se puede opinar desde casa, desde el trabajo, desde el parque con los niños o desde la habitación de un hospital. También se puede ser un reventaor, que es una cosa muy malagueña. Todo está mal, como lema por bandera, menos lo que él diga o haga. Hay que diferenciar entre opinar y reventar, porque uno debate y otro impone (negativamente).

Se habla de los varales vacíos, sin gente… Se cuchichea de la cofradía que le faltan 30 o 50, 70, 100 hombros, que no hombres. Igualmente se comenta la falta de nazarenos en los cortejos, de túnicas colgadas y pocas velas. Opinamos de quien baila una marcha en una iglesia y de quien se abrocha al varal en un traslado. De igual modo, escucho a cofrades de grupos jóvenes pedir más responsabilidad y menos limpiar plata (latón plateado en su mayoría, todo hay que decirlo), a gente quejándose de su perdida de cargo de procesión o audios con plan B si no viene gente a sacar el trono.

Si nos faltan hombros, ¿cómo criticamos que vayan abrochados? Creo que no es el momento adecuado, con la que está cayendo, de exigir. ¿Vamos a buscar nazarenos que desfilen recto sin girar la cabeza? Estamos cortitos en esto también. El reventaor no permite que se lleve el trono de forma heterodoxa, abrazados o abrochados. No entiende que nuestro modelo de Semana Santa nunca llevó muchos nazarenos y señala las cofradías con pocas velas como una vergüenza, teniendo, poco presente, la realidad de nuestros desfiles. Por otro lado, los jóvenes quieren responsabilidades. No se puede escapar ni un alma de la casa hermandad, pero con tiento, que el cargo entregado sin esfuerzo pierde su valor. Para el reventaor los jóvenes no tienen sitio, que se cargan Málaga con ideas importadas de fuera. Y así, el reventaor aburre al hombre de trono, al nazareno y al joven, teniendo más motivos para seguir opinando sin aportar nada.