Pedro J. Ramírez, director y presidente ejecutivo de EL ESPAÑOL, durante su discurso en la fiesta del décimo aniversario de EL ESPAÑOL.

Pedro J. Ramírez, director y presidente ejecutivo de EL ESPAÑOL, durante su discurso en la fiesta del décimo aniversario de EL ESPAÑOL. Guillermo Gutiérrez

Eventos LA FIESTA DEL X ANIVERSARIO DE EL ESPAÑOL

Fiestón de la década en el Palacio de Cibeles al estilo Truman Capote: un pacto por la elegancia (política) y por el idealismo

Lo más granado del país se reúne con el holograma de Pedro J. Ramírez en una francachela política, social y cultural que mira al futuro… porque es nuestro.

Más información: La fiesta de los mil leones: El Español cumple 10 años como líder absoluto y reinventando el futuro del periodismo

Publicada
Actualizada

Las mejores fiestas de la historia son un misterio y esa es precisamente su gracia: su cosa opaca, su nebulosa, sus secretos.

De las mejores fiestas de la historia sólo tenemos una cosa clara: que no fuimos. Pienso en aquel cumpleaños loco de Dalí, cuando sopló 39 y llevó a un elefante vivo a su fiesta, por aquello de que la vida tuviese el detalle de intentar copiar el surrealismo de sus cuadros.

O en el ‘Black and white’ de Truman Capote, la francachela más sublime en varios siglos: cuentan que el divertidísimo y pérfido autor de Desayuno con diamantes decidió celebrar una orgía de máscaras en el Hotel Plaza de Nueva York, en el año 1966, con Frank Sinatra, Greta Garbo, Oscar de la Renta, Andy Warhol (que se negó a ponerse careta porque aseguró que él la llevaba de serie), Mia Farrow, Henry Fonda o Lauren Bacall. Casi nada.

Vídeo | EL ESPAÑOL celebra sus 10 años con una gala especial en el Palacio de Cibeles de Madrid: así han sido los momentos más destacados José Verdugo Edición

El escritor se pasó tres meses elaborando la lista de invitados, tachando y poniendo, dulce y cruelmente… sabiendo que eso aseguraría la entrada en el cielo (que es el infierno) de cada uno de ellos… o la caída al peor de los lugares: la indiferencia social.

El menú (espaguetis con albóndigas, salchichas, huevos y pollo) se sirvió pasadas las doce de la noche, una vez que todo el mundo había tonteado y charlado entre sí. ¿Quién necesita caviar o langosta cuando tiene a la fuerza artística del mundo, a la gracia universal, bailando en el centro de su pista? A medianoche, la siguiente orden fue quitarse las máscaras. Y a jugar.

Lo que no se sabe es cuánto duró el jolgorio: sólo cayó el dato de que uno de los invitados de la fiesta acudió tres días después a un programa de televisión… con el mismo traje y la misma máscara.

Nosotros no somos tan malos: mañana hay que rendir para seguir dándoles a ustedes lo mejor que tenemos. Pero déjennos jugar un poco, que celebramos diez años como periódico, como artefacto intelectual. Diez años de lucha que nos han hecho líderes. Líderes de la información, del análisis, de la opinión… y de las fiestas, ¿por qué no?

La fiesta es política. La fiesta siempre es contra los cutres, contra los envilecidos, contra los mentirosos.

La fiesta es patrimonio del contrapoder: la fiesta es nuestra, de los que no tenemos nada que esconder. Decía John F. Keneddy que “en tiempos de crisis, los hombres de buena voluntad y generosidad deben ser capaces de festejar”. Ah, nuestro rollo. Y el de Pedro J., que ha reunido esta noche en la galería de cristal del Palacio de Cibeles a lo más granado del panorama nacional para que demostremos lo que sabemos hacer… en un evento que amenaza inolvidable y que emula al amigo Capote allá donde esté.

El espacio es espectacular (la grandeur se nota, se siente), rugiendo en el corazón de la ciudad, junto a Cibeles, centro neurálgico de los acontecimientos, del tráfico, de la vida: es decir, donde nos gusta estar, donde tenemos el deber de estar.

La sensación es que esta noche la vida arranca aquí. En la cristalera del lejanísimo techo se ven las estrellas de Madrid, que son el reflejo de nuestros semáforos (nuestros únicos astros posibles). Las luces azuladas dan sensación de ensueño. El dresscode es “future chic”, cosa que se presta mucho a la poesía. Los camareros y las camareras, que son monísimos (¿de dónde los sacan?, ¿por qué no te los encuentras en el Mercadona ni en Malasaña a la hora de la verdad?), visten pajaritas con luces de león, con LED, y todo esto se parece mucho a un sueño raro, lisérgico.

Cuando te dicen “future chic” no sabes por dónde empezar. ¿De qué va el futuro, si no es de la incertidumbre? El futuro va de la IA. Va de espabilar. Va de la esperanza. Va de una democracia más sólida y más limpia de la que podamos formar parte nosotros, como periodistas, como observadores de España y sus cuitas y sus glorias.

Pero el futuro también va de saltar desde un presente sólido, y el presente sólido lo hace la gente de la que te rodeas.

Hoy, por ejemplo, nos acompañan José María Aznar y Ana Botella, Isabel Díaz Ayuso, Alberto Núñez Feijóo, Joseph Oughourlian y Pilar Gil (presidente y vicepresidenta de Prisa), José Antonio Sánchez (editor de El Confidencial)… y Susanna Griso, Sandra Golpe, Nacho Abad, Ana Rosa Quintana, Manuel Díaz el Cordobés, Marta Flich, Fiona Ferrer, Susana Griso, Félix Revuelta, Christian Gálvez, Carmen Salamero. Todos, están todos. Es como volcar lo mejor de la vida social, política y cultural de España en una fiesta.

Todos bajo el destello del enorme león que se proyecta en una de las gigantescas paredes del palacio de Cibeles: se va dibujando trazo a trazo, así como ha sido nuestra construcción, nuestra creación, nuestra consolidación, nuestro gran desafío. Diez años para pintarnos como medio. Nos parecemos a esa ilustración. Es sencilla y consistente, con un trazo de niño que se hace eterno, que trasciende.

¿No decía eso Picasso? Que tardó unos pocos años en pintar como Miguel Ángel, pero que se tarda toda la vida en pintar como un crío. Nosotros queremos de esa mirada limpia y vanguardista de los niños, de esa mirada incorruptible que no se debe a nadie. Esa mirada quijotesca. Esa mirada hacia adelante: hacia el futuro, sea más o menos chic.

Mola el runrún de la música (volaré, oh, oh, oh, cantaré, oh, oh, oh), molan las conversaciones de la gente. Aquí no hay guerracivilismo, aquí no hay dos Españas, (hay una por cada español, qué alegría).

Es nuestro cumpleaños y nos hemos puesto guapos. Recuerdo que el compositor John Williams decía: “Habla inglés, besa como un francés, conduce como un alemán, viste como un italiano, gasta como un árabe y festeja como un caribeño”. Me hace sonreír. Yo añadiría: “Sé igual de indomable que un español”. Sé igual de ingobernable. Eso nos dijo Amadeo I de Saboya cuando no nos aguantaba más. Jajá.

El alcalde de Madrid, Almeida, abrió boca cogiendo el micro porque para algo estábamos en su casa: “¡No me importa que ustedes no me quieran escuchar… lo entiendo, con el ambientazo que hay en la fiesta de EL ESPAÑOL! Esta es la casa de todos los madrileños: el palacio de Cibeles”. Celebró que fuésemos líder de comunicación en España y subrayó la “obligación de todos, la obligación ética, con la democracia”.

Y continuó: “Tenemos que preservar nuestro sistema, nuestro modelo de convivencia constitucional. Y para eso, los medios de comunicación son esenciales. Felicito a EL ESPAÑOL por el goce de salud que tiene, por su presencia en la conversación pública y por haber generado tanto y tan buen debate en el Wake up Spain, que levantaron hace apenas cinco años y hoy se ha convertido en una referencia imprescindible. Gracias por dejar que sepamos la verdad”, culminó.

Cruz Sánchez de Lara, vicepresidenta ejecutiva de EL ESPAÑOL , espectacular con un vestido blanco nuclear de Pilar Dalbat, celebró “lo que hemos construido” pero también “EL ESPAÑOL del futuro”, y nos preguntó en voz alta si habíamos visto a Pedro J. Ramírez… y de golpe se nos apareció el jefe en forma de holograma, como si no tuviéramos bastante con uno. ¿Está montando este hombre un ejército? Ya estamos todos destruidos, se lo aseguro.

“No está mal aparecer de la nada cuando tantos han querido verme desaparecer”, guiñó, atinadísimo. “Cuidado, porque la tecnología permite al poder controlarnos mejor”, dijo el holograma del jefe. “Toda esa legión de funcionarios, de altos cargos… me hubiera gustado invitar a los mil de la Moncloa para que vinieran hoy a la fiesta, pero no habría cabido nadie más. Quizás hubiese sido mejor que viniese su jefe o que hubiese mandado a uno de sus veintitantos ministros”, sonrió en digital, idéntico al auténtico, sólo que eterno…

“¡Pero están ocupadísimos con la reelección! El otro día alguien se molestaba por lo que dije en El Hormiguero, lo de ‘prohibido perpetuarse en el poder’. ¿Por qué le molesta tanto a Pedro J. que alguien permanezca 13 años en Moncloa si él lleva 45 como director de periódicos?, se preguntaron”, rió. “Hombre: la respuesta está en el pluralismo. En el periodismo hay muchas manos. No hay tanto poder en unas solas manos como ocurre en la política”, alicató.

Ay. El holograma de Pedro J. nos vigila como el propio dios. El real también tenía cosas que decir: “Pero no hemos venido a hablar de él ni de ellos… sino de nuestro león, que ha sido universal, inteligente, innovador, indomable, combativo… plural, ecuánime, y, sobre todo, valiente”.

Pidió el jefe un pacto de Estado por la elegancia política. “El futuro de la humanidad será elegante o no será. Y no me refiero a la elegancia en la forma de vestir, sino a la elegancia interior, a la elegancia en la conducta y las costumbres. Ortega lo resumía en el sentido de la contención humana. Ser fuego pero parecer alabastro”.

Me recordó a aquello que decía el rapero Kase O.: “Has de saber cuál es mi fórmula secreta. Cuido mi gramática más que mi etiqueta”. Pues eso.

Ayuso se despidió de las charlas dando la bienvenida al disfrute de los asistentes, celebrando la libertad y recordando que vivimos en uno de los mejores países del mundo, o, al menos, en uno de los más alegres. Ahora bailaremos canciones míticas y no contaremos a nadie lo que suceda... pero les aseguro que nos portaremos bien. Ya lo dice Pedro J. Ramírez en cada evento nocturno: “Mi recomendación es no acabar una fiesta al día siguiente del que ha empezado”. Háganle caso. Feliz década, y a por la que viene.