De izquierda a derecha, Teresa Bartrina, de Ecologistas en Acción; Teresa Bartrina, de Aliente Guadalajara; y Rosa Pardo, de Aliente frente a una planta fotovoltaica en Budia (Guadalajara).

De izquierda a derecha, Teresa Bartrina, de Ecologistas en Acción; Teresa Bartrina, de Aliente Guadalajara; y Rosa Pardo, de Aliente frente a una planta fotovoltaica en Budia (Guadalajara). Cristina Villarino

España

El "negocio" de las renovables visto desde la España rural: "Es colonialismo energético, somos el tercer mundo para la UE”

Organizaciones ecologistas denuncian que este modelo no ataja el cambio climático, incluso reduce la población en estas zonas y no deja beneficios en el territorio.

Más información: La sala de control de Red Eléctrica el 28-A: "Oscila mucho. Es la fotovoltaica... Es la solar, por precio... Es un tema nuestro"

Yélamos de Abajo (Guadalajara)
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Subir al llano le recuerda a Juanma por qué decidió quedarse en el campo y cultivar la tierra. Desde lo alto se ve un paraje verde, un valle bañado por el Arroyo de San Andrés, donde todavía quedan huertos y árboles frutales.

Los chopos y los nogales podrían sustituirse por algo más grande, le dijeron al agricultor. Uno de esos pocos hombres jóvenes que quedan aquí y a los que, tarde o temprano, siempre les termina sonando el teléfono.

“Me dijeron que me podían ofrecer entre 10.000 y 14.000 euros al año por hectárea. Y que lo único que harían sería poner molinos de viento. Yo les dije que no, que a mí me gusta la naturaleza, y que me daba igual el dinero”, cuenta. 

Pero el precio, para el que lo quiera, superaría los 100.000 euros para un proyecto de nueve molinos en un lugar de la Alcarria sin apenas población.

Yélamos de Abajo, en la provincia de Guadalajara, cuenta con 58 habitantes censados según el INE y no todo el mundo se resiste a una oferta de este tipo.

Rosa Pardo, portavoz de Aliente, junto a un campo de placas solares en la provincia de Guadalajara.

Rosa Pardo, portavoz de Aliente, junto a un campo de placas solares en la provincia de Guadalajara. Cristina Villarino

PREGUNTA.- ¿Estos proyectos podrían servir para combatir la despoblación?

RESPUESTA.- No, porque en realidad lo que estás haciendo es bloquear otro tipo de desarrollo local, que podría estar basado en la agricultura ecológica, la ganadería extensiva… Y si encima tuvieras luz más barata, pues todavía, pero es que tampoco ocurre. Esa energía se distribuye a la ciudad.

El valor de las casas disminuye automáticamente un 10% en el momento en el que ponen un molino. Lo hemos visto en un pueblo como Maranchón [Guadalajara], donde en los años 2000 instalaron 130 aerogeneradores y lo único que ha provocado es que perdiera más población.

Berta Caballero, de Aliente Guadalajara.

Berta Caballero, de Aliente Guadalajara. Cristina Villarino

Quien responde es Rosa Pardo, directora del departamento de Historia Contemporánea en la UNED y una de las portavoces de la Coordinadora de la Alianza Energía y Territorio (Aliente), un colectivo que agrupa a decenas de organizaciones contrarias al actual modelo de desarrollo de las energías renovables en España.

Junto a ella, se sientan en la misma mesa Berta Caballero, de Aliente Guadalajara, y Teresa Bartrina, de Ecologistas en Acción.

Berta Caballero.- Las empresas son las que ganan. Los dueños de la tierra obtienen unos beneficios que van a su cuenta bancaria y el Ayuntamiento gana con las licencias, pero eso no sirve para fijar territorio, porque el dinero se gasta en otras partidas.

Del cereal a la fotovoltaica

Desde las pocas calles de este pueblo, empapelado contra el nuevo proyecto energético y una misteriosa “subestación de bombeo” que nadie termina de entender en qué consiste, se llega por los meandros del río hasta una zona mucho más árida.

Son los campos de Budia, a unos pocos kilómetros. Un terreno yermo en el que sólo desde algún cerro se puede adivinar una parte de las 1.000 hectáreas de paneles solares que han modificado el paisaje.

P.- ¿Qué era antes todo esto?

Teresa Bartrina.- Eran campos de cereal.

P.- ¿Y qué impacto tiene el cambio de uso del suelo?

Teresa Bartrina.- Estos paisajes modifican la biodiversidad. Quitas espacio para las aves y a menudo están en zonas naturales protegidas. Un gobierno ecologista estaría preocupándose del agua, de cambiar un modelo de agricultura industrial por otro de agricultura extensiva y a los únicos que están beneficiando es a las compañías energéticas.

Placas solares en los campos de Budia (Guadalajara), vistas desde el coche de las activistas.

Placas solares en los campos de Budia (Guadalajara), vistas desde el coche de las activistas. Cristina Villarino

Este proyecto está controlado por Solaria, aunque en la mayoría de los casos -explican las tres mujeres- estos grandes campos se parcelan y son manejados por pequeñas empresas de 3.000 euros de capital social, dirigidas por los gigantes del sector.

Berta Caballero.- En los últimos años ha habido una urgencia tremenda por llenarlo todo de fotovoltaicas en los pueblos porque resultaba muy rentable. Porque es un negocio.

P.- Se trata de una energía cuyo coste de producción es más barata y se supone que es más limpia. España cuenta con un ministerio llamado de Transición Ecológica que ha apostado claramente por este modelo.

Rosa Pardo.- El problema ha sido tomar como un mantra que la transición energética supondría una transición ecológica, pero no ha sido así. Lo que realmente ha habido es una transición tecnológica, porque de lo ecológico no se han ocupado en ningún caso. Seguimos produciendo lo mismo y no hemos reducido los niveles de CO2 ni estamos haciendo los deberes con el cambio climático. 

P.- El cambio climático es otra de las banderas de este Gobierno. O al menos eso defiende Pedro Sánchez.

Rosa Pardo.- Pues mira, ese mantra ha cambiado. Porque antes lo primero era darse prisa, desde la UE nos insistían en que había que cambiar los combustibles, invertir en renovables. Y el nuevo mantra de las administraciones es reindustrializar. Ahora no hay que perder el tren de la reindustrialización y para eso necesitamos energía barata ya.

La planta fotovoltaica ocupa en esta zona 1.000 hectáreas de extensión.

La planta fotovoltaica ocupa en esta zona 1.000 hectáreas de extensión. Cristina Villarino

Una energía, que además necesita baterías especiales para poderla almacenar y que por sus características no sirve por sí sola para suministrar electricidad a toda la población, como quedó demostrado con el apagón.

Rosa Pardo.- Es que no puedes generar electricidad sin aumentar la demanda. Mientras no tengas la tecnología para electrificar coches a un precio razonable, electrificar calefacciones industriales o la industria en general, ¿qué necesidad tienes de producir tanta energía si al final vas a tener que realizar vertidos?

Renovables sí, pero no así

Los vertidos consisten en la devolución a la red energética pública de la energía que no se consume. Pero para ello se necesitan torres de electricidad y subestaciones como las que tejen también el paisaje de los campos de Budia.

“Antes se decía que una ardilla podía atravesar la Península Ibérica de árbol en árbol y ahora lo podría hacer a través de las torretas de luz”, bromean las tres mientras caminan al otro lado del vallado que protege las placas solares.

Rosa Pardo, Berta Caballero y Teresa Bartrina, frente a una subestación eléctrica.

Rosa Pardo, Berta Caballero y Teresa Bartrina, frente a una subestación eléctrica. Cristina Villarino

Los paneles fotovoltaicos ya han inundado el terreno en zonas despobladas, sobre todo de Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía, aunque el próximo hito será la generación de energía para los centros de datos que están proyectados en distintos puntos de la España rural.

Teresa Bartrina.- Se ha impuesto la idea de que vamos hacia un modelo de industria limpia o renovable con una industria que no puede ser sostenible, como los centros de datos o el hidrógeno verde.

Requieren muchísima electricidad, muchísima extensión de terreno -como vemos con la fotovoltaica y los parques eólicos- y muchísima agua. ¿La tenemos? ¿Qué somos, Islandia? Esa es mi pregunta al Gobierno.

P.- ¿Y qué les diríais el resto?

Rosa Pardo.- Lo hemos resumido en nuestro lema: "renovables sí, pero no así". Es decir, que es necesaria una transformación técnica, pero leñe, que se planifique, que se ponga donde menos impacte y, sobre todo, que vaya a un ritmo parejo con el desarrollo de la tecnología y la demanda real. Hay otras vías, pero seguramente convienen menos a las empresas y a la macropolítica europea.

El lema de "renovables sí, pero no así" se hizo célebre en 2023, cuando el director Rodrigo Sorogoyen lo pronunció en la gala de los Goya, al recoger el premio a la mejor película por As Bestas. Diferentes colectivos lo habían enarbolado ya antes, pero en los últimos años ha vuelto a diluirse en el debate público.

Las soluciones que plantean desde Aliente tienen que ver con el autoconsumo, la instalación de placas solares en azoteas de los edificios, en zonas industriales degradadas o en las mamparas que hay en algunas carreteras o en las vías férreas.

Rosa Pardo contempla la instalación.

Rosa Pardo contempla la instalación. Cristina Villarino

Hace décadas, en esta misma provincia se construyeron las centrales nucleares de Almonacid de Zorita o Trillo, la última que entró en funcionamiento en España.

Ahora desde la industria y los sectores políticos conservadores se vuelve a reivindicar con fuerza este tipo de energía. Pero tradicionalmente la izquierda y una parte de la población la rechazó, por una mezcla de ideología y razones ecológicas, debido a los residuos radiactivos que generan.

P.- Cuando la actividad económica depende fundamentalmente del factor humano, la mano de obra tiende a deslocalizarse. Al final estas zonas han albergado siempre proyectos que los alrededores de las grandes ciudades rechazan. Y además, sin conseguir que tengan un gran impacto en el territorio, según denunciáis. ¿Os sentís el patio trasero de esos centros de poder político donde se toman estas decisiones?

Rosa Pardo.- Si esto que está pasando aquí, en la Alcarria, ocurriera en Guatemala lo llamaríamos colonialismo energético. En el fondo somos el tercer mundo para la UE y las sociedades europeas. Y además, todas esas placas vienen de China. Ni siquiera se está desarrollando una tecnología europea, el negocio es para China.

Viaje a la Alcarria

Quien mejor describió estas tierras fue Camilo José Cela con su Viaje a la Alcarria. Un camino a pie a lo largo de varios ríos y más de una decena de pueblos, en los que se topó con una España rural deprimida por la posguerra, pero apacible en su modo de vida.

Ese mismo trayecto lo recorremos ahora en coche junto a las mujeres de Aliente por la España de hoy.

Decenas de kilómetros bordeando torrentes, embalses, valles y campos de lavanda donde acuden los turistas a sacar fotos y que no se libran tampoco de estos paneles con los que el sol produce megavatios de progreso.

Así hasta llegar a Recópolis, una antigua ciudad visigoda que fue levantada en el siglo VI d.C. y de la que hoy quedan los restos de una ermita de siglos posteriores.

Paisaje sobre las ruinas de la ciudad visigoda de Recópolis.

Paisaje sobre las ruinas de la ciudad visigoda de Recópolis. Cristina Villarino

En sus carteles se lee, sin atisbo de ironía: “Recópolis cambia el paisaje”. Lo que explica son las modificaciones que sufrió el terreno desde los cultivos de cereales y viñedos de los visigodos hasta los campos de olivares y encinas menos densos de la actualidad.

Pero lo que se atisba en el horizonte es el mar de placas fotovoltaicas que comparten la postal con el Tajo y el castillo de Zorita de los Canes.

“Estamos llenando España de nuevos algarrobicos”, lamenta Isabel, otra mujer del colectivo que prefiere no dar su apellido.

“Esta es la cultura del pelotazo del siglo XXI, una forma de neofeudalismo, en el que las empresas canalizan el negocio y las administraciones compiten para otorgar licencias sin dejar riqueza en la comarca”, concluye.