En un Gobierno didivido, es el presidente el que manda. Y, como en las series americanas sobre la Casa Blanca, en las que no hay ni casting para encarnar a los secretarios de Empleo o de Transportes, poco importa lo que preparen los ministerios. Es el equipo de Moncloa el que no sólo traza la estrategia, sino el que la ejecuta.

Eso lo ha entendido Pablo Iglesias

Cuando Unidas Podemos negoció entre abril y septiembre de 2019 la coalición que nunca fue y que llevó a la repetición electoral, el empeño oficial era "evitar que haya dos gobiernos". Iglesias no quería ministros morados subordinados a los socialistas, y de ahí que rechazara las carteras que Pedro Sánchez le ofrecía, casi todas secretarías de Estado y direcciones generales desgajadas de departamentos preexistentes en manos del PSOE.

Pero el líder morado es camaleónico, y se adapta. Según su entorno, el estratega jefe de Podemos, Juanma del Olmo, entiende que la política es "un entramado de marcos comunicativos" sobre los que trabajar para "transformar la sociedad".

Y si fue capaz de hacer tragar a su clientela una vuelta de calcetín tan radical como la de hacer campaña "Constitución en mano" después de haber eclosionado sólo tres años antes a base de querer "hacer saltar el candado del 78"... una vez agarradas las carteras, Iglesias aprovechó la idea, asumiendo como propia la estrategia de dos gobiernos. Y, como en el mus, subió la apuesta con la táctica de las dos coaliciones.

Las dos coaliciones

Cada lunes, en maitines -ante los y las líderes socialistas-, el vicepresidente segundo marca en alto su territorio... el que ha arrancado tres o cuatro días antes, en sus almuerzos mano a mano con Sánchez de los jueves o viernes. Y cuando hay conflicto, le recuerda a Sánchez que si el presidente es el que manda, es porque el vicepresidente quiere, con sus 35 diputados bajo el brazo.

...que ahora son 53, porque le ha sumado los 18 de Esquerra (13) y Bildu (5).

En 2021, España tiene Presupuestos por vez primera en cuatro ejercicios. Será el Año I después de la pandemia -si las vacunas funcionan- y, sobre todo, el Año I del cambio de régimen.

El techo de gasto ha subido más de un 50%, porque la Unión Europea ha levantado las barreras, María Jesús Montero ha eliminado las reglas fiscales, y el coronavirus lo pide.

Hay un Ingreso Mínimo Vital, que Unidas Podemos y sus nuevos mejores amigos de Esquerra y Bildu horadan poco a poco para convertirlo en renta universal.

Se han prohibido los desahucios, los cortes de suministros... y hasta los despidos se eliminaron durante los peores meses de la pandemia.

"¿Quién se va a atrever a quitar tanta subvención y subsidio, tantas pagas y prestaciones?", se preguntaba un diputado popular el último día antes de levantar las sesiones por Navidad. "Lo que están haciendo es preparar la profecía autocumplida".

Pero si en el PP creen que -una vez más- heredarán un país en bancarrota, el día que lleguen a Moncloa, en Unidas Podemos no trabajan para eso. Sino para que nunca más ocurra -en la medida de lo posible- que las derechas gobiernen.

Los morados quieren que la profecía se autocumpla en bucle: "El PSOE tiene tendencias liberales que, menos mal, nosotros compensamos", explican cada vez que tienen ocasión los dirigentes morados.

"Y no ha habido nada mejor que el empeño de Calviño en conservar a Ciudadanos", añaden, "para demostrar que ésos que las derechas llaman 'los golpistas y los de ETA' son la mejor manera de que este Gobierno haga políticas de izquierdas".

¿La política son hechos?

Mientras, en el edificio donde trabaja Calviño, reina otra máxima, la de que "la política son hechos". Y que eso es lo que cuenta: Iglesias no pintó nada en la fusión de Bankia y CaixaBank; los Presupuestos no incluyen sus reivindicaciones "extemporáneas" de subida masiva de impuestos; y se prohíben los desahucios pero se compensa a la banca y a los grandes fondos por las hipotecas y las rentas impagadas.

En el lado podemita conceden eso, y recuerdan que nacieron "como un instrumento de cambio", por lo que siguen adaptándose al medio: por un lado, en la acción, olvidan el objetivo de "la guerra" y concretan sus batallas; y por otro, en el mensaje, aplican la táctica de la doble coalición, y siguen logrando que todo lo que suena a PSOE -al menos, en comparación con ellos- tenga ecos de "prudencia, estabilidad, coherencia"... es decir, para su público, de "viejo régimen del 78".

Y todas las veces que Sánchez necesita calmar las aguas en el Consejo de Ministros se le presenta en los titulares "cediendo" al radical Iglesias. Es decir, que este decreto de aquí, o este otro de allá, "no es cuestión de suerte, sino de cabezonería" y que sin Unidas Podemos no habría gasto social y ganarían "los de siempre".

Trascender

Un Gobierno siempre desdibuja al partido que lo sustenta. Y más si son dos formaciones distintas. Bastante trabajo supone manejar los mensajes de los ministros y los grupos parlamentarios como para mantener vivos mediáticamente al PSOE y a Podemos, cuyos logotipos se han convertido en meros sellos sobre el papel -enmiendas, manifiestos o proposiciones de ley- para certificar políticas

Desde su constitución, hace ahora un año, el Gobierno tiene dos partes; una con más peso que la otra, en cantidad de ministros y calidad de ministerios. Pero con la misma ambición de trascender en la "gran transformación modernizadora" o la "nueva transición democratizadora" -según el dueño de las comillas sea el presidente socialista o el vicepresidente morado- que "necesita España".

Ambos quieren trascender porque ambos temen al socio y rival. El PSOE, a un populista, ambicioso y mediático que más que liderar lleva colgando de sí un tropa de oradores cortados por su mismo patrón. Y que tiene una capacidad de movilización de masas en las calles que nadie había labrado en las últimas dos décadas -desde la caída de Aznar tras la guerra de Irak y los atentados del 11-M-. Además de una atención mediática -para bien y para mal- que le hacen ocupar más espacio relativo en las portadas que el que indica su verdadero peso electoral.

Y Unidas Podemos, claro, busca trascender a la maquinaria de poder de Moncloa. Los morados son conscientes de que, al menos en las anteriores experiencias de coalición -a nivel local y autonómico-, la formación más pequeña de la alianza es la que siempre sale perdiendo. El líder del gobierno siempre personaliza los triunfos, porque marca la agenda, y la inestabilidad es achacable -y por tanto, adjudicada- a los empeños del pequeño por sacar cabeza. Ésa es parte de la misión de Iván Redondo desde el despacho de jefe de Gabinete del presidente. 

Trascender significa capitalizar los éxitos. O lo que la izquierda -por cuya personificación compiten el líder socialista y el morado- entiende por tales. Y el primer año de gobierno de coalición se ha aliado con el coronavirus, Trump, China, Abascal, el brexit y los Bolsonaros que ayudan a tapar los crímenes y trapacerías de Maduro para generar la tormenta perfecta para Iglesias y su "cambio de régimen".

La epidemia mundial hunde las economías y ha forzado a la revisión del liberalismo con el que la Unión Europea respondió a la anterior -y muy reciente- gran crisis. Bruselas no sabe cómo lidiar con Boris Johnson y Podemos ya estudia cómo recuperar sus ideas pre-pandemia para capitalizar el descontento de los agricultores que no podrán exportar a las islas. 

Hay "comunistas en el Gobierno" y una extrema derecha poderosa en el Congreso por primera vez desde antes de la guerra, y la comprensión por parte de esa izquierda radical de que le conviene una doble coalición: la de gobierno para mandar hoy y la parlamentaria con los separatistas catalanes y vascos para asegurarse más mandatos.

Diferenciarse

Por eso, desde la misma promesa de los cargos, Iglesias inició una carrera por diferenciarse cada día. Un empeño estajanovista en horadar la roca e instalar la idea de que "un Gobierno avanza a base de presiones". Y que teniendo en cuenta que al PSOE éstas le iban a llegar "de los poderosos", haría falta que "los colectivos que nos han traído hasta aquí", es decir, al banco azul, "no nos abandonen, nos exijan, nos corrijan y nos sigan apretando".

la realidad es que, el paso de los meses -menos de los esperados, por mor de la pandemia-, "hay un enfrentamiento" entre los ministerios sociales y los económicos, que lidera Nadia Calviño. Y, como se repite en las filtraciones de Iglesias, "una vez más, ha tenido que llegar Unidas Podemos al Gobierno para que..."

Esta batalla, por ahora, la han perdido las fuerzas del PSOE. Los socialistas no han logrado en el año de Ejecutivo conjunto -ni en los dos y medio desde que ocuparon la Moncloa- deshacerse del papel de establishment en el que los coloca la maquinaria propagandística morada.

Y estamos ante la pescadilla que se muerde la cola. Porque cuanto más se acerca el presidente -tendente a copiar conceptos y marcos dialécticos de Unidas Podemos- al discurso exitoso de su socio, más se exacerban dos efectos secundarios: por un lado, que más radicalmente a la izquierda se va Iglesias; y por otro, que más tira del freno de emergencia la vicepresidenta Calviño.

Dos consecuencias complementarias y beneficiosas para el vicepresidente, que juega con ventaja. Porque -aunque es la parte débil- domina el mensaje, maneja los marcos comunicativos y, consecuentemente, suyo es el campo de batalla.

Que el PSOE, 140 años después de su fundación, esté ensombrecido por la omnipresencia de Sánchez, supone una descapitalización por la izquierda. Que Podemos, que no ha cumplido siete desde su acto inaugural en el Teatro del Barrio no sea nada sin Iglesias, no es más que el cumplimiento de su destino de "partido instrumental".

Noticias relacionadas