Momento en el que han actuado los forcados en el primero toro.

Momento en el que han actuado los forcados en el primero toro. Lances de Futuro

Málaga

'¡Eh, toro, eh!': así se enfrentan los forcados portugueses a los toros en Málaga

El grupo de forcados Amadores 'Aposento da Chamusca' actuó en el segundo festejo de la Feria; una corrida de rejones en la que Guillermo Hermoso y Martín Ferrer abrieron la puerta grande.

14 agosto, 2022 22:20

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¿Se imaginan a un grupo de ocho personas que, sin más armas que una chaquetilla y una corbata, se enfrentan a pecho descubierto a un toro, agarrándolo de la testuz y parándolo en mitad del ruedo? Pues esa es justamente la labor que realizan los forcados.

Esta suerte taurómaca tiene su origen en la guardia real portuguesa del siglo XVII. Tras la prohibición de la muerte del toro en la primera mitad del XIX, pasaron a formar parte del espectáculo caballista de los rejones, llegando así hasta nuestros días. 

En el fado do forcado de João Chora se dibuja el folclore luso de su vestimenta: "Pulsador de rosas resplandecientes (...)/ pasador verde esperanza/ borde rojo de la garrida/ el prado le dio la herencia/ de la media blanca larga. / Y en una forma aguda/ zapatos de estantería".

El grupo de Forcados Amadores 'Aposento da Chamusca' actuó en el segundo festejo de la Feria de Málaga. Un encierro de Pallarés y Benítez Cubero para los jinetes Lea Vicens, Guillermo Hermoso de Mendoza y Martín Ferrer (los dos últimos salieron a hombros por la puerta grande).

La narrativa que se pone en marcha cuando estos ocho hombres saltan al ruedo es similar a la sensación que produce contemplar una película de Michael Haneke. Durante interminables segundos (que en el caso del cine serían minutos), sabes que no va a suceder nada. Todo forma parte de un prólogo, saciado de tiempos muertos, en el que la tensión se va hilando con un cordel de suspense. En cualquier momento, todo puede estallar por los aires. Pero ese instante todavía no llega.

Martín Ferrer con la garrocha.

Martín Ferrer con la garrocha. Lances de Futuro

El ruido se apodera de los tendidos; el mundo allí presente quiere que en el aire esté la constancia de que ellos también están siendo testigos del espectáculo. El cuchicheo se transforma en una banda sonora que rápidamente se apaga ante la petición de silencio. 

Los portugueses se colocan en fila india, dejando a sus espaldas la puerta de chiqueros; teniendo a sus pechos la mirada del animal que aguarda bajo la presidencia. El primero de los valientes se quita el sombrero verde y saluda, toca cuatro veces las palmas y el burel se fija en él. Otras cinco palmadas; otros cinco retumbes.

Da pasos decididos, con los brazos en jarra. Como una suerte de cenachero atlántico venido de la tierra del saudade. Así lo describe el canto: "Frente al toiro/ voz de la carrera / Aplaude las palmas firmemente / Cinta de lejos y con gracia / Esa forcado valiente".

Camina como un reo que asume su condena, sabedor de la trascendencia de la pena a la que ha de enfrentarse. Un par de cites verbales (¡Touro, touro!) y el bicho que se arranca, llevándoselo por delante y sin permitir que el grupo de forcados consigan parar la bravura. Los porrazos que dan los toros suenan a golpe seco sobre el albero, a espalda contra el suelo y a cara empolvada. Pero también suenan al desprecio por las posibles heridas, asumiendo que el fracaso no es una opción.

La escena se repite, tambaleándose ligeramente el aficionado en cada zancada, pero con final de triunfo. Entre todos consiguen placar la embestida de Bravío, de Pallarés, ante un público enloquecido. Para más muestra de alarde, el rabillador (encargado de sujetar al morlaco por la cola) da un par de vueltas alrededor de la culata, dibujando una circunferencia perfecta en el coso. Centro de gravedad ante el cosmos del clamor. 

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Volvieron a procesionar de nuevo en el quinto. Impecable en la ejecución. Mientras todos aguantaban al animal, en el albero quedaba un cauce de pisadas grabadas con el peso de la gallardía. 

El último toro de la tarde se llevó por delante la amelé como si fueran un puñado de bolos. Cuatro quedaron en el suelo; uno, enganchado de la cornamenta. No fue a más y a los pocos segundos ya estaban de nuevo formando ante las astas de Nevado, dejando impregnado en los pitones el espíritu de su filosofía: "Por buen portugués, soy cantante de fado y estoy forcado".