Ruinas de la ciudad con vistas al embalse del Ebro

Ruinas de la ciudad con vistas al embalse del Ebro Wikimedia Commons

Historia

La ciudad romana que Augusto fundó en Cantabria: sus tres increíbles domus

La ciudad de Julióbriga se construyó al final de las guerras cántabras y prosperó gracias al comercio durante los siglos I y II d.C.

24 noviembre, 2023 02:21

El río Ebro, Iberus para los romanos, es una enorme lengua de agua que recorre el norte de España, muere en la costa de Tarragaona, bautiza con sus aguas y da nombre a la Península Ibérica. Casi mil kilómetros remontando hacia el oeste se encuentran sus fuentes "no lejos de Julióbriga", como afirmaba el historiador romano Plinio el Viejo en el año 60 de nuestra era.

En esta ciudad, considerada la capital de la Cantabria romana, sus habitantes adaptaron las modas urbanísticas romanas al duro clima local. Poco después de esta reseña de Plinio, la localidad sufrió un devastador incendio cuyo origen es desconocido. Sobre sus cenizas, la élite local, una mezcla entre audaces hombres de negocios hispanos y cántabros romanizados, reconstruyó la modesta plaza que había bautizado el emperador Augusto honrando a su padre adoptivo, el divinizado Julio César.

La fundación de Julióbriga distó mucho de ser gloriosa. Alrededor del año 16 a.C., rozando el final de las guerras cántabras, las aguerridas y fatigadas legiones del princeps asentaron sobre una pequeña aldea de la que no se conserva ni el nombre a varias columnas de refugiados, principalmente mujeres, niños y ancianos, tras desalojarlos de sus antiguos castros calcinados en las cumbres de las montañas.

Iglesia de Santa María de Retortillo, construida en la Edad Media sobre los restos del foro

Iglesia de Santa María de Retortillo, construida en la Edad Media sobre los restos del foro Wikimedia Commons

Los cántabros ofrecieron una resistencia numantina durante una década. La gran mayoría de sus feroces guerreros murieron en cruentos combates con las legiones o fueron vendidos como esclavos. Ante el temor de futuras rebeliones, los supervivientes de la zona sur fueron asentados en esta comarca, vigilados a menos de un día de marcha por la Legio IV Macedonica, asentada en Pisoraca, actual Herrera de Pisuerga en Palencia.

"El emplazamiento de la ciudad fue elegido a conciencia, en uno de los puntos neurálgicos del itinerario seguido regularmente por las tropas romanas en el transcurso de las guerras cántabras", sostiene el historiador y profesor de la Universidad de Cantabria Juan José Cepeda-Ocampo. Este itinerario quedó marcado por el paso de varias calzadas, siendo la más conocida de todas la que conectaba Legio (León) con Portum Blendium (Suances) y Portus Victoriae (Santander) a cuya sombra prosperó Julióbriga como intermediaria comercial a juzgar por el abundante uso de monedas documentado.

Barrios y mansiones

Recreación de una de las Domus de Julióbriga en el museo de la ciudad

Recreación de una de las Domus de Julióbriga en el museo de la ciudad

El incendio del siglo I d.C. acabó con este primer asentamiento y de sus cenizas resucitó una reducida ciudad plenamente romanizada con edificios públicos. Siguiendo el trazado de la calzada la población brilló durante algunas centurias hasta una gran crisis económica que afectó a todo el imperio. Como sucedió con muchas otras pequeñas ciudades de provincias, Julióbriga desapareció de la historia en algún momento del caótico siglo III, en el que la región se "asilvestró". 

Lo primero que vería un comerciante que siguiera la calzada en su momento de gloria serían dos increíbles domus muy peculiares donde vivieron importantes miembros de la curia local. La casa de los Morrillos —bautizada así por encontrarse dos llamativas figuras de toros de hierro—, giró en torno a un atrium, un pequeño patio rodeado por las diferentes habitaciones de la vivienda. A través de una apertura en el tejado, la luz podía penetrar en su interior y el agua de lluvia podía ser aprovechada al almacenarse en el compluvium.

Domus de los Morrillos.

Domus de los Morrillos. Wikimedia Commons

Su vecino habitaba en la ahora conocida como casa de los Mosaicos, de mayor tamaño y sobre la que se ha centrado la última campaña arqueológica, finalizada a principios de este mes de noviembre. Este anónimo individuo disfrutó de un pequeño lujo que debió ser muy reconfortante en los inviernos del norte peninsular; además de encontrarse varias teselas muy deterioradas, los arqueólogos han podido identificar con claridad un hipocausto, por lo que contaba con casi total certeza de unas termas privadas

Este conjunto de mansiones palidece con la que se conoce en la Llanuca, construida en los primeros momentos de la ciudad. Rodeada de columnas, contaba con unas complejas instalaciones termales para su disfrute privado. En esta vivienda ajardinada, ideal para vivir a orillas del Mediterráneo, sus moradores terminaron arrepintiéndose y cerraron el espacio entre columnas, probablemente tras una temporada en la que el viento y la lluvia los golpearon con furia.

No todos los habitantes de la ciudad gozaban de lujos similares. En contraste, se ha localizado un barrio residencial. Sus vecinos, dedicados al cultivo de cereales o a la cría de ganado, habitaron en casas más pequeñas siguiendo la tipología de las antiguas viviendas de los castros cántabros. Levantadas con cimientos de piedra, sus paredes de adobe y sus tejados de madera, paja o teja se perdieron con el paso del tiempo. 

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El foro

Un visitante, tras ser recibido por esta muestra de clases sociales, se encontraría de frente con su foro y podría protegerse de la lluvia en los portales del decumano hasta llegar a la parte predominante del municipio, el lugar donde intentaría aclararse con los funcionarios de la administración. Si su problema era legal como un impago o algún desacuerdo grave con sus proveedores, debía recorrer casi 200 kilómetros hasta la capital judicial de la provincia situada en Clunia. 

Si el comerciante era piadoso, antes de emprender este largo viaje hacia el interior de Hispania haría alguna ofrenda en el pequeño templo de Júpiter, del que apenas se conservan unas pocas ruinas en Julióbriga. Esta modesta ciudad, de una extensión de 20 hectáreas, apenas se ha excavado un 5 o un 10%. Muchos edificios siguen ocultos bajo tierra, recibiendo especial atención de los arqueólogos de la Universidad de Cantabria el delimitar el foro y sus alrededores, ocultos en la actualidad por una iglesia. 

Cuando el sitio fue devorado por el olvido y el expolio, la ciudad de los vivos se transformó en una ciudad de muertos. Mientras que no hay ni rastro del cementerio de época romana, entre las ruinas y los restos del foro, en algún momento poco después de las invasiones bárbaras, los habitantes de la región fueron enterrados al calor y la piedad de una ermita cristiana. De este primer templo tampoco queda rastro y se presupone que, sobre ella, se levanta la actual iglesia románica de Santa María de Retortillo, construida en el siglo XII, cuando Roma y su modo de vida no eran más que un lejano recuerdo.