Francisco Pérez (a la izquierda), dueño del local.
El Ensueño de Málaga, la ilusión de dos emigrantes que se convirtió en bar: "Conmigo va a morir, mis hijos no seguirán"
El histórico local se encuentra a unos metros del Estadio de La Rosaleda, en el número 24 de la plaza Conde de Ferrería.
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El Ensueño de Málaga no es solo el nombre de un bar con más de cuarenta años de vida junto al estadio de La Rosaleda, es también la historia de una familia que hizo realidad su anhelo de volver a su tierra natal. En los años 70, los padres de Francisco Pérez emigraron como tantos españoles en busca de un futuro mejor. Pero mientras trabajaban en el extranjero, lo que de verdad deseaban era regresar algún día a su Málaga y levantar allí su propio negocio.
En 1979 lo consiguieron. En el número 24 de la Plaza Conde de Ferrería, en el distrito Palma-Palmilla, abrieron las puertas de El Ensueño de Málaga. Uno de esos bares que ya están en extinción, de barrio, de toda la vida, con mesas sencillas, trato cercano y el bullicio de una juventud que entonces crecía y se afianzaba en la ciudad.
Hoy, más de cuatro décadas después, el bar sigue en pie bajo la gestión de Francisco, el hijo de los fundadores. “El barrio ahora tiene 60 o 70 años y se ha hecho sedentario”, explica. Muchos de los vecinos que pusieron los primeros cimientos han envejecido o ya no están, y en su lugar conviven familias jóvenes que tratan de llegar a fin de mes para pagar el alquiler.
Aunque a su alrededor se han levantado gigantes como las torres de Martiricos y cada vez se ven más toallas colgadas de los balcones por la presencia de pisos turísticos, en El Ensueño siguen manteniendo sus raíces.
Hay clientes que pasan por su barra que no tienen acento andaluz, pero se niegan a que la gentrificación llegue a su carta, que lleva casi intacta desde hace cuarenta años. "Servimos las mismas comidas, con esa línea nos ha ido bien", asegura.
Su especialidad es la comida casera y los desayunos. Los pitufos mixtos, de lomo en manteca y de jamón serrano son los más vendidos sin lugar a dudas. Y su menú de solo diez euros, ideal para los trabajadores, incluye desde platos de cuchara hasta más frescos como una ensalada.
Interior del bar 'El Ensueño de Málaga'.
Pérez se encarga de que desde primera hora de la mañana la persiana de El Ensueño esté subida y es él el que la baja después de que salga el último cliente del local, con la noche ya bien caída. "Abrimos todos los días a las 07:00 y cerramos ya cuando se van los últimos clientes. Echamos 20 horas de trabajo al día", explica.
En su perfil comercial de Google apuntan que su horario va desde las siete de la mañana a las once de la noche, pero la realidad es que si hay clientes cuando ya son la medianoche ahí estarán para atenderlos. Abren, de hecho, los 365 días al año. Pérez reconoce que el pasado año solo cerró dos días por el fallecimiento de su padre.
Interior del bar 'El Ensueño de Málaga'.
En cuanto a sus empleados, estos van rotando. Tienen su día de descanso y sus vacaciones, "pero yo voy por otra línea", apunta, consciente de que el descanso no es una palabra que conozca demasiado. "Si acaso los domingos, pero si hay fútbol, me toca venir aquí", añade.
"Son días muy importantes de venta", cuenta el hombre, que le debe mucho a la camiseta blanquiazul por la ubicación de su restaurante. En un tramo de unas dos horas, la barra de 16 metros se les queda corta para la cantidad de personas que acuden a su bar a realizar "la previa" para el partido. Y, si el Málaga ha ganado, queda por delante la celebración por la victoria.
Sobre el futuro traslado de La Rosaleda, admite que "sería una pena porque la Rosaleda lleva aquí más de 80 años", aunque opina que es un terreno muy llamativo y valioso para levantar promociones de viviendas.
Interior del bar 'El Ensueño de Málaga'.
Cuando ese momento llegue, Francisco no sabe qué será de El Ensueño, ya que el Málaga C.F. es como un trabajador más de la plantilla. Espera estar ya jubilado, disfrutando de su merecido descanso. Lleva desde que era un niño trabajando, no ha tenido vacaciones en todos estos años salvo un par de veces.
Y ya jubilado, no sabe qué pasará con el bar. Aunque le de pena, cree que el bar acabará muriendo con él. "Mis hijos no van a seguir", dice el hostelero, que añade que su hermano mayor tuvo otros planes y se quedó él a cargo del negocio. Pese a todo, mantiene la ilusión de que su hijo pequeño se quede con el negocio, "ese hermano" que criaron sus padres, o bien que algún empleado se haga cargo de él.
El Ensueño de Málaga es una persona más de la familia de Francisco, un emblema de la historia del barrio y la ilusión que sus padres cumplieron un día. Aunque su mirada transmite que daría la vida porque jamás cerrara, al menos le gustaría celebrar los 50 años del bar. Y si es con La Rosaleda cerca, mejor aún.