El vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, en el Senado.

El vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, en el Senado. Efe

Política PODEMOS

Pablo Iglesias o todo por el poder: la transformación de un antisistema en un predicador

El vicepresidente habla a la oposición en voz baja y pausada, como si se dirigiera a pobres analfabetos a los que ha de instruir con paciencia y cariño.

24 mayo, 2020 02:52

Las manos en forma de cuenco y con las palmas vueltas hacia arriba, como a la espera de un chirimiri de gracia divina. El tono sedoso, casi opiáceo. El ceño, fruncido por el peso del destino. Los ojos, a media asta. El discurso, redentorista y providencial. Las reprimendas, condescendientes con los enemigos y paternales con los amigos

Podría ser el sermón de un predicador especialmente intenso o de un maestro de escuela rural de la España de la posguerra, pero es el teatro habitual durante las intervenciones de Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados. Unas intervenciones de fondo frecuentemente ofensivo, pero casi siempre lánguidas en las formas. 

El vicepresidente segundo del Gobierno no siempre ha hablado así. Iglesias ha acentuado la teatralización de sus intervenciones con el paso del tiempo, atenuando el tono mucho más excitado, de activista antisistema, de sus inicios en la política.

Pero su tono, que algunos en el Congreso de los Diputados califican de "curil", ha alcanzado su apogeo durante la epidemia de Covid-19.

La puesta en escena de Iglesias, ya convertida en arquetipo del Congreso, sólo suele salir a relucir durante sus respuestas a Vox, PP y Ciudadanos. Cuando el líder morado responde a Bildu, ERC o cualquier otro partido del bloque de la moción de censura de 2018, su histrionismo inverso suele atenuarse de forma sensible.

"Su discurso moderado es más falso que el informe que cita el señor Sánchez de la Johns Hopkins", le dijo Teodoro García Egea a Pablo Iglesias hace dos semanas en el Congreso. El secretario general del PP le había preguntado al líder de Podemos por los datos de lo realizado por su Ministerio de Derechos Sociales, e Iglesias había respondido atacando a Ayuso por su apartamento.  

No era la primera vez que el secretario general del PP ironizaba sobre el tono santurrón de Pablo Iglesias. "Usted puede ponerme ese tono que suele utilizar, sereno y pausado, cuando quiere ocultar la verdad de lo que piensa. Ese tono pausado de no haber levantado el puño en su vida, de no haber roto un plato, pero que no se lo creen ya ni en Podemos", le dijo García Egea al vicepresidente el 29 de abril. 

Escenificaciones

La explicación más obvia a las escenificaciones de Pablo Iglesias es que estas pretenden transmitir una imagen más presidencial, menos beligerante, de un líder político del que no resulta difícil encontrar en internet vídeos en los que dice "emocionarse" con la paliza a un agente de la Policía Nacional o en los que argumenta que la dictadura socialista venezolana debería ser un "ejemplo" para las democracias liberales europeas

Pero la explicación podría no ser tan sencilla como esa. "Al contrario. Iglesias no está rebajando su agresividad. Es exactamente al revés", dice una experta en comunicación política en conversación con EL ESPAÑOL.

"Lo que está haciendo Iglesias es tratar con condescendencia a sus rivales políticos", subraya esta experta. Algo que parece encajar con el hecho antes mencionado de que Iglesias sólo utiliza ese tono con los partidos del bloque del centroderecha. Dicho de otra manera: Iglesias utilizaría ese tono sólo con los partidos a los que pretende atacar. 

"Uno sólo se enfada con aquellos que están a su nivel, con los que le pueden hacer daño" continúa esta experta. "Iglesias le habla a la oposición como si fueran pobres analfabetos a los que él pretende instruir con mucha paciencia y cariño, habida cuenta de las limitaciones intelectuales que les presupone. Les trata como niños pequeños. Hablando en voz baja, pausada, pidiéndole a Dios que perdone sus pecados porque no saben lo que dicen".

Forma y fondo

A diferencia de otros partidos, como ERC o Bildu, en los que fondo y forma suelen coincidir casi al 100%, en Pablo Iglesias forma y fondo caminan por senderos muy alejados el uno del otro.

Habría que rebuscar con saña en los diarios de sesiones del Congreso, sin embargo, para dar con un vicepresidente que haya insultado a la oposición con la violencia con la que lo ha hecho Pablo Iglesias durante los dos últimos meses. O que haya defendido desde el atril ideologías abiertamente totalitarias como el comunismo, aunque fuera con el subterfugio de halagar a aquellos que hicieron posible la Constitución del 78.

"Ustedes en esta Cámara hablan mucho de comunismo, y para mí es un honor representar a un grupo político dentro del cual hay un partido con casi cien años de historia, el PCE, que fue condición de posibilidad de la derrota de la dictadura, de la construcción de la democracia en nuestro país y de la Constitución del 78", dijo Pablo Iglesias el pasado 29 de abril en respuesta a la diputada María de la Cabeza Ruiz Solas, de Vox. 

"Ustedes son una formación de grandes apellidos y poca vergüenza", añadió luego. "Falsean títulos para ejercer sin poder hacerlo, no tienen más patria que su dinero. Ustedes, señoría, ni siquiera son fascistas, son simplemente parásitos".

En su siguiente intervención, Iglesias acusó a Vox de representar "el odio, la hipocresía y la miseria moral". Luego, amenazó de forma explícita al partido liderado por Santiago Abascal con la frase: "Les aseguro que España y nuestro pueblo, una vez más, como en el siglo XX, se quitará de encima la inmundicia que ustedes representan".

Reparto de papeles

La agresividad de Pablo Iglesias, aunque maquillada en sus formas, responde según algunos analistas políticos españoles a un nada espontáneo reparto de los papeles entre PSOE y Podemos.

De acuerdo a esa tesis, el PSOE se habría reservado –con las excepciones de Adriana Lastra, Carmen Calvo o Rafael Simancas– un papel netamente institucional.

Podemos habría quedado, en cambio, a cargo de la batalla ideológica en el terreno del populismo de extrema izquierda. Batalla que estarían librando hoy líderes como el mismo Pablo Iglesias, pero también Irene Montero o Pablo Echenique.

El acuerdo tendría además la virtud de permitir a ambos partidos conservar su ascendiente sobre sus respectivos nichos electorales. Más socialdemócrata, el del PSOE. Abiertamente populista, el de Podemos. En caso de ruptura, ambos partidos podrían defender la idea de que ninguno de ellos se ha dejado 'contaminar' por su socio.

Y de ahí la manga ancha con la que el PSOE ha respondido a las frecuentes salidas de tono del vicepresidente. Por ejemplo, cuando Iglesias amenazó a Ayuso con no recibir ayudas si no 'valoraba' una alternativa a las pizzas.

O cuando Podemos atacó al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) por llamar la atención a Iglesias a raíz de sus críticas a la condena de Isa Serra. 

O cuando Iglesias pidió que "la ultraderecha mediática y política" no forme parte de la sociedad

O cuando Iglesias se la jugó a Sánchez y anunció una renta mínima temporal a espaldas del presidente

Con Bildu

El tono de Iglesias, sin embargo, suele cambiar por completo cuando se dirige a los nacionalistas catalanes y vascos. Ya sean estos de la derecha conservadora, de la extrema izquierda independentista o de ese radicalismo que jamás ha condenado el terrorismo, como Bildu.

"Yo a usted le sigo mucho, me parece una persona inteligente y, además, una buena persona", le dijo Iglesias a Aitor Esteban, del PNV, el pasado 22 de abril. "No se me cae ningún anillo en reconocer que su partido siempre ha sabido distinguir lo importante de lo accesorio. Contamos con ustedes, señor Esteban", añadió. 

Pero los mejores retruécanos elogiosos suele reservárselos Iglesias a ERC y, sobre todo, a Bildu. Quizá porque de ambos partidos depende la presidencia de Pedro Sánchez

"Muchas gracias, señora Aizpurua, por su intervención", dijo el mismo 22 de abril. "No solamente ha sido una intervención con un tono que, por desgracia, no es habitual en este Congreso de los Diputados, sino que creo que ha sido una intervención de altura. No solamente con las palabras, sino con los hechos, ustedes han demostrado lealtad", le dijo Iglesias a Mertxe Aizpurua, diputada de Bildu.

En esa sesión del piropeo a Bildu, Aizpurua recitó un poema en vascuence. Iglesias cayó rendido, demostrando que el lobo con piel de cordero también aprecia la belleza en los rincones más recónditos del extremismo abertzale. "Señora diputada, quiero decirle que como español siento un enorme orgullo de que nos recite en su lengua, en euskera, un poema desde esta tribuna. Es realmente emocionante y su intervención ha sido hermosa", manifestó.

Para sorpresa general, este miércoles, PSOE, Podemos y Bildu firmaron un acuerdo para derogar la reforma laboral a la mayor brevedad posible. El trabajo estaba hecho. Todo sea por el poder.