TOMÁS SERRANO

TOMÁS SERRANO

España MONARQUÍA

Así fueron las últimas 48 horas de Juan Carlos en España: sólo accedió a irse cuando se lo pidió Felipe

En una comida con un militar de su máxima confianza dijo ser víctima de un plan que busca en última instancia propiciar elecciones constituyentes.

5 agosto, 2020 02:36

El miércoles 29 de julio, el Rey Juan Carlos se reúne a comer con una de las personas que durante más de veinte años ha sido de su máxima confianza. Han compartido muchos secretos de Estado. La fidelidad entre los dos va unida a un sentido del deber que sólo se da entre el estamento militar.

La comida es larga y el Rey “mayor”, como prefiere que le llamen, le confiesa a su invitado que las presiones que está sufriendo su hijo por parte del Gobierno son muy grandes, y que cree que todo lo que día a día reproducen los medios de comunicación sobre sus relaciones amorosas y económicas con Corinna Larsen obedece a un plan que se está llevando a cabo desde el ámbito político, tanto desde dentro como desde fuera de España.

Juan Carlos dice que el objetivo de ese plan es avanzar hacia unas elecciones generales, de carácter constituyente, en las que se plantee la disyuntiva entre Monarquía y República, y que evite, de esa forma, la reforma constitucional que hoy por hoy contempla nuestra Carta Magna para una cuestión de esa envergadura.

Uno y otro llegan a la conclusión de que va a ser inevitable la salida de España, salvo que Felipe VI cierre filas y se niegue a tomar él la medida de “mandarle al exilio”.

El Gobierno de Pedro Sánchez no quiere llevar el tema al Congreso, entre otras razones por la división que existe en su seno entre los ministros socialistas y los que representan a Unidas Podemos.

“Si Felipe lo pide”, confiesa Juan Carlos a su comensal durante la larga sobremesa, “me iré de forma inmediata”. Esa petición, de forma rotunda, se produce en las 48 horas siguientes y el Rey padre se marcha aprovechando el fin de semana, acompañado de un pequeño equipo de seguridad.

Posibles destinos

Ya habían hablado de los destinos posibles, con cierta ironía ante las informaciones que hablaban de la “recaudación” que estaría efectuando un grupo de empresarios amigos para “comprarle” una casa “decente y adecuada” en Madrid, parecida a la que ocupó el conde de Barcelona, Juan de Borbón, hasta su muerte. De igual manera desecharon que pudiera trasladarse a Galicia, y ambos cuestionaron que el destino final fuera la República Dominicana, en alguna de las propiedades de la rica familia Fanjul.

Se decide que la mejor solución es la más cercana y conocida, la misma en la que estuvo Don Juan antes de su regreso a España tras la muerte de Franco. En Portugal, en Estoril, ha estado muchas veces Juan Carlos y la poderosa familia Espíritu Santo es de toda confianza.

Es inevitable que mientras anochece en Madrid ese miércoles, 29 de julio, recuerde la conversación que mantuve con el Rey Juan Carlos durante la inauguración oficial de las instalaciones de Telefónica en el llamado Distrito C, en Sanchinarro, en presencia de uno de los directores generales de la compañía y de Gerardo Díaz Ferrán, las otras dos personas con las que estaba comentando la crisis financiera que se había desatado en esos días.

Es 8 de octubre de 2008 y el Rey, cansado de las voces que pedían su abdicación, ya en aquellos años, me pregunta mientras ve que la Reina Sofía se acerca para iniciar la retirada del acto:

- ¿Y tu qué opinas de eso de que tengo que abdicar?

- Que los Reyes se mueren en la cama, -le respondo.

- ¡Pues eso digo yo!, -contesta jocoso y divertido.

Corinna y los negocios

Doce años más tarde tenemos la misma impresión. Juan Carlos obedecerá al Rey Felipe VI tanto por preservar a la Monarquía de los escándalos que han salido a la luz como por su sentido del deber. Mejor intentar sortear las olas que ver tragada la Institución por el tsunami de las posibles comisiones y los regalos de un enamoramiento tan peligroso como el mantenido con la ex princesa Zu Sayn-Wittgenstein durante una década.

Con esa mujer y por esa mujer ha hecho cosas y tomado decisiones que no había hecho con ninguna otra, pese a la intensidad de las relaciones amorosas que puede haber tenido. Corinna es distinta. Es una mujer con unas relaciones internacionales que alcanzan a la cúpula del poder ruso y sus servicios de Inteligencia, que entiende a la perfección el mundo de las grandes finanzas y que está acostumbrada a intermediar en operaciones económicas de miles de millones. Tiene 26 años menos y cumple con todos los estándares de belleza que siempre han atraído al Monarca.

El hombre Juan Carlos sucumbe a los encantos de Corinna y el Rey Juan Carlos es incapaz de separar ambas esferas. Amigos y millones se cruzan entre cuentas de paraísos fiscales. No tan lejos quedan los buenos oficios de Manuel Prado y Colón de Carvajal y sus visitas a los empresarios que habían cerrado buenos negocios en los viajes en los que acompañaban al Rey. Eran puertas que se abrían -como la del AVE o Arabía Saudí- por la presencia del Monarca y que habrían permanecido cerradas en ese ámbito de las finanzas empresariales internacionales en las que las pujas y las subastas son sólo una parte de la guerra entre los más poderosos.

En su carta de despedida Juan Carlos I deja en el aíre su posible regreso, su disposición a responder política y juidicialmente a lo que le puedan pedir y, leyendo entre líneas, su deseo de seguir al frente de la Casa Borbón. También su pesar por todos los que a su lado se beneficiaron y ahora permanecen en un molesto y asustado silencio.