TOMÁS SERRANO

Política CONGRESO

Sánchez y Feijóo rebasan el límite: nunca antes las 'primeras damas' fueron usadas como arma política

Diputados de PSOE y PP consideran que el tono "se ha ido de las manos", pero no tienen margen de maniobra ante sus líderes.

24 marzo, 2024 03:00

Desde la tribuna de prensa, lo más llamativo no fue que el presidente del Gobierno y el líder de la oposición se citaran a sus parejas para humillarse. Ni siquiera que Sánchez amenazara a Feijóo con que van a salir "más cosas" sobre Eva Cárdenas. Lo realmente indescriptible fue que, tras esa pelea de sábanas, los diputados de una y otra bancada estallaron en ovación.

Llevamos años –probablemente desde la irrupción de Podemos y Vox en el Congreso– escribiendo que el Parlamento se ha ido de las manos, que lo que allí ocurre es intolerable. Pero esta semana palpamos algo distinto. Al terminar la sesión de control al Gobierno, algunos diputados circulaban por los pasillos con cierto sentimiento de culpa. De vergüenza.

Galdós, siendo cronista en el Congreso y al contemplar escenas parecidas, llamó a los grupos parlamentarios "manadas de hombres que sólo aspiran a pastar del presupuesto". 

Un exministro de UCD confiesa su sorpresa al escuchar los nombres de las mujeres del presidente y el jefe de la oposición –Begoña Gómez y Eva Cárdenas– en el Parlamento. Lo compara con el día en que más desconcierto sintió en el escaño, el de la moción del PSOE a Adolfo Suárez.

Le parecieron terribles las palabras de Alfonso Guerra, "que hoy no merecerían ni un titular". Eran adjetivos contundentes, pero "siempre ceñidos al propio Suárez y a sus políticas". "Eso de las familias era una barrera infranqueable", remacha.

Este miércoles, María Jesús Montero dijo desde su escaño que Eva Cárdenas había conseguido subvenciones para la empresa en la que trabajaba gracias a la presidencia de su pareja. Era mentira. Poco tardó en rectificar el medio que lo había publicado.

En la bancada del PP, volvieron a acusar a Begoña Gómez de "conflicto de intereses", y aunque la oficina encargada de tales asuntos lo ha archivado, amenazaron con una comisión de investigación centrada en la mujer del presidente. De la primera dama del Gobierno a la primera dama de la oposición.

Un buen número de parlamentarios de PP y PSOE reconoce fuera de micro que el tono es más propio de un bar a punto de encender las luces en la madrugada que de un Parlamento. Pero se hallan presos de la dinámica instaurada por las direcciones de sus partidos. La Cámara está virando al bipartidismo habiendo absorbido las dos grandes marcas lo peor de los extremos.

Desde que se implantaron las primarias, el líder es líder supremo y controla la organización como si fuera un sindicato vertical. Resulta impensable que un grupo de diputados pueda abordar a su jefe para pedir mesura.

[Feijóo anuncia una comisión parlamentaria para investigar el caso de la mujer de Sánchez]

Aquí no estamos hablando de política, de gestión, o del devenir de las cosas realmente importantes, sino de la manera en el decir. Estando en la tribuna, un senador del PP al que llamaron "sinvergüenza" llegó a responder "por qué no bajan aquí y me lo dicen a la cara". Como invitando a una reyerta callejera.

Nos recordó a aquel día republicano cuando el presidente del Congreso, Santiago Alba, interrumpió un debate para pedir orden y el diputado José Antonio Primo de Rivera le contestó: "Señor presidente, lo que tiene que hacer usted es dejar que nos peguemos alguna vez". Acto seguido, José Antonio llegó a las manos con Álvarez Mendizábal.

Para no caer en el tópico según el cual "cualquier tiempo pasado fue mejor", conviene echar un vistazo al Diario de Sesiones. Se puede ser un buen periodista y dedicarle el tiempo que merece o se pueden leer las anécdotas que escribió Luis Carandell en "El show de sus señorías".

Principal conclusión: en el XIX y primera mitad del XX hubo mucha violencia física, ¡hasta duelos y bastonazos en los pasillos! Pero también mucha brillantez y mucha solemnidad. Fueron diputados Ortega y Unamuno. También llamaron analfabetos a sus oponentes, pero utilizando la máscara de la ironía; no como Bolaños esta semana, acusando literalmente al portavoz del PP de no haber leído en su vida.

En la República, se llamaba "jabalíes" a los diputados más duros. Una vez se los presentaron a Unamuno en el pasillo. Eran más o menos cinco. Don Miguel dijo: "No pueden ser jabalíes porque son animales solitarios. Si van en piara, son cerdos".

Con la Transición, se extirpó la violencia, pero se mantuvieron la brillantez –aunque en menor grado al de antes de la guerra– y la solemnidad. Carandell, el cronista, hablaba de "palabras rituales" y comenzó así una de sus crónicas: "Ya sólo se escucha el rumor de pasos, el leve batir de los asientos y las mesas plegables".

Había tanta "solemnidad" que la anécdota, cuando ocurría, cobraba un gran sentido. Hoy, las sesiones parlamentarias son una bolsa de anécdotas mediocres. No caben en un texto. La noticia sería la solemnidad, que sólo hemos conocido recientemente el día que juró la Constitución en el hemiciclo la princesa Leonor.

Los gestos

Hay cánticos, muchos golpes acompasados en el escaño, gestos... ¡Lo peor son los gestos! Las acusaciones en forma de mueca. Volviendo al XIX, sólo falta que las direcciones regalen pitos a los suyos para que se silbe a fulano, como se silbó a don Segismundo Moret, presidente del Consejo de Ministros. Es impactante que ningún diputado, ¡ni uno solo!, ni siquiera un miembro de los distintos cantones en que se ha dividido el hemiciclo, aproveche su minuto para pedir autocontrol.

Los parlamentarios siguen leyendo tantas citas como en la Transición. Se las buscan en internet sus asesores. A veces incluso se las buscan mal. Sánchez dijo en un acto que Machado nació en Soria y Feijóo confundió un original con una adaptación del cantautor Ismael Serrano.

El diputado Senillosa, en 1979, dijo: "Esto parece una casa de citas". Y sus señorías se partieron de risa. Como el día en que el presidente Peces-Barba le espetó al ministro Boyer: "No le funciona el aparato".

Podría valer esta cita para la semana que viene, de Ortega en 1931, siendo diputado. "Habla la masa encefálica", que le decía su adversario socialista Indalecio Prieto. Dijo Ortega: "Porque es de plena evidencia que hay sobre todo tres cosas que no podemos hacer aquí. Ni el payaso, ni el tenor ni el jabalí".

Las "cosas que no se pueden hacer" nos llevarían a un problema todavía mayor, que trasciende el del tono. Los diputados son incapaces de asistir a los plenos sin consultar continuamente el móvil, sin ver vídeos en las redes sociales. ¡Algunos hasta se ponen los cascos!

Pese a esa corriente nada desdeñable de diputados avergonzados, no parece que vaya a cambiar el clima. Las fuentes consultadas de más alto nivel en PP y PSOE conciben que su deber es responder con la contundencia que merecen las "acusaciones tan graves" del rival.

Cuando se escriben estas cosas, en uno y otro lado arrojan el calificativo de "equidistante", pero eso sólo ocurriría si lo que se estuviera evaluando fuera la razón en la bronca, quién la tiene. Y no se trata de eso, sino del decoro extraviado en las arengas.

Ojalá, como dijo Senillosa, el Congreso fuera "una casa de citas". Hoy es más bien una casa de... que lo diga un diputado.