El expresidente del Senado Juan José Laborda recibe a EL ESPAÑOL en su casa.
Juan José Laborda: "Claro que Sánchez debería dimitir... de los cuatro del Peugeot, tres ya han pasado por ‘la perrera’"
"La amnistía sólo tiene una explicación: siete votos. Ese hecho es demoledor".
"Las manifestaciones contra el Supremo tienen un cierto perfume de coacción".
"Me parece increíble que el PP no suba a la tribuna y diga con claridad que, aunque pierda la moción de censura, esta situación no puede seguir así".
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Juan José Laborda (Bilbao, 1947) fue presidente del Senado (1989-1996), senador del PSOE por Burgos desde 1977 hasta 2004 y, hasta hace sólo dos años, miembro del Consejo de Estado.
Quizás por eso mantiene aún ese aura de senador, no en el sentido actual, sino en el clásico: en el etimológico, de persona mayor y respetable, y en el romano. Un hombre con amplios saberes, doctor en Historia y amante de la filosofía.
Este histórico socialista no tiene toga, ni falta que le hace. Hace unas semanas, el Congreso organizó un acto con los Reyes y varios intelectuales como ponentes, y allí estaba Laborda.
Esa misma vitalidad le llevó este jueves a asistir al homenaje a Javier Lambán en el Senado.
Cualquiera diría que este martes le operan de un hombro que le obligará a guardar reposo durante unas semanas: él sigue produciendo y pensando sobre el futuro de la democracia y el papel de las Cámaras legislativas.
Hace unos días fue uno de los ponentes del acto de 50 años de Monarquía en el Congreso. Acabó su intervención con un alegato, pidiendo “por favor” a los “señores del Gobierno y de la oposición” que “hagan punto y aparte” y dejen la Historia a los historiadores.
Usted es doctor en Historia. ¿Hasta qué punto le preocupa que la Guerra Civil y el Franquismo estén a diario en el debate político, 50 años después de la muerte de Franco?
La sustitución de la de Historia por la memoria histórica es algo común en todos los países occidentales.
Después de la caída del Muro de Berlín, la Historia ha quedado devaluada.
Desde ese momento, hay un intento de justificar la nueva situación, es decir, un adanismo (“Antes de nosotros no hubo nada”), que lleva a este tipo de errores desde el punto de vista no científico, que lo es, como decía Santos Juliá.
Hace 30 años, la Historia tenía un enorme prestigio. Se usaba en el debate político e intelectual. Hoy en día, en vez de dar importancia a la Historia se da importancia a la memoria.
La Historia es relativa, como cualquier ciencia. En cambio, la memoria es imprecisa, personal y fácilmente manipulable, sobre todo cuando encuentra una plataforma en el poder político. Esta situación es común en todas partes.
Otro de los participantes en aquel acto, Fernando Ónega, se preguntó a raíz de su intervención: "¿Por qué aparecen más símbolos de rencor entre los jóvenes de hoy que entre los que hace menos de un siglo se mataban entre sí?"
Porque no se conoce la Historia. La memoria histórica falsifica enormemente las ideas del pasado. Además, está protocolizada a través de las leyes.
Mientras la Historia hecha por los historiadores es como cualquier otra ciencia social. Es decir, es científico aquello que puede ser demostrado.
Y luego está la juventud que se relaciona con medios de comunicación instantáneos, como internet, que aceptan plenamente visiones simplistas en lugar de formarse y leer muchos libros, que es mucho más complejo.
Fíjate que nuestra sociedad, la Occidental, se basa siempre en un libro.
Armengol no nombró ni una sola vez a Juan Carlos en aquel acto. Hace cinco años usted promovió un manifiesto: "Si sus acciones pudieran ser merecedoras de reprobación lo decidirán los tribunales de justicia. Pero nunca se podrá borrar la labor del Rey Juan Carlos en beneficio de la democracia y de la Nación, so pena de una ingratitud social que nada bueno presagiaría del conjunto de la sociedad española".
No creo que las palabras de la presidenta del Congreso puedan erosionar la realidad histórica de un reinado.
En mi discurso repasé el momento cero de la Transición española, que dio origen al consenso, a la ley y a la Constitución.
Hay dos elementos clave. El primero, muy valioso, es el pueblo español. Pero otro factor, lo dije claramente, era Juan Carlos I.
En el año 61, Juan Carlos era un joven estudiante que en Madrid, tutelado por el general Franco, se dio cuenta entonces que lo que unía democracia con monarquía era Europa como idea universal.
Por cierto, ¿qué le pareció el acto? Algunos asistentes criticaban la “cero solemnidad” del acto con la Familia Real ocupando los asientos de Nogueras y Aizpurúa en una sala secundaria, donde se celebra la diputación permanente
No entro a juzgar. Si hubiera sido presidente, seguramente hubiera elegido otro ámbito.
Ahora bien, tiene cierto sentido porque es la sala constitucional, donde están los retratos de los siete ponentes. Era un espacio más bien sobrio pero sí tiene resonancias. Lo importante no es el espacio, sino lo que se dijo.
También es importante quién estuvo allí, incluso por las ausencias.
Algunos creyeron que habían hecho una gran hazaña y lo propagaban a los cuatro vientos
No iban porque, dicen, “la monarquía es heredera del franquismo”. O “no vamos, porque no estamos de acuerdo con un gobierno corrupto” (Se refiere a Podemos, Sumar y Vox).
Juan José Laborda, expresidente del Senado, durante la entrevista con EL ESPAÑOL.
Eso es una visión gallinácea. Yo estoy orgulloso de que me invitaran a participar y por eso fui.
Frente a la teoría, digamos bobalicona de que la Transición y la democracia fue obra de todos los españoles y nada más, yo reivindico que la Transición es una dialéctica entre el pueblo y el rey .
¿Qué ocurre? Contra lo que parecía que iba a ser lo normal, que el rey iba a ser continuador del Caudillo, desde el momento cero el Juan Carlos I renuncia a su poder y eso va a impulsar un cambio profundísimo dentro de la sociedad española.
Este jueves usted reapareció. En su vieja casa, el Senado. Homenaje a Lambán. Muchos socialistas históricos pero nadie del Gobierno, ¿le sorprendió?
Me dijeron que Pilar Alegría se había excusado ante los organizadores porque tenía unos compromisos y que había estado especialmente cariñosa o emocionada porque tenía mucho respeto por Lambán.
Lo demás, todo son opiniones. La verdad, no sé donde están.
En cambio estaba Feijóo
Sí, por la misma razón. La opinión de Feijóo le llevó a ponerse a la sombra de un acto que había organizado una fundación que se llama Fernando de los Ríos.
Vayamos a los discursos. Felipe González señalaba lo grave de seguir en una prórroga presupuestaria y que el Gobierno le reste importancia diciendo que depende de Puigdemont. Usted estuvo en el Consejo de Estado, ¿cómo es posible que el Ejecutivo no consiga aprobar unos Presupuestos y se mantenga?
Es la quintaesencia de lo que estamos viviendo.
Primero, no hay gobierno de coalición, es un gobierno de añadidos. Cada uno de los que apoyan al Gobierno, estando dentro o fuera del Ejecutivo, lo hace por puros intereses electorales propios o privados.
Segundo, en el origen, el Parlamento surge del presupuesto. O sea, en la Inglaterra del siglo XVII, cuando los parlamentarios de la Cámara de los Comunes le dicen al Rey: “No impuestos, sin representación”.
Es decir, a cambio de que su opinión sea tenida en cuenta, los diputados le aseguran al Rey que aprueba los Presupuestos: “No taxation, without representation”.
Por lo tanto, estamos asistiendo impávidos a una alteración de la lógica democrática.
¿Cómo puede ser que tengamos prorrogados los presupuestos de la anterior legislatura?
Recuerdo perfectamente el último año del Gobierno en el que fui presidente del Senado.
Cuando Jordi Pujol nos anunció que dejaba de apoyar los presupuestos, Felipe González dijo claramente a la opinión pública que iba a disolver el Parlamento en cuanto que se terminara de aprobar el Código Penal. Y así se fue.
Todo el mundo entendió que era así. Lo que ocurre ahora es el déficit del respeto a las normas y la democracia, y las leyes son normas. Eso lleva a que la gente mire para otro lado.
Me parece increíble que el PP, por ejemplo, no suba a la tribuna y diga con claridad que, aunque pierda la moción de censura, esta situación no puede seguir así.
Esta situación de que no se aprueben los Presupuestos es la radiografía de la pérdida de importancia del Parlamento en España. Y hay que tener en cuenta que nuestro Estado se denomina monarquía parlamentaria.
La última bala de Sánchez para alargar la legislatura es lograr que Puigdemont pueda volver amnistiado a España a principios de 2026, con la esperanza de recuperar a Junts. ¿Qué le parece?
Me produce aflicción, no de incredulidad porque ya me acostumbré a todo.
La sentencia del Tribunal Constitucional, de este pasado verano, validando la ley de Amnistía me produce estupefacción porque técnica y jurídicamente, la ley no hay por dónde cogerla, por mucho que lo diga el Tribunal Constitucional.
Es verdad que nuestra democracia no es militante, entre otras cosas, porque nuestro Jefe del Estado es el Rey y siempre tiene una actitud de amistad con todas las ideas. Pero la Constitución claro que es militante.
Entre otras cosas, porque en el debate constituyente se rechazó que apareciera la amnistía entre los títulos de la Carta Magna.
Pero, lamentablemente, el argumento principal que no se confiesa es que esta ley sólo tiene una explicación: siete votos. Ese hecho es demoledor.
Felipe González también mencionaba la reunión de Sánchez y Santos Cerdán con Otegi que adelantó EL ESPAÑOL, y que han confirmado tanto Koldo García como José Luis Ábalos. ¿Qué le parece?
Las opiniones de Koldo y Ábalos no me merecen ningún crédito.
Si eso es verdad, pues es otra más, pero no me atrevo a decir que eso sea cierto.
Casi a la misma hora, en una vistilla, el juez decretaba el ingreso en prisión de Ábalos. El segundo secretario de Organización de Sánchez encarcelado en menos de seis meses. ¿Es sostenible la situación?
Hace años, había un socialista mayor en Eibar que se llamaba Benigno Bascarán.
Había sido un socialdemócrata en la II República y los jóvenes socialistas de la zona norte de España, yo desde Burgos, íbamos con frecuencia a charlar con él.
Era una persona mayor y, como tal, era más bien un moralista y nos decía lo siguiente: “Compañeros, elegid a los mejores y vigiladlos como si fueran ladrones”. Eso es el control.
El expresidente del Senado Juan José Laborda, durante la entrevista con EL ESPAÑOL.
Ahora no sabemos de dónde puñetas sale el dinero. Y luego está que las primarias generan un poder monárquico, en el sentido etimológico: “único poder”.
¿Qué ocurre? Pues que fácilmente los desaprensivos, los que van a la política para prosperar, en lugar de encontrar satisfacción en hacer el bien común de los de los ciudadanos, están a la orden del día.
Lo que pasa es que el Gobierno de Sánchez y el partido que ha creado Sánchez suponen un acelerón en el tiempo.
De los cuatro del Peugeot, que tres hayan pasado por “la perrera” indica claramente que la aceleración de los desastres es cada vez más grande. Y al final es una hecatombe.
Usted vivió el tardofelipismo como presidente del Senado. Hay quien compara la situación actual con la de aquellos años, pero nunca se encarcelaron a dos secretarios de Organización del PSOE: fue un director de la Guardia Civil, un secretario de Estado y un ministro del Interior .
Sin embargo, Sánchez dice que va a acabar la legislatura y Felipe en 1993 convocó elecciones tras estallar el 'caso Filesa'.
Lo que sucedió en los años finales del Gobierno de Felipe González es también consecuencia de la falta de control.
En aquel momento, Felipe González era producto de la Transición. Y su poder era un poder carismático. Como lo era el poder de Suárez, de Pujol, del rey Juan Carlos, porque su poder había surgido antes de la propia Constitución.
Pero la democracia es un conjunto muy plural y no se puede dominar desde una sola persona. Se tiene que dominar a través de instituciones.
No fuimos capaces de pasar de un poder partidario carismático a un poder partidario racional.
La locura es que todos los partidos políticos en España, y en gran medida el resto de los países occidentales, sigue teniendo un déficit de control.
Ese es el problema que tenemos encima. El mundo de los partidos es una cosa absurda. Una antigualla.
Y a todo esto tenemos un choque con el Supremo, ministros alentando manifestaciones por la sentencia contra García Ortiz y Sánchez animándole a que recurra ante el Constitucional, convertido ahora en una suerte de tribunal de casación.
Un poco inaudito y frívolo. Habiendo sido ministro o fiscal, manifestarte como si fueses un ciudadano normal, me parece que tiene un cierto perfume de coacción.
¿Cree que el fiscal general del Estado debió haber dimitido antes de sentarse en el banquillo?
Yo creo que sí. Pero eso hay que aplicarlo a todos. Empezando por el presidente del Gobierno. Yo siempre comparo con lo más cercano, Portugal.
Cuando dos de los colaboradores del por entonces primer ministro portugués, Antonio Costa, fueron acusados por la Fiscalía de Portugal de haber hecho alguna maniobra no legal, le faltó tiempo para dimitir. Aunque luego fue una catástrofe para su partido, porque perdió las elecciones pero eso es la democracia.
¿Y Sánchez debería hacer lo mismo, dimitir?
Hombre, lógicamente. Yo no acuso a Sánchez de haber cometido actos corruptos, porque no hay ninguna prueba.
Pero políticamente, la culpa in vigilando, es muy antigua y que está dentro de los principios que son un avance en la moral de una persona comprometida con las instituciones de su país.
¿Qué le parece el enfrentamiento que se vive entre el Congreso, donde el Gobierno acaba de perder la mayoría, y Senado, donde el PP tiene mayoría absoluta?
No hay que desgarrarse mucho porque una Cámara se ponga frente a la otra. Es una de las posibilidades.
En política, hoy en día solo es auténtico aquello que resulta de un acuerdo.
En política todas las verdades son opiniones. Lo dijo Nietzsche. Y después de Nietzsche hay muchísimos autores que van en el mismo sentido.
Yo me sumo a los autores que creen que la democracia del futuro es de acuerdos.
Ante el desconcierto, la falta de seguridad, la incertidumbre que genera el debate político, donde no hay ninguna verdad, no hay donde agarrarse.
El expresidente del Senado Juan José Laborda, durante la entrevista con EL ESPAÑOL.
Frente a eso hay dos opciones. Una, el autoritarismo populista, pero el autoritarismo lo dirige el jefe, el poder, el Gran Hermano. Y el jefe se queda tranquilo porque la gente se deja sojuzgar por el autoritarismo.
La otra es la democracia representativa. Si sobrevive y se expande será a base de respetar la pluralidad, poniendo en el eje el acuerdo como forma más importante de resolver el problema.
El otro día Timothy Garton Ash dijo dos cosas importantes. Una: “la democracia está en peligro”. Dos, algo que me satisfizo: “tenemos que proteger las monarquías parlamentarias porque son los únicos jefes de Estado que están vacunados contra el populismo".
La última vez que Pedro Sánchez acudió a una sesión de control al Gobierno en el Senado fue el 12 de marzo de 2024 ¿Está ninguneando a la Cámara Alta?
Tengo una visión bastante personal, y que está apoyada en una lectura rigurosa de la Constitución: el Senado no tiene por qué repetir el control del Congreso.
El Senado tiene que transformarse para convertirse en una Cámara territorial que conecte las comunidades autónomas con el Estado.
Lo que no tiene sentido es el control al Gobierno. ¿Por qué? Porque el Senado no tiene ninguna relación con el Gobierno.
¿Y por qué ese cambio pendiente? Siempre se dice lo de la Cámara territorial, pero nunca se hace.
Muy sencillo, de una manera descarnada. Te lo digo con toda claridad: porque el poder político lo tienen los diputados y no quieren que haya un Senado que tenga una dinámica propia.
Y porque en el fondo, el problema territorial que tenemos en España no es un problema, digamos cultural, no es de diferenciación de una especie de naciones como nos hacen creer.
El problema que tenemos es un problema de los partidos políticos.
El problema catalán es un problema de los partidos políticos catalanes. Como fue un problema político, como el que tuvo el País Vasco en la época de Ibarretxe.
¿Cómo es la génesis del conflicto de Cataluña? Artur Más se encuentra con un problema y necesita un triunfo.
Y cuando fracasa, levantan el listón y pide a Mariano Rajoy un concierto económico. Pero era porque tenía dificultades: cada vez que disolvía el Parlamento catalán perdía diputados.
¿Hay alternativa a Sánchez en el PSOE? Cómo se imagina el postsanchismo?
Si alguien piensa que con unas nuevas primarias, surgirá otro líder, acertará a corto plazo pero a medio plazo irá a peor.
Un partido moderno es un grupo de personas que, pensando de manera diferente, son capaces de ponerse de acuerdo en torno a una oferta electoral a la ciudadanía.
Eso implica pluralidad, libertad de expresión, apoyar a los creadores y terminar con la idea de que el militante del partido o representante de partido es una especie de luchador.
Ahora se elige a los ministros porque son buenos legionarios, no porque saben algo.