Un fotograma de la película 'El Comensal', que llega a los cines el 27 de mayo.

Un fotograma de la película 'El Comensal', que llega a los cines el 27 de mayo. Mikel Larrea

Política LLEGA A LOS CINES

Javier de Ybarra, 'el comensal' que sigue en la mesa: cuando ETA asesinó al presidente de 'El Correo'

Llega a los cines 'El Comensal', dirigida por González-Sinde y nacida de una novela escrita por la nieta de Ybarra, empresario asesinado en junio de 1977.

23 mayo, 2022 02:54

Noticias relacionadas

Cuando apenas faltaban veinte días para las primeras elecciones de la Democracia, un comando terrorista –iban disfrazados de enfermeros– entró en el domicilio de los Ybarra (Guecho) y secuestró a Javier, padre de once hijos. Antes de llevárselo, lo colocaron en una cama junto a su prole y le hicieron una foto.

A uno de los etarras le sorprendió la habitación de uno de los chavales más pequeños. Estaba decorada con una ikurriña y el rostro del Che. "Qué sitio más agradable", dijo quien empuñaba la metralleta.

Camuflados en una ambulancia, en aquel vertiginoso 1977, ETA orquestaba uno de sus golpes más simbólicos. Llevaban consigo a Javier de Ybarra, considerado el ideólogo de Neguri y la oligarquía empresarial vasca. Exalcalde de Bilbao y expresidente de la Diputación. Miembro de la Real Academia de la Historia. Factótum del diario El Correo. Viudo, religioso, promotor de mil y una obras sociales.

Javier de Ybarra (1913-1977), empresario vasco asesinado por ETA.

Javier de Ybarra (1913-1977), empresario vasco asesinado por ETA.

De hecho, a partir de entonces, creció la llamada diáspora: languidecieron aquellas empresas impulsadas en común por varias familias de la burguesía. Unos marcharon de Bilbao, otros se quedaron. Todos centraron sus esfuerzos en sobrevivir.

El desenlace, como el resto de los 828 desenlaces diseñados por ETA, fue horrible. Tras no conseguir la familia los 1.000 millones de pesetas que se les requerían, los terroristas le pegaron un tiro a Ybarra y abandonaron su cadáver en el monte.

Javier, hijo del asesinado, contaría años después en Nosotros, los Ybarra (Tusquets) algunos datos que las autoridades políticas y mediáticas ocultaron a la población. Su padre fue torturado: no se le dio de comer durante el cautiverio. Lo tuvieron en un saco sin apenas moverse, por eso la autopsia descubrió un cuerpo llagado.

"No os preocupéis por mí. Yo estoy en las manos de Dios, perdono a los que me prendieron y pido perdón a quienes haya podido ofender. Ofrezco mi vida por la conversión de los pecadores", escribió Javier de Ybarra en una carta a sus hijos poco antes de que le quitaran la vida.

Javier de Ybarra sigue siendo, cuarenta y cinco años después, el comensal que se sienta a la mesa de sus familiares. Es invisible, pero está ahí y proyecta su sombra sobre los demás. Esa imagen tan potente, la del plato vacío y los cubiertos sin utilizar, fue alumbrada por su nieta, Gabriela Ybarra, en una novela que se llama precisamente asíEl Comensal (Caballo de Troya, 2015).

Y esa imagen está a punto de alcanzar la pantalla del cine, con una película que también recibe ese nombre y que dirige Ángeles González-Sinde. La exministra de Cultura, escritora y guionista, vuelve a ponerse detrás de la cámara quince años después. Ha rodado entre Pamplona y Bilbao.

Tráiler de El Comensal

Siguiendo el precepto de Tolstoi en Ana Karenina, podría decirse que todos los duelos de las víctimas de ETA son distintos, pero existe un andamiaje común que encapsula certeramente la figura del plato vacío, del silencio generado alrededor, de ese silencio que se impone la familia, pero también la sociedad. Hasta que todo estalla.

La particular combinación que elige la película para abordar una realidad común –es lo que sucede con las grandes novelas– anida en la unión de dos duelos: la joven protagonista afronta la muerte de su madre, enferma de un cáncer devastador. Y su padre, a punto de enfrentarse al mismo duelo, todavía no ha afrontado el que comenzó hace cuarenta años con el asesinato de su progenitor a manos de ETA.

¿Cómo seguir viviendo? Esa es la pregunta, incómoda y dolorosa, a la que se empuja al espectador. Cómo seguir viviendo cuando se muere una madre que parecía curada, cómo seguir viviendo cuando muere una esposa que parecía curada y todavía queda pendiente el duelo por un padre secuestrado, torturado y asesinado. Cómo quebrar el silencio. Cómo hacer memoria. Cómo respetar la memoria. Cómo volver a rozar la felicidad con las yemas de los dedos.

Y una de las grandes virtudes del largometraje pasa por no dar respuestas, por preguntar cada vez de manera más cruda y descarnada. Por medio, por cierto, de un reparto de altura. El trío protagonista lo forman Susana Abaitua –que acaba de interpretar a otra víctima de ETA en la serie de Patria–, Ginés García Millán y Adriana Ozores.

De pronto, ETA deja de matar y al hombre que no lleva escolta se le ha olvidado conducir el coche. De pronto, la nieta que no conoció a su abuelo asesinado comienza a alucinar y a ver encapuchados entre sus alumnos. De pronto, aparece un interés en consultar la hemeroteca. La nieta de la víctima pregunta y el hijo de la víctima, que es su padre, calla. Pero, ¿y si un día se produce ese diálogo?

El Comensal es el camino que va del silencio al diálogo. También el resultado de mezclar dos duelos que nada tienen que ver uno con el otro. Y ese sendero se presenta, tan solo, como uno de los caminos posibles.

La familia Ybarra –Arriaga en la ficción– acaba, o eso parece, por no incomodarse con el plato vacío y los cubiertos sin utilizar. La superación del duelo, puede pensar el espectador tras ver la película, no consiste en retirar ese plato, sino en ponerlo y quitarlo cuando uno desee.